jueves, 1 de enero de 2015

(se me cierran los ojos ante la pantalla mientras escribo. una mujer corre lentamente por una zona aislada y residencial, un oasis para gente pudiente en el que apenas nunca sucede nada. una mujer que es un bulto blando que cobija otros bultos blandos, una ristra de piadosos tumores de diferentes tamaños y consistencias. una mujer a pasos cortos entre los coches que avanzan en dirección prohibida, buscando un lugar con significado verdadero en el que fantasear con poder morir un poco. una mujer que consigue, en la última noche del año, su libertad a martillazos. sueño con un hombre en silla de ruedas que berrea pidiendo romilar. las manchas en la piel de su espalda y en sus brazos y en lo que queda de sus piernas no se irán con simples pastillas para la tos. todo está bien: años de errores sedimentan en un proceso de demolición controlada, un nido de piel muerta en el que despertar un día más, con romilar o sin él. el puño en el pecho calienta mis párpados hasta quemarlos por dentro. sueño que limpio la mierda del hombre y que éste es poco más que un agujero que defeca incansablemente, una suerte de lombriz de metro ochenta. apestamos como nunca antes. nuestra saliva es un río blanco y espeso, algo tan imposible de tragar como cincuenta centímetros de jelly. sueño que un edificio se derrumba y ahora soy una montaña de escombros, un túnel con personas atrapadas en su interior, una mancha de vaho en el espejo del cuarto de baño. una voz en off repite los mismos datos una y otra vez, como si temiera dejarme solo, que empezase a pensar por mí mismo, que encontrase el camino de vuelta a casa. despierto con la lengua ácida y pegada al paladar, las luces se encienden poco a poco, invitándonos a seguir aquí, en aberfan)