viernes, 30 de noviembre de 2007

el último día de noviembre. dieciocho grados en barcelona a las seis de la tarde. estoy de pie en una gran tienda de música, esperando a que el dependiente acabe una venta. necesito un estuche para mi guitarra. miro amplificadores, guitarras. una breve conversación y me llevo el único que puede ser, un stagg para flying v. cualquiera que sepa un poco de guitarras sabrá lo que es eso. significa no poder tocar sentado y no pasar desapercibido. significa ser el tío de la flecha. significa que la gente piense que me gusta el heavy. bueno, tampoco es importante. el estuche pesa como un muerto, eso sí. pago con visa y pienso en mañana, en manresa

he quedado para comer con daniel. después, tocaremos un rato. es raro esto, ponerte de nuevo a tocar con el grupo un millón de años después. pero me ilusiona, me parece divertido. no se parece en nada a tocar en casa con la acústica, como cualquier mierdoso en cualquier pradera, ni se parece a tocar con david, aunque con él sea extraño y divertido. daniel es perfecto porque es otro gran pez sabiendo qué ruido hacer y en qué momento, exactamente porque sabe lo pequeña que es la cárcel del mi la sol si re mi, porque lo que le importa es el latido y la emoción y eso no se aprende en el colegio, porque allí sólo te enseñan a cagar dentro del wc y un montón de escalas, cada una para una cosa diferente

y, sobre todo, me gusta porque a él no tengo que decirle por qué quiero tocar de espaldas y no mirar a nadie
fotos de niños. niños hijosdeputa haciendo la v con los deditos o la mierda ésa de ronaldinho. niños cara al sol y cerrando los ojos a la cámara, sacando la lengua, enseñando los dientes más grandes que ellos. niños de mil colores diferentes saludando con la mano, con las gafitas de colores, con los pelos cortados como su madre quiere. putos niños llenos de polvo que no se están nunca quietos. puta mi vida por tener que hacer un calendario con la foto de esos mierdas, patadas a un joven español

añado. me dicen que son dos calendarios, que el doble de fotos, que el doble de niños, que el doble de argh
viernes, santificado sea tu nombre. me tomé dos bisolgrips antes de salir de casa, he roto una persiana en el estudio al intentar subirla, no ha venido mi jefe, pero su resfriado hace semanas que se sienta a mi lado, se cuelga un ordenador hasta no poder más, un avión se ha estrellado en turquía, premiaron a juan gelman, descargué unas tipografías preciosas, llevo una bufanda de colores, se me empañan las gafas al respirar, ojalá matasen a alcaraz. buenos días

jueves, 29 de noviembre de 2007

personas con las que no hay nada que hablar, hoy gemma y carlos. cuánto tiempo, qué tal, bien, sí, cuánto tiempo, vosotros qué tal, bien también, aquí, con la fiera (la fiera tiene una edad indefinida que se concreta en cuatro meses que hará el domingo. llorará en el transcurso del encuentro), qué grande está, ahora ya somos una familia del todo, je, sí vamos a reírnos un rato con la puta ocurrencia, te veo bien, sí, bueno, prisas siempre, todo eso, trabajo, ya, el trabajo, y qué le vas a hacer, eso, trabajar. carlos está más demacrado aún, así, en plan modernito, y gemma sonríe como siempre: para ella no ha pasado el tiempo. bueno, vamos a irnos que la fiera ya avisa, no le gusta estar quieta (amago de montar un cristo en el carrito de bebé a las siete de la tarde y con un frío atroz). más risas. cuidaos mucho, sí tú también, lo hago, lo hago. hasta pronto, hasta pronto. adiós con la mano y caída del telón mientras reniego mi suerte. tres minutos más al cubo de la basura, aunque, siendo positivos, fue lo único a destacar del jueves

el resto, el bisolgrip, el resfriado que asola el estudio, el montón de trabajo, el fin de semana, sólo es eso, el resto, el relleno

miércoles, 28 de noviembre de 2007

hago mierdas para jubilados, dípticos de promoción en los que se informarán de cómo pueden, en sesiones de intensidad variable, tonificarse la cosa muscular y la cosa cardiovascular. el cliente ha mandado fotos, todas malas y oscuras. un millón de viejos en chándal se mueven al ritmo que les marca una monitora rubia y flaca. conozco a algunos de ellos de vista. a fin de cuentas, esto es un pueblo y todo el mundo se conoce. me imagino a mí mismo allí dentro de cuarenta años, moviéndome torpemente entre otros cuerpos arrugados y flojos, sin dientes con los que poder morder. me dan ganas de vomitar, pero no por ser viejo, sino por haber acabado cediendo al aquagym y al combosport y al programa edad de oro, ponte en forma y sonríele a la vida. su puta madre
hoy es el cumpleaños de mi hermano mayor. cuarenta y siete años. le mando un correo con tonterías irónicas, hablando de las cosas comunes. he aprovechado para ver las últimas fotos que me mandó, de finales de septiembre. el mensaje estaba todavía sin abrir. pablo en la playa, una playa gris y triste y salvaje y fría, supongo que cerca de new orleans. pablo juega con un amigo y desaparecen en las olas. pablo ríe con un bañador rojo y su amigo con un bañador azul. parece que soy yo el que se aleja para no volver más, de tan lejos que me siento
se oye cómo follan en la habitación de al lado. patéticamente, con todos los tópicos de la pornografía. el piso está sucio y desordenado. puedes esperar en esta habitación o venir dentro de media hora, me dice. vendré en media hora, sí. bajo por el ascensor y la esquina de provença con diagonal está aparcado, con los intermitentes puestos, el que hasta hace una semana había sido mi coche, uno que compré yo y que conducía isa. un coche barato, lo único que podía pagar. un coche barato vendido por nada de dinero a alguien que no conocía, sacado de un anuncio gratuito. bajo por la calle girona y voy callejeando hasta arc de triomf. no tengo prisa ni dinero en el bolsillo. tampoco hay nadie en casa que me espere. creo que es mayo y empieza a hacer calor

martes, 27 de noviembre de 2007

hace días leí lucille, de ludovic debeurme. el descenso al infierno de la anorexia y la redención mediante el amor. para nada una historia infantil o dirigida a un público femenino. no. si ahora me cruzo por la calle con una chica flaca-hasta-morir, pienso si ella será lucille. me pregunto si ella también tendrá valor para huir con arthur, con vladimir. para mandar a la mierda a su madre y dejar de vomitar. para mirarse al espejo y quererse, y confiar

pero no. ahí están las dos, la una del brazo de la otra. hace mil años que las veo así. debe de ser cuatro años mayor que yo y ahí sigue, exactamente igual que cuando éramos pequeños, cada vez más evanescente, más liviana, más mínima. me pregunto si no tendrá frío en los pies porque aún lleva sandalias

pienso demasiado en los pocos minutos que estoy en la calle, siempre yendo a o viniendo de. cada pequeña tontería me lleva a otra y, así, vivo mil vidas en cuatro minutos. todas iguales y ridículas, pero todas llenas de flecos por los que empezar a descoser la mantita de la realidad. un tipo saluda con la mano. no sé quién es pero devuelvo el saludo. ya casi es miércoles y he dejado de pensar en la anoréxica para pensar en

lunes, 26 de noviembre de 2007

arde parís una vez más. las imágenes me llenan de paz. pienso en el fuego y en los hierros retorcidos y en la muerte. quizás haya un momento en que ese dolor grite tanto que acabe ensordeciendo estas calles, las de la ciudad donde vivo, donde respiro, anestesiadas en su idiotez sangrante. las mismas calles que vago cuando lo espero todo sabiendo que no sucederá nada, nunca, nada, nadie. una noche más, la revuelta y, de ella, la esperanza en cada llama
mi jefe vuelve a trabajar. su gripe está casi vencida y sólo le queda algo del frío ése que no se va nunca del cuerpo. así las cosas, vuelvo a ser el último mono de mi empresa, gris y encadenado a una rabia que me cuesta controlar

a pesar de eso, todo está bien. obtengo beneficios, mato las horas, hago cosas bonitas. un plato de comida, un techo, una conexión a internet. es tal el miedo que tengo a perder, que he acabado haciendo del podría-ser-peor toda una concepción del mundo, las nueve casillas del tres en raya

una imagen de libertad. estoy en tarragona, en el mirador. no miro hacia abajo porque tengo vértigo. intento contar las olas que apenas encrespan el mar. a mi alrededor hay gente, se hacen fotos, miran poéticamente las olas abrazándose, se esperan subiendo las escaleras para comer juntos, para desayunar. yo sólo quiero estar solo y lo he conseguido, allí, en medio de tanta gente, aquí, en una empresa que es mi gulag interior
tengo un despacho con una puerta y estanterías repletas de cintas de video. dentro de cada una de ellas, un testimonio único del holocausto. sentado ante la pantalla, con el mando a distancia voy dando paso a las voces, una y otra vez, todas iguales, todas diferentes. empiezo con interés, un interés que se va diluyendo a medida que pasan las horas, las cintas, todas las imágenes, las palabras dolorosas. despierto antes que el despertador. nada parece haberse movido en este lunes. así empieza la semana, con todas las cosas quietas y cero ganas de pelea. buenos días

domingo, 25 de noviembre de 2007

he dormido toda la tarde. me duele el borde de los ojos. he cenado pizza y le he puesto más queso y también cebolla. a las dos de la mañana dan donnie darko en la segunda cadena. quizás la vea, no sé. le he puesto más azúcar al té. me apetece algo muy dulce que me inunde la boca y no pensar demasiado. buenas noches
no aprenderé nunca, no. suena el teléfono fijo y, a pesar de que es un número de teléfono móvil que no conozco, lo cojo. la voz de mi padre que saluda. una conversación tensa en la que me informa que ha estado ocho días ingresado en un hospital. no sé qué decir porque no tengo nada que decir. hablamos también de perros y de una vez cuando él era pequeño que uno le mordió

(al colgar me imagino la escena. llamará gloria, su pareja, para informarnos de su muerte. será un día como cualquier otro)

la diferencia con otras veces está en que hoy sí me siento culpable por ser así con él, el pobre viejo
no es nada interesante hablar de cómo estoy, le digo. me encuentro mejor, pero sé que no tengo que hacer el subnormal o todo volverá a empezar otra vez, ya sabes. simplifico todo lo que siento al respecto de mi enfermedad y eso es lo que le digo. y tú?, le pregunto. oh, bien, luchando, como siempre. son, con diferencia, las palabras favoritas de mi hermano. hemos comido juntos. nuestras comidas familiares duran veinte minutos, media hora como mucho. ahora duerme en el sofá y yo pienso en lo fácil que mete los triples juan carlos navarro

yo no lucho, o lucho poco. como si la guerra hubiera terminado hace un millón de años a mil kilómetros de aquí
cuento hasta doce limones en el limonero del patio, unos limones preciosos y grandes. hace días cogí uno y era muy jugoso. me gusta exprimir un chorrito en el arroz y en el té y en el zumo de manzana. los recogeré a finales de la semana que viene. hoy el día viene lleno de luz y abro todas las ventanas, para empaparme bien

buenos días. me he levantado hace rato grande y me he duchado. he cambiado las sábanas y he puesto una lavadora. he guardado el dinero que me sobró de ayer en el sobre amarillo del dinero. todo menos las monedas pequeñitas, las de color cobre. navarro les mete veintiocho puntos a los wizards. he escrito un par de correos y ahora acabo de regar las plantas, con cuidado, para no gastar mucha agua. he puesto la radio y, ahora, la música de sufjan stevens se cuela por todos los rincones. te queda bonito ese vestido. después no sé qué sonará

(esta casa tiene que estar llena de fantasmas, porque betty le ladra a la mesa de cristal)
de spoon no hay nada que decir. aburrida música ochentera para que adolescentes de tetas prietas muevan el culo en un pedestal. nadie fuma. nosotros despotricamos. decidimos el qué. pensamos en ir a ver el concierto de l'auditori. loida me deja un mensaje en el móvil. sonrío. sí, yo también

munaf se deja llevar. las notas crecen como diamantes pequeños. en la calle hay un millón de punks sucios y sudados y yo, en ese momento, soy feliz
y después nos vamos a l'auditori. pasamos el resto de la noche como jeques, bebiendo cerveza en los camerinos y fumando tabaco de liar. tocan the kinky coocoo's, la sala está llena y nos aprovechamos de las circunstancias. daniel es el manager del grupo y todo el mundo nos trata como nunca antes, llevándonos por pasillos de un bunker sin apenas salidas. en una sala de butacas cómodas, mesas de madera y lavabos enormes, nos dedicamos a hablar de cine de terror, de quién folla con quién y a fumar tabaco de liar. esperamos a que todo acabe y a que, después, nos venga el deseo de ser la última persona en el mundo con ganas de ser una estrella del rock and roll
explosiones en el cielo, en el cielo de texas. daniel está resfriado, juank llegó tarde, la sala a oscuras y un millón de personas hablando, enturbiando las notas frágiles. miro alrededor. sé que loida estará en ese concierto y la busco con ojitos temblorosos. me encantaría mirarla, moviéndose despacio como siempre hace

pero las notas lo llenan todo y ella tampoco está

los tres sonidos: las guitarras cristalinas, la distorsión atroz y el puto armagedón. las baterías llenas del polvo de los siglos. el movimiento de nuestros cuerpos meciéndose al ritmo de esa musica tan íntima

el balanceo hipnótico de munaf, las luces creciendo como árboles, el ruido inmenso, las notas pequeñitas. todo el amor que me crece en las manos cada vez que

acabar a las diez de la noche con ganas de más, de todo

sábado, 24 de noviembre de 2007

omito entonces que hablé un ratito con mm en la caja del fnac, como siempre que nos vemos. que me hipnotizó el cartel enorme de la quinta estación, con esa chica sentada y un cruce de piernas vertiginoso. que me di una vuelta por el boulevard rosa, sólo por vencer la curiosidad, fijándome en clientes y dependientas. que miré zapaterías, buscando algo que no sé qué es y que no necesito. que escupí entre dos coches en rambla catalunya, algo que no hay que hacer nunca, y menos en los sitios bien
el control sobre las cosas que suceden. me he levantado temprano, me he cortado el pelo después de mucho tiempo, me he duchado. he visto a una persona distinta en el espejo. no he hecho cosas diferentes a otras veces (callejear por barcelona, comprar alguna cosa para regalar, observar a todo el mundo en el tren y en las tiendas, cosas así, confesables), pero es así exactamente como tiene que ser todo: una línea con todos los puntos bien puestos y una tijerita de recorte por

viernes, 23 de noviembre de 2007

el plan no me seduce para nada, no. ni el jueguecito previo tampoco. hace frío en la calle, un frío azul que entumece las pelotas y pincha los pies al caminar. un frío que te sigue en forma de vaho a intervalos cada vez más erráticos. ni por todo el oro del mundo me plantaba en casa de esa chica, con la vaguísima propuesta de pasarnos la noche bebiendo schnapps y follando en el sofá. es triste hacer las cosas así, a medianoche por el mundo, llamando a un timbre, aguantando la sonrisa y pensando en el precio de las cosas para poder ganar la pena máxima. su puta madre. nada que ver con el amor ni con las lechugas iceberg
como una isla, el viernes por la tarde, y yo el buen salvaje. tumbado en mi playa, como nueces, ignoro casi todo lo que sucede a mi alrededor. miro el cielo, me quedo dormido en la arena, despierto, me masturbo, cuento las nubes que van de derecha a izquierda, canto alguna canción que me gusta, me estiro el pelo, pienso en tonterías, hago planes, conspiro. un naufragio de cuarenta y ocho horas y algo más, que termina con el avistamiento del submarino a las ocho y media de la mañana del lunes, el nuevo embarque y la inmersión hacia el planeta más-de-lo-mismo
viernes otra vez. mi jefe ha llamado. tampoco vendrá hoy. tengo la cabeza llena de imágenes. algunas las escribo y otras no, pero porque no sé

escribo de aquellas veces con pepe, el satélite, en su coche, escuchando los dos primeros discos de los violent femmes. sobre todo el de la niña, como llamábamos al primero. el recuerdo de gone daddy gone ahora me llena los sentidos de algo extraño y humeante, cálido. no hablábamos, sólo fumábamos y bebíamos hasta que cerraban todos los bares y los ojos se nos iban de la cara y en su lugar quedaban dos heridas pequeñitas que no sanaban nunca

o de la primera vez que toqué el vientre de una chica embarazada. ella llevaba botas rojas y sonreía. yo tenía la sensación de estar haciendo algo terriblemente peligroso y prohibido. después, nos besamos con cuidado, porque hasta eso podía estallarla en mil pedazos

y después le cogí asco a casi todo
una camisa blanca con rayitas de verdes y rojos y grises que definen cuadrados de tamaños diferentes. una foto con la misma camisa hace dos años. sostengo otra foto y sonrío. una foto dentro de otra foto. estoy muy moreno y tengo el pelo muy corto. la pared de atrás es blanca. el verano no ha hecho más que empezar y estoy feliz, feliz y gordo

pero hoy es invierno. en otros sitios es verano, pero aquí es invierno. queda mucho para el verano y aquí sólo se piensa en las navidades. ya están puestas las luces de colores y la gente decora los escaparates con papanoeles, bombillitas de bajo voltaje y nieve de poliuretano

en verano, cuando estás de vacaciones, todos los días son iguales. o parecidos. en invierno, no. los días son mejores o peores según en qué lugar de la escalera estén. al menos a mí me pasa. me gustan los jueves. son unos días redondos que te permiten soñar, hacer malabarismos encima de él, rodando por la pista, con la gente aplaudiéndote, mucho mejores que los viernes, en los que el pescado suele estar vendido de antemano. pero el caso es que hoy es viernes y me gusta. tengo ganas de este viernes, de la tarde del viernes. no es un día especial, para nada. pero me gusta, sobre todo, saber que no pasará nada, que ya viene así, arrugadito y sin llorar
tengo frío. no sé qué estoy haciendo en ese piso. todos mis amigos viven allí, en diferentes habitaciones, todas parecidas y desordenadas. busco por armarios algo que me quede bien. en el de daniel y edurne sólo hay cosas de ella, como si daniel no existiera. en un rincón hay ropa sucia en un saco. en la habitación de isa y xavi hay una ventana a través de la cual se ve un río y una carretera que lo bordea. y coches de colores que conducen despacio. ella guarda una sudadera con capucha que era mía. me la pongo y meto las manos en los bolsillos. me siento un ratito en la cama deshecha y muevo los pies. en el suelo hay un condón usado, encima de un triste charquito. me da vergüenza mirar y, entonces, me despierto. buenos días

jueves, 22 de noviembre de 2007

el gato es gordo y redondo, un gato de fantasía de color morado, tirado sobre un lecho de flores, sin querer moverse. tengo ganas de acabar ese trabajo, uno de esos que hago cada año y que ya sale casi con los ojos cerrados. sólo tengo que concentrarme y dibujar el gato que me gustaría ser. el año pasado fui un gato con una cola más que antena y sonrisa enigmática, de cheshire. el anterior, uno pelirrojo que jugaba con las letras a y b y c, dándoles saltitos. el anterior, uno que miraba turbio desde arriba y con las patitas te decía que vinieras. y seguro que hay más, pero se me cayeron en la parte de atrás de la memoria y hasta allí no llego casi nunca y ellos tampoco saltan, cómodos y afelpados, durmiéndose entre todos los fantasmas

gatos que se quedan allí hasta que quieren escaparse y entonces los encuentro balconeando en la mesa de trabajo. como siempre pasa, las cosas que me habitan suben de la nuca a los ojitos, aprovechando las mareas del corazón y cuando me doy cuenta, estoy con algo peludo y tramposo ahogándome la boca, ya sea una habitación de hotel o una canción que o la vez aquella contigo (por ejemplo)

o peor aún, algo que sea la suma perfecta de todo: una canción de esas que saben a hotel y a la vez aquella que contigo (por ejemplo), exactamente como alone again or. una canción de esas tristes y arenosas que huelen a una madrugada más, a por favor hasta la extenuación, a sábanas sucias, a tú me dijiste y yo te dije, a no te vayas-nunca-más, a ya no te recuerdo pero quiero recordarte siempre. una canción que me araña un mucho y con la que lloro un millón de magdalenas negras cada vez que la canto, su puta madre, a oscuras, mirando fotos de arthur lee y bryan mclean y todas las veces que amaron antes de que el cáncer, el invitado que faltaba
buenos días. dibujo gatos. mi jefe tampoco ha venido hoy. está peor que ayer. es lo normal cuando estás recién enfermo, que no mejoras en un ratito. escucho la radio. también las voces que vienen del piso de abajo. a veces ríen. a veces trabaja gente en el piso de abajo. gente que no viene cada día. hoy es uno de esos días. distingo las voces de una señora de mediana edad, una chica argentina y un tipo. también hay otra chica, pero ella no habla nunca. sé que está porque ha sido la primera en llegar. ahora tengo ganas de mear por el frío. el lavabo está en el piso de abajo. tendría que bajar y saludar a todo el mundo y, la verdad, hoy no quiero saludar a nadie. no me apetece, aunque sé sus nombres y, si nos vemos por la calle, cruzamos hasta sonrisas. hoy soy sólo para mí

llaman por teléfono. como tampoco está mi jefa, me toca tomar nota de la llamada. es la conversación más larga que he tenido con sandra carmona. me sorprende su voz aniñada. no sé cómo es físicamente, pero por la voz parece adolescente. creo que es la conversación más larga que he tenido con un cliente desde que trabajo en esta empresa y ha durado un minuto y un segundo

qué raro es todo

miércoles, 21 de noviembre de 2007

se acaba la bombona de butano. la estufa hace un clic diferente al clic de cuando se enciende y el piloto azul desaparece. voy a la cocina y me guardo un cuchillo en el bolsillo de atrás del pantalón (uno de esos romos, de los de untar la mantequilla). vuelvo a la estufa, le quito la tapa de atrás, saco la bombona vacía y desconecto la capucha. levanto la persiana, enciendo la luz del patio y cojo con esfuerzo una bombona nueva. hace frío en la puta calle. apago la luz, cierro la puerta y bajo la persiana. con el cuchillo le quito la caperuza de plástico naranja, le coloco la capucha y la meto, con un esfuerzo similar al de antes, en el hueco vacío de la catalítica. le pongo la tapa y presiono el mínimo del gas durante seis segundos que cuento mentalmente. después, aprieto el encendido y, con dos clics más, la pongo al máximo. dejo la bombona vacía junto a la puerta de entrada, para quizás mañana, quizás el otro

porque no sucede nada extraordinario. mi jefe no vino a trabajar y encima de su mesa había tres cápsulas de clamoxyl quinientos. adelanté un montón de trabajo y me vi varias veces a mí mismo como un perro cualquiera sonriendo en la perrera con la esperanza de ser adoptado, jadeando y con los ojitos brillantes de emoción

martes, 20 de noviembre de 2007

uno. esa sensación extraña, la de la molestia en las caderas. como si me estuviera atropellando un autobús muchas veces al día, el crujido y el estallido, la cosa esa roja que todos tenemos dentro. a veces fantaseo y pienso que es un tanque y que yo soy un soldado ruso camino de berlín, alguien a quien alguien —una chica de mejillas rosadas de nombre impronunciable— echará mucho de menos allá, a tomar por culo en los urales

dos. betty, siguiendo su instinto perruno, ladra en cuanto detecta que las cosas no suceden en el orden que debieran. así, ladra cuando la puerta de la cocina se abre sola porque, un segundo antes, no supe cerrarla bien. ladra cuando oye que alguien sube por la escalera a las diez y veinte de la noche. ladra cuando el gato de la vecina se pasea entre las plantas de mi patio. a betty le gustan las cosas en su sitio pero a mí me mueve la colita cuando vuelvo del trabajo. ella con mi desorden no se mete

tres. he comido a una manzana por primera vez en cien años. amarilla y jugosa, se me ha caído al suelo de la emoción, estallando en un charquito mínimo y dulce que betty ha lamido, mirándome después a los ojos, con cara de tenías un secreto

cuatro. el sábado iremos a ver a los explosions in the sky. que sean teloneros de algo tan aburrido como spoon confiere a la noche el aura de tesoro que querría tener en todo lo que hago y siento. hasta ese momento, queda un miércoles, un jueves y un viernes. espero no estropearlos demasiado

y cinco, buenas noches
francotirador, sí. me muevo como el más silencioso de los gatos por los edificios en ruinas de la ciudad. sé pasar de uno a otro por túneles que sólo yo conozco. elijo mis disparos con cuidado y no siento nada cuando veo cómo se desploman. la guerra puede durar un millón de años más y sé que puedo llegar hasta el final. creo firmemente en mis escasas posibilidades

un final. han pasado tan sólo unos segundos, pero la batalla ha terminado porque ya es años-después. donde antes sólo había un laberinto de escombros humeantes, ahora hay niños y parques y bloques de pisos todos iguales. hay también coches aparcados —también iguales— y una taza de café caliente y un azucarero. también una mesa de formica azul celeste y un aire lleno de tristeza. una silla, una ventana levemente empañada. escribo mi nombre tal y como me enseñaron mis padres

muchas cosas antes de que ella vuelva. ahora tengo una vida y soy padre de familia y he aprendido el funcionamiento de algunas cosas no importantes. trabajo en una gasolinera y a veces estoy contento con el papel que la sociedad me ha dejado escoger. también a veces me sucede que me quedo como si me hubieran desconectado y entonces recuerdo los túneles, las ruinas, de qué manera el objetivo y cómo el ruido sordo del disparo y el cuerpo al desplomarse, blandamente, sobre la nieve sucia

(la pantalla se vuelve un agujero por el que viajo en el tiempo. vivo mil vidas mientras el trabajo se hace de una manera mecánica. no sirve de nada si no arriesgas)
hayden panettiere vive en una casa dentro del bosque. el mar le queda a casi una hora de coche y a veces tiene miedo por las noches. no sé exactamente qué hago allí. ella me mira y se abrocha la camisa de cuadros

el bosque está lleno de lobos, dice. tú no los ves, pero ellos están allí, moviéndose despacio. apaga el cigarrillo en el cenicero de la mesa baja y se levanta a mirar por la ventana. saldrás conmigo? sí, claro. no sabría dejarte sola

y ahí estoy yo, qué poco héroe, con una linterna en la mano y seguido por la joven panettiere, pensando que tengo más miedo que ella, todo el miedo del mundo sudándome la piel, y que ese bosque es una inmensa fosa común llena de oficiales polacos que se quejan a cada paso que damos, adentrándonos

hoy me he quedado dormido. tan dentro del bosque no se escuchaba el despertador

lunes, 19 de noviembre de 2007

tengo siete años y mi hermano y yo saltamos en la cama y el sol entra por la ventana y el día nos ciega, de tan brillante que es. jugamos con raquetas y con pelotas de colores. en cinco minutos más, los dos sangraremos por la nariz y por la boca, pero en ese momento sólo queremos saltar más alto, más aún

ya no creo en dios como cuando era pequeño. le fui perdiendo el miedo al ver que la fe diminuta que guardaba en el bolsillo se iba rompiendo por el roce con todas las tristezas

dios no existe, pero lo invento cada día y le pongo nombre y voz y pasos y sonrisa. le pongo mirada y tacto y gemido y también color. a veces mi dios es rojo y a veces mi dios tiene el color gris de las mañanas de los lunes. a veces mi dios no me habla por mucho que yo le cuente o necesite sus palabras, pero si sé que él no se irá nunca. encuentro esa fuerza en las pocas cosas que me hacen feliz. así no me siento del todo abandonado, tan sólo desorientado a ratos, abriendo puertas que no querría abrir, dudando y tropezando, desmoronándome, cerrando ventanas para que no se escapen ni el aire ni los ruidos que tengo en la cabeza

creo que hay cientos de motivos para creer en dios, pero sólo uno me dice ven, pronunciando mi nombre con voz clara. la paz que me da saber que me mira, me acompaña en silencio, ve mi sombra donde quiera que esté, pudiendo matarme con sólo pensarlo muy, muy fuerte
bueno, creo que con tu experiencia no te costará encontrar trabajo. la funcionaria habla lento, quizás porque tiene miedo de que no la entienda. le repito mis apellidos, recalcando que el primero tiene un guión en medio. sí, es compuesto. sonríe, intenta ser amigable. no la miro a los ojos. no tengo por qué establecer vínculos. me entretengo en las plantas y en las otras mesas y en las otras personas que esperan su turno. no tengo nada que ver con ellos, me digo en un horrible intento por verme mejor que ese gordo o esa chica o ese viejo. es la primera vez que cojo el paro y sé que será por poco tiempo, tan sólo un mes o dos como mucho. se levanta a buscar un no sé qué y le miro las caderas. por un momento, estoy en la antártida y esas caderas son mi único refugio ante la tormenta que se avecina. empujo la puerta con suavidad y entro y, entonces, el calor

de esto hace dos años. tengo un trabajo que está bien y cero ganas de medirme en aventuras con adolescentes. he encontrado un sitio desde el que se puede ver el mundo con la suficiente perspectiva. no todo el mundo, pero sí un trozo grande con un paisaje variado, más o menos como un parque temático. si no me muevo demasiado, es posible que no llegue a caerme nunca. se trata de no tener ambición, de hablar poco, de saber controlar el piloto automático y no volar muy bajo ni muy alto, ni muy lento, ni muy rápido

las plantas de la oficina de empleo se repiten en la biblioteca cuando voy a devolver los libros que tomo prestados. también se repite la mirada de la bibliotecaria y se repiten las colas para devolver o renovar. sé que hay una conexión, algo apenas tangencial quizás, pero soy incapaz de verla con claridad y, por tanto, de hablar de ella. he empezado a dormirme y me quedan aún veintiocho años

y algo invisible que me une
un frío que no es de este mundo, que viene de lejos, de cuando entraban en tu casa y te mataban a los hijos sin que pudieras hacer nada para evitarlo. un frío que te humedece la ropa, que te hace estar mareado todo el día, mareado y encogido, con pinchazos en los pies, con la espalda llena de calambres, con la nuca rota a puñetazos, con la nariz llena de gasóleo. un frío que te rompe el corazón y los cojones a patadas, que te cansa, que te quita las ganas de vivir, que te dice que te tires al suelo y te duermas para siempre, hasta mañana, hasta esta tarde, hasta hace diez minutos, hasta dentro de una vida. y despertar en primavera, cuando ya haya pasado todo y sólo haya un millón de banderas rojas ondeando allá a lo lejos
éste es mi pony. tengo casi cuarenta años, me peino con la raya al lado y llevo camisa blanca de grandes almacenes. a veces conduzco deprisa, tengo esposa y hijos y los domingos comemos todos en casa de mi madre. aprovecho para que me corte las uñas y le prometo que algún día llamaré a mi padre

éste es mi pony. tengo casi cuarenta años, me estoy quedando calvo y todas mis camisetas tienen agujeros. no sé conducir, no tengo pareja y como no follo, no tendré hijos. los domingos no salgo de casa casi nunca y me hago heridas cada vez que me corto las uñas. y no creo que llame a mi padre hasta que reúna el valor suficiente como para señalarlo con el dedo
ya compraré yo las entradas. cuelgo y guardo el teléfono en el bolsillo de la chaqueta. es sábado por la mañana y damos vueltas por el centro. el concierto es la semana que viene o la próxima. mientras, calles del raval llenas de chaperos y olores desconocidos, ebrios. no he dormido en casa y me siento culpable. hace días compré un mapa que colgué en la pared de la habitación. ayer, antes de salir, señalé allí las islas salomón con un círculo finito de color rojo. compramos croissants calientes que comemos mientras buscamos un sitio para desayunar. le miro y le digo buenos días mientras sonrío

domingo, 18 de noviembre de 2007

más asco físico. la ministra álvarez hablando del ave. tiene la cara hinchada por el bótox y el culo triste dentro de unos vaqueros que ella pretende modernos. zapatero con sus ojos azules y la boca llena de mentiras, una detrás de otra, mirando muy fijamente hasta convertirlas en verdades que se salen de las vías, que se desmoronan. rajoy hablando de la enseñanza del castellano mientras la ovación se pone de pie. franquistas llegando al valle de los caídos con coronas de flores y banderas españolas, los yugos y las flechas

los tres cables rojos, los tres verdes, el temporizador, los setenta kilos de tornillos, tuercas y clavos, la materia gris, el cubo de metal, la furgoneta, la suerte para que todo salga bien
arde barcelona y vuelan las vallas. yo duermo toda la tarde, encogido en la esquina más calentita de la cama, sabiendo en secreto que jose no llamará. me despierto lento y espeso. como pasas, cómo te pasas
en la película, escuchamos música de purcell en un coche aparcado en un vado de la zona hermética. ella tiene frío y yo no entraré en ningún bar porque soy un pulpo y eso es un garaje, uno inmenso con mil puertas de colores y niños vestidos todos iguales. salen las chicas tambaleándose sobre tacones-según-moda. dos tipos se meten farlopa entre dos containers, después de haber meado. miro el aire caliente que sube del chorro, del charco que crece. el aire está ardiendo mientras nosotros hablamos. ella me pregunta por mi padre y yo, como un autómata, vomito. tú tienes ganas de follar? yo no

en una gasolinera compramos galletas y agua. el bicarbonato sódico y el amónico de las chips ahoy —en su versión chunky— les dan un ligero sabor que, cuando nos besamos, hace que todo sea salado y triste, más grande que el mar
ponte la bufanda de cuadros grises. qué he exagerado. ya. un té con limón. gente cenando en el local. farloperos de cuarenta y muchos entrando y saliendo del wc. asco físico. un abrazo por detrás. jose ha vuelto, aunque sólo sea un momento en el fin de semana antes de marchar de nuevo. besos mientras nos contamos. después llega sebas y lidia y la conversación se diluye. una cerveza sin alcohol y otra más. llegan juank y marina. el bar se vuelve a llenar de adolescentes, como la noche anterior y como las últimas noches, según cuenta tino. beben cosas imbebibles y nos ponemos nostálgicos en la conversación, qué tiempos aquellos en los que nos atrevíamos a inventar. en la calle hace un grado bajo cero. al despedirnos, jose dice algo de un café esta tarde, antes de marchar otra vez hasta ni se sabe cuándo. sí, claro, cuando quieras, yo estaré en casa. no tiene ojos. han quedado un montón de cosas pendientes en la conversación. también ha fumado un millón de porros y va por el tercer gintonic. qué sexy, beber gintonics. me besa con cuidado y me sonríe. somos tan parecidos que parecemos un espejo: el de esta tarde es el café más inexistente del mundo porque llamará diciendo que no puede, tarde, que me escribe, bla

y estará bien así, porque no desafiará para nada el cuadrante de certezas que tengo de mi mundo. y eso es algo que siempre está bien, crecer y caminar por calles que no cambian de sitio. así no me caigo

sábado, 17 de noviembre de 2007

meo. me he pasado la tarde durmiendo, confortablemente anestesiado en la casa a oscuras. he abierto un bote de aceitunas y he llamado por teléfono mientras me miraba los calcetines a rayas amarillas y azules. hay esquimales escondidos en la habitación donde pinto. cazan focas y animales más grandes aún. hablan entre ellos un idioma con muchas palabras para hablar de la nieve y del frío. ahora veré una película, el taxista ful, y después saldré un rato con juank y marina. ellos han ido a ver the national y después vendrán a este pueblo de mierda. en la radio suenan los constantines y me gotea la nariz

meo. me duele la polla como si la hubiera metido en una máquina de cortar carne. pienso que he mandado el mejor día de mi vida a la basura. es tan fácil como tirar de la cadena y ver el remolino, escuchar cómo
hace frío en la calle. busco direcciones en el google maps. me ducho y me pongo un jersey grueso de lana de color marrón. preparo el arroz de hoy y salteo unas verduras. miro la cartelera

en la película, me he levantado temprano, de un humor excelente y no hacía mucho frío. he bajado en tren a barcelona y allí he comprado un par de regalos para isa, por su cumpleaños (sí, ya sé que quedan dos meses, pero me gusta hacer las cosas con tiempo), unos calcetines y un libro de jodorowsky. he quedado con juank y marina y hemos tomado una cerveza con amador en el sol. hemos ido a comer a los toreros y, después, un pacharán y un café en una terraza con estufas. ellos se han ido al cine y yo me he comprado unas adidas y he tomado el tren de vuelta. había una chica latina con unas tetas muy grandes y he imaginado alguna tontería. en la panadería de al lado de la estación he comprado un trozo de pizza para cenar y, al cruzar el puente, he visto a esa chica que siempre lee y camina muy deprisa y a la que se cree grace kelly y te mira desde arriba. al llegar a casa me he hecho una paja para celebrar que estoy vivo, he apagado el teléfono y he pensado en aquella vez que lourdes me contó que lo que más le gustaba a marta en el mundo era la sopa de estrellitas. fin
bueno, F, si no te animas con los hidden cameras, no te animarás con nada. no sirve pensar en aquellos momentos en los que fuiste feliz, porque siempre hay un mordisco de añoranza al final, ni pensar en el millón de cosas que podrías hacer esta mañana luminosa de sábado si no tuvieras esa carga de miedo que te impide avanzar en cualquier dirección

claro, claro. ya me conozco tu saco de excusas. buenos días
el bar de siempre lleno de gente que no conozco, a la que no me une ningún vínculo ni quiero. el maldito desfase generacional. arrinconado detrás de una cerveza sin alcohol, hablo con la poca gente con la que comparto cosas. es difícil estar en un sitio así sin estar borracho. mis amigos se desenvuelven bien, es sólo cuestión de pedir una cerveza más o otro tequila, pero éste con naranja. para mí también sería fácil si bebiera como antes, pero sé que no puedo hacerlo, ni puedo ni debo. tal y como estoy, reventaría. se me hace inaguantable tanto extraño y acabo mirando sin mirar, escuchando sin escuchar y hablando sin hablar, encerrado en una urna de piel dura. beso a la gente que quiero al despedirme. y abrazos, de esos abrazos que huelen a perfume y que querría quitarme ahora para no ponerme más triste de la cuenta. hablo con juank. él y marina llegan tarde y tan sólo es una despedida por teléfono. me veo incapaz de seguir allí un solo minuto más

viernes, 16 de noviembre de 2007

no sirve de nada hacer las mejores pizzas, porque cuando esa chica entre por la puerta de tu pequeño restaurante, ya no habrá vuelta atrás. porque ni ella se quedará contigo en tu agujero para siempre, ni tú te apuntarás a ese curso de cocina con el que fantaseas. nada puede salvarte. lo único que te espera es seguir levantándote temprano, seguir barriendo, seguir cerrando la puerta con llave por las noches, para que no se te escape el último latido, el que te queda
viernes con v de victoria y de vendetta, viaje y vuelta. viernes como la noria más alta del mundo, luces y colores. viernes helado y de temperaturas bajando en picado hacia el infierno. viernes con miedo a que algo me aplaste las caderas, un miedo atroz cada vez que estoy tumbado. miedo que me ahoga. viernes con jens lekman y they might be giants y empapado de navidad, con la cabeza puesta en algún sitio fuera de aquí. viernes con un córtate el pelo, con me quedan cuatro horas, con esta tarde pondré una lavadora y me miraré los deditos de los pies

mi madre no ha muerto. pido disculpas por haber preocupado innecesariamente a más de un lector

jueves, 15 de noviembre de 2007

puntualmente, cada noche suena el teléfono a la misma hora, siempre a las diez de la noche. iruka marca mi número y espera pacientemente a que yo descuelgue y hable con ella. nunca sucede así. he aprendido que nunca debo coger un número acabado en tres siete cero cero. no sabría qué decirle. ella espera y yo me escondo, porque no sé decir que no
estación naval de lakehurst (new jersey). son casi las siete y media de la tarde del seis de mayo de mil novecientos treinta y siete cuando, tras la proeza técnica de haber cruzado el atlántico, el hindenburg, el dirigible más grande jamás construido, estalla en el aire. la fuerte electricidad estática, acumulada en el fuselaje después de varias horas de tiempo tormentoso, prende el hidrógeno de la nave, convirtendo la maniobra de aterrizaje en el mismo infierno. treinta y cinco personas mueren en las llamas, entre pasajeros y tripulantes. queda, después de, una colección de imágenes, bellísimas y blancas, del desastre

hoy hablamos de gas, de lo que soy por dentro, de lo frío que está todo

miércoles, 14 de noviembre de 2007

se acerca la navidad. días en los que la añoranza pintarrajea las paredes. tengo un millón de personas a las que echar de menos y, a la vez, muy pocas. y mientras, visiones

duermo en el sofá desde hace días, con todas las luces de la casa encendidas a todas horas. mi madre ha muerto y he pedido unos días en el trabajo. me muevo como un autómata mientras preparo la comida. poco a poco voy apagando las luces. a veces viene alguien a verme y yo no hablo mucho. me siento bien, eso digo

ella está encima de mí y follamos mirándonos a los ojos. siento miedo al tocar su piel tan blanca porque temo romperla, mancharla para siempre de mis miedos. me corro un arcoiris blanco que ella bebe sin sonreír

en la plaza al final de la calle, quizás el verano pasado. hablo con alguien que no recuerdo y de repente, imagino cómo sería la escena si yo mismo caminase calle arriba y me viese allí, con las manos en los bolsillos y aburrido de esa conversación floja. me desconecto por un momento de las palabras y siento que estoy malgastando mis días

se acerca la navidad, cualquiera de hace años. tengo la cabeza llena de regalos para la gente que quiero. disfruto comprándolos desde dos meses antes, a veces tres. compro también papeles bonitos en que envolverlos en la tarde de los sábados. me ilusiono con facilidad, con patética facilidad

y ahora sí, buenas noches
se acerca la navidad. desde hace días, condiciona totalmente el ritmo de los trabajos que llegan al estudio. no me gustan estos días pero tengo que mentir y decir que sí, que los disfruto. porque mentir es hacer cosas bonitas de ambiente navideño, los colores, las letras, los fondos recurrentes, todo eso. es pasarlo bien mientras dibujo tres coronas de color dorado con notas de brillantes diferentes. me late fuerte el corazón cada vez que miro el reloj y veo que el tiempo pasa y se consume, que el trabajo no está hecho, que todos mis dibujos son una mierda grande y que las cosas se me caen

porque las cosas se me caen. de los ojos y las manos se me caen. se me caen por el pozo negro de la nuca hacia el infierno. me aterra perder la cabeza, olvidarte a ti y a ti, lo que me sucede y lo que vivo y lo que quiero y lo que deseo. que todo se vaya desvencijando en una neblina distraída y acabar convertido en un viejo con miedo a todo, sentado en el borde de la cama, pensando en cómo fue que

eran tus besos
hoy hay algo contento que ronronea dentro de mí. eso está bien, me dice el dolor. hoy el dolor no tiene cara ni manos, porque es tan sólo un bebé que me acaricia de vez en cuando. y sí, está bien, le digo. dentro de poco te irás y podré dormir tranquilo

se acerca la navidad. las luces tristes en las calles. los calcetines de colores para regalar

martes, 13 de noviembre de 2007

duermo así. la línea gris de puntitos indica la posición de la manta y el frío que hace. ni qué decir tiene que esta noche deseo, por encima de todas las cosas, dormir solo, muy solo. buenas noches


no te muevas demasiado antes de dormir. eres nitroglicerina y sólo con que te miren puedes estallar. así, obediente y dócil, apago la televisión y me tapo hasta más arriba de las cejas. me aburre csi

mira que te lo dije, y me sonríe. estaba avisado, sí. noto su pellizco en el costado izquierdo y el escalofrío en la espalda. su puta madre. medio dormido, siento el dolor y la reacción en cadena. apenas llego al wc. el dolor está tan vivo que tiene cuerpo y tiene cara, la cara de una tía con la que follé hace tiempo

me miro al espejo, de cerca, porque no he cogido ni las gafas. son las cuatro de la mañana. estoy completamente despierto ahora. preparo el desayuno que tomaré más tarde. me miro al espejo. así voy a estar la vida que me queda? en qué me he convertido? hasta dónde soy capaz de llegar? me miro la polla. tengo ganas de mear

buenos días a todos

lunes, 12 de noviembre de 2007

veinte horas de un lunes. el fascista es un soldado del ejército español. recuerdo anuncios con soldados atléticos y chicas estupendas salvando niños de un montón de colores diferentes. soldados cuya única arma es una sonrisa profidén. soldados de colores diferentes, ven, que te daremos los papeles, sudaca o moro, te daremos de comer. el fascista camina con un machete por la calle. el vagón de metro. la gente. la manifestación de democracia nacional. el chico de dieciséis años. la bandera española. los que llegan en pateras y en camiones. los que vienen con visado y después desaparecen, fundiéndose con tu sombra y con la mía, escondiéndose, subsistiendo. allí está el fascista con su machete, para decir que no, basta, no en mi nombre, las enésimas letanías

qué se siente cuando el metal te parte en dos la vida?
diecinueve horas de un lunes. un fascista clava un cuchillo en el corazón de un chico en el metro de legazpi. ganas de llorar por todo. trabajo en una revista de viajes para la tercera edad. un millón de viejos apelotonados en un autobús viendo piedras y playas, viajando por toda la puta españa. viejos tan viejos como yo, con las bocas llenas de silencios y de quejas, bajos de defensas, contando sus pastillas. páginas llenas de fotos de sitios a los que no iré en la vida. viejos haciéndose fotos, sonrientes y protésicos. llevo dos jerseis, tengo la estufa al máximo y sigo teniendo frío. el miedo me hace andar como si tuviera una pistola apuntándome la nuca, a trompicones en las esquinas. duermo un rato al mediodía. me pregunto constantemente por qué no mejoro. como una especie de plegaria, señor, hice todo lo que me dijiste pero no. imaginé la luz y la toqué con los dedos pero la sangre sigue y el dolor y el temblor en cada poro de mi piel cuando siento que no puedo, que apenas más. qué más puedo hacer, señor?

no me dices nada, porque llega una ola roja y siento que no tengo nada de amor dentro, que ya no me escucho, que ya no

domingo, 11 de noviembre de 2007

la mesa preparada con todas las cosas y el mantel de los domingos. comida especial para ellos dos, porque yo tengo mi aburrida dieta. una llamada de teléfono. mi hermano llegará tarde, quizás en una hora. está en casa de los padres de su expareja. ha ido allí a ver cómo está víctor, que lleva días con una tos que no se marcha. se han separado hace poco, algo más de un mes, y mientras los abogados arreglan la situación a nivel legal, el niño vive con su madre en casa de los padres de ella. con suerte le tocará algún fin de semana de cada cuantos

mi madre y yo comemos en silencio. él ya lo hará cuando llegue. así, las previsibles conversaciones se convierten en un qué tal? cómo estás? y poco más. algo sobre un pantalón que se compró hace poco y al segundo lavado ya le salieron agujeros en el culo, al lado de los bolsillos. es aquí que tienes que ponerle la tela. mi madre asiente y deja el pantalón en el respaldo de una silla. él se queda dormido en el sofá. su cara brilla mientras yo enfado a betty con un juego en el que entra su hueso de silicona negra, una pelota gigante de tenis de color malva partida por la mitad y una pelota de tenis convencional a la que le falta la mitad de la tela

cuando él se va, yo estoy durmiendo. he aparcado la lectura del libro de bernice eisenstein para descansar un rato. mi madre me lo dice después, se fue tu hermano y tú dormías. no sé qué decir en ese momento, pero acierto a pensar un bueno, salúdalo cuando hables con él

en el lavabo ensayo caras de espectro con la puerta cerrada y el torso desnudo y los pelos de loca
acabarás siendo un espectro, dice mi madre. un espectro o algo peor. no contesto. no tengo nada que decir. prefiero cambiar las sábanas y ducharme antes que perder el tiempo dándole vueltas a esas palabras. discutiríamos y no porque es domingo. acabarás siendo un espectro porque, cuando yo no esté, olvidarás que tienes un hermano

domingo de comida familiar. me asquean. no suelo hablar. las conversaciones son poco más que compromisos de los que desconozco los rituales. mi familia es pequeña, exigua, mínima. una madre y dos hermanos. entonces, cuando ella no esté, yo seré un espectro, presumiblemente porque no tengo nada que hablar con mi hermano, aunque hoy me preguntará cómo estoy y cómo va el trabajo. son dos cosas de las que puedo decir algo, sí, aunque sea con la boca llena y a media voz

es mutuo, eso de no tener prácticamente nada que contar, pero él lo disimula detrás de su verborrea y su anecdotario. cuando mi madre no esté, los dos seremos espectros. uno callado y que no mira a los ojos y otro ruidoso y sonriente. espectros que se ignorarán la mayoría de los días y se saludarán con distancia en las fechas señaladas

cuando mi madre no esté, qué eufemismo

mejor sábanas a rayas de color café, con funda de tréboles en el mismo tono. mejor
cuando tienes veintiún años parece que te vas a comer el mundo cada vez que sonríes. la chiquilla sigue fumando porros y bebiendo quintos mientras habla con uno y con otro y, a veces, besa a albert, que para eso es su chico. tiene las manos sonrosadas por el frío y un montón de piercings. no puedo evitar mirarla y construirla fuera de ese espacio

(espacio: el bar de siempre, el local, a las dos de la mañana, con ganas de rumba y de fiesta. clientes habituales haciendo planes para el resto de la noche y un montón de chistes recurrentes. el flamenquito se cambia por el reggae y el reggae por el pop. suena el planet of sound de los pixies, hefner, yo la tengo y alguna cosa más. me alegra. está todo tan sucio que mejor apaga las luces, cierra las puertas, bajemos todos la persiana)

y al construirla fuera de ese espacio me doy cuenta de lo viejo que soy, viejo y gastado. y la imagino levantándose mucho más tarde que yo y caminando desnuda por el piso, apenas envuelta en una manta de cuadros, para venir a compartir un ratito del domingo a mi lado, sentándose con las piernas cruzadas, sonriente y perezosa como un gato

y besarle la nariz y ver cómo soy yo cuando no puedo hacerla feliz, ni a ella ni a nadie. buenas noches

sábado, 10 de noviembre de 2007

entra dentro de lo posible que no nos veamos nunca más. pese a ello, no dejo de fantasear con la posibilidad de. y quizás sea en unas escaleras mecánicas, en un vagón de tren, frente al cajero en un parking, en un bar con mil personas más. y entonces hablar será una losa porque realmente querría tocarla y jugar con mi pulgar entre sus labios y decirle algo así como que me voy a morir, sólo por el placer de ver cómo no sabe qué decir por primera vez en sus treinta y tres años de existencia. feliz cumpleaños para ti también, donde quiera que estés
las primeras palabras de bernice eisenstein en su novela gráfica yo fui hija de supervivientes del holocausto, dibujan a la perfección cómo me siento la mayor parte del tiempo. ella escribe:

estoy perdida en el recuerdo. no es un lugar cartografiado, fijado por coordenadas de longitud y latitud, desde donde volver sobre mis pasos y llegar de nuevo al mismo sitio. cada vez es distinto

compro esa novela por esas palabras y la empiezo a leer mientras espero el tren del vuelta. tengo la sensación de haber encontrado a alguien que habla como yo, que siente como yo. por fin
barcelona llena de turistas. tren lleno de gente. una chica de tacones imposibles que escucha música a todo volumen. me fijo en la hebilla de su cinturón y imagino cómo debe ser su sexo. un bonito coño de veinteañera que es capaz de arrugarme sólo de pensarlo. miro al tipo que tengo delante de mí. me gustan sus gafas y su pelo gris lleno de remolinos. por el contrario, tantos anillos y tanto oro en las muñecas me desconciertan. es algo poco usual en un hombre. uno de los anillos en especial, con una turquesa enorme, femenino, me hipnotiza. se lo toca y juega con sus dedos. yo me entretengo así: mejor mirarle las manos a ese tipo que estar pendiente del coño de esa chica

me gusta la dependienta del corte inglés. ruth pérez, según figura en el ticket de compra que acabo de mirar, es la clase de tía en la que me fijo. mientras me atiende me siento cansado y me apoyo en el mostrador. habla con una compañera sobre los hombres y cómo es que no saben poner lavadoras. la compañera es más joven, mucho más que yo, y ella es mayor que yo, pero sólo unos años por encima. me gusta el color de su piel, bronceado de rayos uva. me parece violento y sexual. y sus tetas. y los tacones, poco apropiados en la planta de zapatería deportiva de una marca concreta. la miro y hago esfuerzos por no desplomarme. me viene el dolor

porque el dolor no siempre está, pero el miedo al dolor se convierte en el eje alrededor del cual giran todas y cada una de las cosas que hago cada día. como un animal que vive con miedo. cada vez que toco algo, una descarga de electricidad me ciega. así, aprendo a no tocar nada y a tener miedo cada vez que tengo que tocar algo. el dolor se comporta así. aprendo a tenerle miedo y cada vez más miedo, hasta que acabo viviendo una vida que no es la mía, sino que es exactamente la del dolor que vive en mí y que apenas sé cómo sanar

y más. me gusta la dependienta del norma cómics, la que está en la caja y tiene una chapa que dice no me mires las tetas o mírame a los ojos o alguna sandez por el estilo. me gusta porque no le miro las tetas, ni cuando le doy los libros para que se los cobre, ni cuando espero que me diga el importe, ni cuando le doy la tarjeta y el dni para que se cobre, ni cuando espero que me dé el papelito para firmar, ni cuando se lo firmo y recojo mis cosas y me despido con un hasta luego muy poco creíble. me gusta porque no le miro las tetas y, pese a todo, es lo único que querría, eso y llevarme cincuenta libros y cómics más de los que me llevo, hipnotizarlos a todos, desvanecerme como houdini ante sus bocas babeantes mientras deslizo mi lengua por su canalillo, un segundo antes de una explosión que me hará desaparecer durante muchísimo tiempo

y más. arroz hervido y desenfriol. jaume vila en el teléfono. las palabras de mi madre: tu hijo está enfermo? está tan demacrado. se ha hecho análisis? los levi's blancos de esa chica, la de las bailarinas doradas y el pañuelo de lunares. las ganas de follar que tengo dentro. follar como un acto aséptico en el que no entra nunca otra persona, sino sólo un agujero en el que esconderse uno

así
tenía fiebre cuando me fui a dormir, una de esas que vino de repente, con fuerza. no sé qué soñé pero sí sé que me quería morir debajo de la manta azul. estaba helado, helado y encogido. sé que me quedé quieto mientras la noche se iba haciendo cada vez más animal y profunda. que me desperté a las seis con muchas ganas de mear. que después seguí durmiendo y que el sueño esta vez era diferente y sí recuerdo algo. había grandes paredes de ladrillos rojos y muchas personas, todas iguales, esperando un barco hacia un puerto del mar del norte. que ahora debo bajar a barcelona un ratito, aprovechando las horas de la mañana y el sol que no calienta. que me miro y estoy entero y eso ya es mucho. que a ver si soy capaz. que ánimo, pompones y cheerleaders. buenos días

viernes, 9 de noviembre de 2007

ruth está guapa con esos pantalones ceñidos. me ha convencido para bajar un ratito al local. cosas de no querer cenar sola. pizza de trigueros, cerveza, cortado y tabaco. yo, un té con limón con doble de azúcar. no tengo nada de hambre. hablamos de lo que tenemos en la cabeza, que suelen ser demonios, de cómo nos agotan en pensamientos circulares, obsesivos, con música de feria abandonada. hay una mesa grande con una cena preparada. patricia se va a argentina a vivir y la gente la despide. creo que he hablado dos veces o tres con esa chica, pero hoy se me acerca con el rollo ése de cuánto tiempo, qué pelo más largo, me gusta más así. y a mí qué coño me importa. la gente es idiota. si no tienen nada que decir, deberían poder quedarse callados sin acomplejarse. quedarte callado no te hace ser idiota o más idiota, sólo hace que no tengas la boca llena de imbecilidades. te hace ser agradable a los ojos de la gente que, como yo, esperamos un poco de silencio de según quién. rematamos con un par de besos en la mejilla —algo que odio casi tanto como que me la chupen— y ya tenemos la representación social de hoy. ni qué decir tiene que no soy muy de estas cosas, pero sonrío y intento ser cortés, cortés de medio lado

hace un frío espantoso, de esos de los que todo el mundo habla al entrar de la calle, resoplando y frotándose las manos, con los ojos rojos de tanta marihuana. un frío que hace que te sientas un poco dustin hoffman en cowboy de medianoche. seguimos hablando del tiempo, en definitiva, cuando vaticinamos que en diez años no estaremos aquí, que la vida se construye en otros sitios. aquí los viejos tienen un color ceniza al morir y, para ellos, bajar la rambla es algo casi tan desconocido como escalar el puto kilimanjaro. y no queremos convertirnos en algo así, pero no hay muchas pistas que te lleven en una dirección contraria. y es que nosotros no somos como rafa, capaz de dejarlo todo y aparecer en un boquete de hielo cerca del ártico por amor

hoy le he escrito un mail larguísimo. creo que hace tiempo que no escribo un mail tan largo, ni a rafa ni a nadie. en tallinn están a cero grados y aún tiene que bajar la temperatura veinte más. prefiero ni pensarlo. buenas noches
he tomado un par de desenfrioles pero creo que no. también he trabajado un montón esta mañana, pero a las dos y media no podía más y a las tres menos cuarto me quería morir. soy un montón de cosas en equilibrio que se tambalea, y hasta el bostezo de un maorí en nueva zelanda puede hacer que me desmonte aquí, en este sitio de mierda en el que nadie diría que hace tanto frío. estornudos, diarreas, tanto da. el caso es seguir sin tener una forma definida, tan sólo sujeto por las mangas de esta camisa que cada vez me viene más grande

creo que iré a dormir un rato. que descanses tú también
el hombre del maletín me mira. ha sido tan sólo un segundo en la avenida catalunya, pero la cabeza me ha dado vueltas como un tiovivo. de repente le veo desnudarse delante de mí, camiseta interior blanca y calzoncillos caídos. se me acerca y le beso mientras nos acariciamos las pollas. la suya es triste, mucho más que la mía. la imagen se desvanece en el momento en el que me entrega un sobre con dinero que no cuento. tan sólo unos pasos más y pronto, las luces de navidad quemándolo todo

ahora sí, buenas noches
una librería de color rojo por fuera. miro estantes, tomo libros y hojeo con interés cambiante. pocos volúmenes, escogidos, todo mezclado. autores por orden alfabético. las dependientas hablan. dos dependientas que hablan en ese tono que odio, encantadas de escucharse la una a la otra y, sobre todo, de que las escuchen. nadie más en la librería, o sea que es para mí. soy el único espectador de esa obrita menor que interpretan para mí. hablan de gente que yo también conozco y se dan consejos, previniéndose. el mundo aquí es muy pequeño y casi todo el mundo sabe quién es casi todo el mundo. y yo tengo dos dependientas para mí, dos dependientas que me dejan hacer y tocar y leer y pensar mientras se hablan y se quejan. está bien, aunque todo sean tonterías. compro rant, de palahniuk. es un regalo para juank. meto en la bolsa los libros que saqué esta tarde de la biblioteca y pago con tarjeta. camino deprisa al volver a casa. cada vez hace más frío, pero encontrarme con david f hace que al menos podamos reír mientras subimos la calle padró con las manos en lo más profundo de los bolsillos y los pies helados

jueves, 8 de noviembre de 2007

suenan estandards de jazz cantados por ella fitzgerald y la verdad es que no estoy muy de humor para eso. aquí, en el estudio, la música a veces está bien, como la de ayer por la tarde, con esas canciones para castrados interpretadas por sopranos de voz más que rara. precioso el laberinto de matices mientras la tarde se hacía cada vez más azul, más fría. ni qué decir tiene que otras veces la música me acaba crispando de los nervios, aunque siempre es peor el silencio

silencio de esos silencios densos a los que puedes golpear y romperte los nudillos. de los que te persiguen mucho rato después de haberlos mirado a los ojos

pero eso era ayer. después todo se fue a la mierda por un asunto de lo más trivial del que no merece la pena ni hablar. en fin

y hoy jueves, bien por él. jueves con el jersey azul transparente y las mangas llenas de kleenex usados. jueves con los pies fríos y las ganas de comer cosas muy dulces. con la puta nariz desollada por la celulosa húmeda y goteando un resfriado que apenas empieza y que me acompañará hasta la primavera. con las tripas sorpredentemente bien, quizás esperando para joderme cuando menos me lo espere. con un montón de trabajo encima de la mesa. jueves con ganas de que me dejen en paz. jueves de carmen la limpiadora y el suelo húmedo lleno de pisadas

jueves para escoger la llave correcta y mandarla a tomar por el culo. así

miércoles, 7 de noviembre de 2007

qué es hacer las cosas bien? estar a la altura de lo que los demás esperan de ti o, por el contrario, tener la sensación de que lo has hecho lo mejor que sabías o podías? no lo sé, la verdad. sólo sé que quiero que me dejen en paz, en mi puta paz, para ver si se me pasa esta sensación de estar vomitando pero-para-muy-adentro

gracias a juank por la imagen del vómito. es gráfica, tanto que hasta duele

buenas noches

martes, 6 de noviembre de 2007

el cumpleaños de juank. veintinueve años no son muchos años, pero cuando estás hasta el nabo, todos los años son más de la cuenta, demasiados. él y marina beben cerveza y yo agua con gas. no hay nadie más en el bar de paco. paco mira la televisión sentado en una silla que está demasiado cerca. comentamos las noticias, hablamos de cualquier cosa, me enseñan fotos del fin de semana. karlos osinaga en un rincón del escenario, rompiéndose por dentro. todos los conciertos de lisabö son el latido eléctrico y febril que impulsa la vida, ésta y no otra. el muro de cemento de marina d'or es la muerte vestida de flores abrazándote por detrás, diciéndote guarradas. su puta madre

felicidades, un beso, tu abrazo, buenas noches
hablo con isa por teléfono. ambos compartimos enfermedad y un montón de cosas grande, además de un cariño infinito. hablamos de síntomas y dieta, de flora intestinal, de moco, de sangre, de heces. el mundo apasionante de las heces. se preocupa y me lo dice. la tranquilizo: ella me ha visto mil veces peor que ahora, pero no puede evitar intentar cuidarme un poco, a pesar de que no me dejo cuidar demasiado. pienso que para eso me basto y me sobro. quizás son ganas de no molestar, de pasar de puntillas, de no manchar el suelo. sea lo que sea, prefiero estar tranquilo en mi rincón, sin pensar en nada concreto y en todo al mismo tiempo, sin hablar apenas. juego con betty un ratito antes de escribir ésto. me gusta cómo huele y el tacto calentito de sus patas cuando me saluda poniéndose se pie. hoy es el primer día de encender la catalítica y ella tiene el morro suave y la lengua áspera

zumo de manzana, de zanahoria, de remolacha. zumo de todo a la vez con una pizca de jengibre. la manera dulce de querer a alguien y el sonido de la licuadora
me gusta esa sensación, la de masturbarme y no alcanzar el orgasmo. la de hacerlo varias veces, sólo por matar el tiempo que pasa hasta que entre a trabajar, medio adormilado. sólo de vez en cuando, muy de vez en cuando, lo de masturbarme así. la televisión encendida, las noticias repitiéndose en un bucle intrascendente, los minutos resbalándose y la mano que acaricia el sexo firme y triste. después, la rutina

pensar en un culo, ese culo. recordar una imagen, alguien concreto. un coño, una boca, una polla. hablar de ésto por puro aburrimiento

lunes, 5 de noviembre de 2007

lunes, para qué pensar? la vida que me espera aquí es idéntica a la de antes, a la de hace tan sólo una semana. llevo siete meses consumiéndome lentamente. me he duchado y pesado antes de ir a trabajar (he llegado una hora tarde) y estoy en sesenta y seis kilos, algo que pesaba cuando tenía veinte años. pero eso no es malo. lo triste de todo esto es que, cada día que pasa, es el corazón el que pesa menos, el que se deshace en hilitos. tanto se va borrando, que cada vez tengo más miedo a no tenerlo en el pecho, como si vivir se estuviera convirtiendo en una cadena de inercias que hago sin apenas esfuerzo, un puñado de recuerdos a los que pongo palabras y sensaciones y que ignora sistemáticamente la vida de verdad, la que me mira insistente desde el otro lado de la valla y me llama de vez en cuando, no sé bien para qué
domingo y la vuelta a casa. una mezcla grumosa de odio y pena por tener que volver. miedo ante el viaje por el puto dolor, las putas diarreas, la puta sangre y la puta vida. miedo y tristeza ante las despedidas. once horas de tren viajando de noche. intento tranquilizarme. me concentro en seguir leyendo la revista. las idioteces que chicos con una gran vida interior le sueltan al imbécil de la grabadora. me apestan los periodistas. todos sin excepción están esperando un buen precio al que venderse. cierro los ojos. debo intentar dormir o, por lo menos, tener una noche tranquila. no sé qué ha pasado en el mundo durante estos días. debo vaciarme la cabeza de todo para estar bien. adolescentes hablando alto y teléfonos sonando hasta caer muertos de cansancio

buenas noches y buena suerte, F. la vas a necesitar
sábado durante el día. creo que tengo hasta fiebre. me acurruco en el sofá mientras vamos consumiendo capítulos de perdidos hasta agotar la tercera temporada y la mitad de los extras del dvd siete. comemos el asado que sobró de ayer y arroz integral con champiñones, cremoso y tibio. no quiero nada más que lo que me cabe en la mano izquierda

a las once de la noche, bajo a tirar la basura. hay unos chiquillos en la calle. por algo que no alcanzo a comprender, tengo miedo, un miedo pequeño y retorcido. cambio de acera. el miedo viene detrás de mí y me sopla en la nuca. recuerdo una canción, first night, de heroes and villians. mientras siga siendo capaz de recordar, nada me pasará. nunca, por mucho miedo que tenga

una canción bonita te salva de la muerte aunque nunca llegues a saberlo
viernes. vuelvo a sangrar. intento concentrarme y ver una luz tranquila que va curando las heridas por dentro. despierto varias veces durante la noche. respirar tranquilo y relajarme, es así como debo hacer las cosas. pero me cuesta. en lugar de un haz de luz que me recorre el colon, sólo puedo sentir algo rígido y frío en el vientre. madera vieja y húmeda y nada de luz. pronto se hará de día y hoy podríamos ir a comprar esa estufa, quieres?

(las cajas donde están las estufas están desordenadas. ningún precio corresponde y la dependienta se desespera. elegimos un radiador de aceite de once cuerpos y dos mil quinientos vatios de potencia. a la dependienta que se desespera, la faja se le sale por detrás. la chica de la caja, la más tranquila, tiene un culo redondo y las uñas de color rojo. ahora un mozo intenta arreglar el despropósito de las estufas: cada caja con su estufa, cada precio con su caja. mira sin interés y hace su trabajo lentamente. en un rinconcito pequeño detrás de la pantalla, justo al lado de los cables, una mosca ha muerto atrapada en una teleraña con las alitas muy abiertas. hoy cocinaré como un gran chef)
jueves por la mañana. el supermercado está abierto y compramos unas zapatillas de fieltro. por la tarde iremos al cine. en esa terraza de la calle corredera tomamos una cerveza. es primavera, una primavera de noviembre. miro a esas chicas que entran hablando alto. miro a las otras dos. una de ellas lleva todavía dos etiquetas adhesivas con el precio en sus sandalias negras. cierro los ojos por un momento. fuman. el mundo se ha detenido y siento que el sol sólo es para mí en ese instante, para nosotros

(en el cine, me fijo en las manchas de la moqueta junto a las salas uno y dos. un vaso gigante de cocacola se cae y estalla en el suelo, salpicando de algo pegajoso y negro a mil personas que esperan entrar a una de las salas. la escena se reproduce tantas veces como manchas hay, cuatro en el rincón en el que estamos. adolescentes juegan a ser adultos. la chica que sube la escalera tiene un cuerpo hermoso. hace dos días que no tengo una erección y me duele todo sólo de pensarlo. en la película, como siempre, acabo teniendo miedo y llorando un poco. no me gusta que la gente muera. no me gustan muchas cosas y las callo casi todas)
miércoles por la noche. una rinoplastia, dos maletas y unas botas de tacón de aguja. compro el rockdelux de noviembre para el viaje mientras esa chica habla con su hija. puedo tener vagas fantasías sexuales con casi todas las mujeres con las que me cruzo, pero difícilmente sentiré algo más que asco a partir de la tercera o la cuarta, que en este caso será ella, con su marido esperando en la puerta. todavía no lo sé, pero compartiremos tren. pienso en su boca y en cómo debe chuparla. mejor busco un sitio en el que sentarme a descansar. dos chicas muy jóvenes se besan a mi izquierda. a mi derecha, un magrebí reza en voz baja. todo va a salir bien, me repito cien mil veces