jueves, 29 de enero de 2015

(de entre todas las enfermas, júlia. con el vientre hinchado y las uñas pintadas de rojo, mis esfuerzos por vestirla, por caminar a su lado, por cuidarla hasta que despierto, tan hinchado como ella, comido por las lágrimas y las sonrisas fingidas a mordiscos)
(xavier pagès, el inmortal, el superhéroe adolescente ahora convertido en el hombre de negocios que trae botellas de moët & chandon a la misa negra de los lunes. allí, sobre el mapa de una ciudad que sólo existe dentro de nosotros, las mujeres enfermas —madres y amantes, hijas y hermanas, hembras que sangran y lloran y olvidan, hembras a las que pido perdón una y otra vez, hembras que nunca se alejan— marcan el lugar aproximado de cada entierro, respetando escrupulosamente el orden de los mil doscientos veintidós cuerpos y el listado de calles equivocadas, debatiendo el itinerario a seguir cuando anochece. la nieve de la entrada se mantiene sucia durante días. comemos dulces para recuperar fuerzas, mazapán francés que embarra de azúcar el paladar. un perro que todos cuidamos ladra y ladra desafiante hasta que se hace de día)

sábado, 24 de enero de 2015

(la diarrea enloquece dentro de uno, un tsunami de frío y vergüenza que me derrumba y atropella, que me convierte en otro asqueroso viejo que se ensucia en los pantalones, el hedor insoportable iluminando la calle sant martí)
 (audrey hepburn con bolsas de ikea y perchas rosas, incapaz de pedir perdón o dar las gracias, la música de vertedero bombeando strass en su cabeza mientras sus intestinos se esfuerzan en digerir el cuerpo decapitado de una mujer birmana, mi propio cuerpo sin cabeza, el cuerpo de un joven ryan gosling de extrarradio con las manos rojas por el frío)
(una mujer que moquea sobre una conversación de whatsapp y cómo me reflejo en su páramo de maquillaje y en la piel tensa de su vientre a través de una indiscreta blusa negra y en el cristal que está detrás de ella y que separa este mundo de uno que arde y llora y vomita sobre un hombre que duerme envuelto en asfalto y una manta mientras un millón de coches y autobuses y turistas y semáforos gravitan a su alrededor como una nube de polvo atrapado en la luz que me ahoga la boca al toser. una mujer que se desintegra en hombres que rezan en voz baja y hombres que miran su reflejo en otros hombres que sólo desean llegar a un lugar seguro en el que poder masturbarse como animales furiosos mientras consumen horas y horas de pornografía pixelada en cuentos de hadas y horizontes)

jueves, 22 de enero de 2015

(el hombre, un noruego amigo de mi hermano menor y que todos conocemos como marc fielder, construye en el sótano una ciudad en miniatura, un aeropuerto, un órgano de iglesia. sus vecinos en el número siete de la calle amargós —viejos que escupen al hablar, que conspiran detrás de las puertas entreabiertas, en el vértigo de escaleras y rellanos— denuncian con insistencia lo que ellos consideran un acto profundamente delictivo. así, la policía detiene una y otra vez al hombre llamado marc mientras los aviones aterrizan y despegan, los niños se pelean en las plazas, la música de pierluigi couperin se descubre como una hermosa cascada azul sobre ciento veinticinco metros cuadrados de delicada baldosa hidráulica)

martes, 20 de enero de 2015

(llueve y ahora maria tiene el cabello completamente blanco y la misma sonrisa voraz de hace quince o veinte años. llueve y me muerde hasta sangrar, me araña la espalda, me empuja con fuerza dentro de ella mientras me habla de la muerte de su padre y de cómo ahora sólo vive, vive tan deprisa como puede, ahogándose a escondidas en nuestra espesa baba púrpura)

lunes, 19 de enero de 2015


domingo, 18 de enero de 2015

(quedan apenas unas horas para que la vida en la tierra se extinga para siempre y ahí estamos nosotros, la madre de las dos niñas pelirrojas con síndrome de down y yo, recorriendo los pasillos de un centro comercial abandonado —muros de cemento y hierro allí donde joan amades situaba la puerta del infierno—, tachando con bolígrafo rojo todo aquello que necesitamos para sobrevivir y que marco apuntó en una libreta antes de desaparecer, tragado por el barro)

sábado, 17 de enero de 2015

(un velatorio lleno de caras conocidas, el cuerpo amortajado del padre de pilar. allí lloramos, entre canciones mineras y botellas de sidra y vino turbio, abrazados a lutos y banderas, todos recordando a un hombre bueno)

(despierto. una mujer llora sentada en la caja de madera , qué pecado, qué culpa, serpiente y hacha entre los muslos)

viernes, 16 de enero de 2015

(un fuego que quema desde hace días en un cuenco de metal, un fuego que quema sobre trocitos de carbón y nos calienta las manos, quién es el joven borracho que vive en la habitación del fondo y ahora se sienta junto a mí, el calor en el nido, trampas de cera transparente dentro de las llamas)

martes, 13 de enero de 2015

(otra vez la anciana sin dientes pero ahora está sentada en mi cama y me come la polla con esfuerzo y asco, quejándose, no le gusta y se siente sucia, escupe, lloriquea, deja caer largos hilos de baba en el suelo de la habitación, le tiemblan las tetas marchitas y la grasa del vientre, el pelo teñido y sucio se despierta entre mis dedos como un desierto antiguo, en ese momento me corro, empujo más fuerte, me corro otra vez, me arranco la piel y las ganas de vivir hasta la siguiente partida)

sábado, 10 de enero de 2015

(me duele la puta cabeza, me duele como pocas veces antes, me deshace los ojos en los pómulos y en la garganta, se hinchan en mi estómago como mil caballos furiosos o cuerpos que la nieve termina por cubrir, derramándose dentro de mí hasta llenarme de océanos negros y fríos y motivos para hundirme)

(ahí hay pastillas en multitud de cajitas y sirven, o eso creo y por eso están, de tantos colores diferentes. ahí hay necrológicas y fotografías de culos y coños y bocas y pollas y sirven también, sí, sirven, sirven palabras y píxeles empapándose de aplausos. ahí estoy yo y apesto, con las manos abiertas y llenas de cosas robadas, intentando llegar a la meta porque ésa y no otra era la antártida)

jueves, 8 de enero de 2015

(vencido, arrodillado, esperando a que suceda. una urna con las cenizas de mi madre encima de la mesa del despacho, un sobre abierto con las manos sucias, instrucciones sobre cómo afrontar la muerte, papeles del juzgado, documentación notarial desordenada, sol de mediodía a través de la persiana, sol a golpes ciegos en la frente y en la nuca, cansancio que germina ahí donde termina todo, hartazgo en la carne abierta, brotan flores de fiebre entre las vértebras y en la mirada perdida, sin sangre, sin segundas oportunidades)

domingo, 4 de enero de 2015

(camino tambaleándome por el bazar de la avenida rius i taulet, miro hipnotizado las bragas y las batas de mujer, los gorros, las bufandas, el papel de regalo, recorro pasillos interminables consagrados al plástico, las velas de olor, los productos de limpieza, las luces de led y los gatos dorados, un páramo helado que quema en los ojos y dura mil años de errores)

sábado, 3 de enero de 2015

(las catacumbas bajo el aeropuerto ahora son cuidados espacios, librerías y tiendas de souvenirs con el techo de mosaico. el mar está cerca, apenas detrás de las ruinas romanas. adolescentes que se zambullen desde la muralla, agua oscura y ruidosa que me hace pensar en aviones que caen en algún punto en mitad del atlántico, sin supervivientes ni restos, desaparecer para siempre a cuatro mil metros de profundidad)

(el cielo está lleno de aviones que vuelan tan bajo que podemos ver cómo el piloto nos saluda desde la cabina. el vuelo a los ángeles dura catorce horas. durante todo ese tiempo, mis constantes vitales se reducen al mínimo)

(no tengo miedo. el mosaico reproduce una escena de caza en la que un ciervo es atrapado por una jauría de perros. el dolor dura para siempre en lo más profundo del bosque. despierto empapado en sudor, como si hubiera nadado durante horas hasta la superficie)

jueves, 1 de enero de 2015

(duermo toda la tarde. sueño que tengo cachorros de perro debajo de la ropa; mi única preocupación es cuidar de ellos, ser su hogar, que no despierten, cuidar de ellos, ser su hogar, que no despierten, cuidar de ellos mientras la joven mandelbaum me mira, sonríe, me perdona)
(se me cierran los ojos ante la pantalla mientras escribo. una mujer corre lentamente por una zona aislada y residencial, un oasis para gente pudiente en el que apenas nunca sucede nada. una mujer que es un bulto blando que cobija otros bultos blandos, una ristra de piadosos tumores de diferentes tamaños y consistencias. una mujer a pasos cortos entre los coches que avanzan en dirección prohibida, buscando un lugar con significado verdadero en el que fantasear con poder morir un poco. una mujer que consigue, en la última noche del año, su libertad a martillazos. sueño con un hombre en silla de ruedas que berrea pidiendo romilar. las manchas en la piel de su espalda y en sus brazos y en lo que queda de sus piernas no se irán con simples pastillas para la tos. todo está bien: años de errores sedimentan en un proceso de demolición controlada, un nido de piel muerta en el que despertar un día más, con romilar o sin él. el puño en el pecho calienta mis párpados hasta quemarlos por dentro. sueño que limpio la mierda del hombre y que éste es poco más que un agujero que defeca incansablemente, una suerte de lombriz de metro ochenta. apestamos como nunca antes. nuestra saliva es un río blanco y espeso, algo tan imposible de tragar como cincuenta centímetros de jelly. sueño que un edificio se derrumba y ahora soy una montaña de escombros, un túnel con personas atrapadas en su interior, una mancha de vaho en el espejo del cuarto de baño. una voz en off repite los mismos datos una y otra vez, como si temiera dejarme solo, que empezase a pensar por mí mismo, que encontrase el camino de vuelta a casa. despierto con la lengua ácida y pegada al paladar, las luces se encienden poco a poco, invitándonos a seguir aquí, en aberfan)