lunes, 12 de noviembre de 2007

diecinueve horas de un lunes. un fascista clava un cuchillo en el corazón de un chico en el metro de legazpi. ganas de llorar por todo. trabajo en una revista de viajes para la tercera edad. un millón de viejos apelotonados en un autobús viendo piedras y playas, viajando por toda la puta españa. viejos tan viejos como yo, con las bocas llenas de silencios y de quejas, bajos de defensas, contando sus pastillas. páginas llenas de fotos de sitios a los que no iré en la vida. viejos haciéndose fotos, sonrientes y protésicos. llevo dos jerseis, tengo la estufa al máximo y sigo teniendo frío. el miedo me hace andar como si tuviera una pistola apuntándome la nuca, a trompicones en las esquinas. duermo un rato al mediodía. me pregunto constantemente por qué no mejoro. como una especie de plegaria, señor, hice todo lo que me dijiste pero no. imaginé la luz y la toqué con los dedos pero la sangre sigue y el dolor y el temblor en cada poro de mi piel cuando siento que no puedo, que apenas más. qué más puedo hacer, señor?

no me dices nada, porque llega una ola roja y siento que no tengo nada de amor dentro, que ya no me escucho, que ya no