viernes, 12 de junio de 2015

(las primeras horas del domingo de corpus se rompen en el altar de la calle calvari y en la espalda de la mujer que reza, un ángel de piel vieja y confiada al que arañar y orinar. ella, con hematomas en la palma de las manos y libros pendientes de leer, sonríe: tiene los dientes negros por dentro y aún quema)

miércoles, 10 de junio de 2015

(camina una mujer con los tobillos envueltos en turquesas, hermosas pulseras de hembra viajera, camina y yo detrás, llorando por tanta muerte en la casa que heredé. la calle concili de trento se abre hasta el mar, con grandes edificios de mosaico azul de prusia y jardines colgantes. ella no puede ver mi cuerpo hinchado y defectuoso, no sabe que existo, no me necesita, abre los brazos y chasquea los dedos: el horizonte se llena de veleros y las hojas secas del suelo y los pétalos y la tierra se mojan con las olas que ahora se tragan la ciudad)

domingo, 7 de junio de 2015

(el dolor nace como pequeñas flores de cerezo, ríe, preguntándose por qué)
(un hombre insiste en lanzarse al vacío durante la fiesta de los republicanos irlandeses. una y otra vez, su cuerpo vuela un instante y desaparece por el balcón del octavo piso, se enreda en las cuerdas de nylon verde de los tendederos inferiores, asciende como un ángel y regresa entre nosotros, abrazándonos antes de volver a saltar, ansioso por reventarse contra el suelo)

(o contra las nubes, en una caída de noches enteras que desembocan en preciosas gargantas de azabache, cráteres donde llueve el alma de todas las personas que amo)

(vivíamos en la edad de hielo, nos esforzábamos en romper cada recuerdo: todos esos hombres y mujeres disparando salvas al aire, confiando su alma a un cerdo clavado en un madero, hundiéndose en el mar más profundo que puedas imaginar)

sábado, 6 de junio de 2015


(grasa y mierda y todo el amor que apesta dentro de mí: vomito sobre la pantalla del ordenador y sobre las tetas de las jóvenes poetas, sobre sus tatuajes de golondrina y diosas mayas, sobre sus miradas lánguidas y sus vestidos vaporosos, sobre el espejo de sus palabras y sus copas de vino blanco, vomito hasta que sólo me nacen ratas de piel suave, animales que buscarán calor entre las piernas dormidas y enfermas de mi madre, refugio de monstruos, mi refugio)

viernes, 5 de junio de 2015

(la palabra de dios, sí: cada fotografía en ese libro —rojo, sucio, deshojado— es una cárcel con niñas atrapadas en el recto, con monjas como lobos mordiendo sus vientres y sus manos, con curas bendiciendo con saliva sus bocas asustadas y sus pechos pequeños, sus coños minúsculos y tristes. niñas que miran a la cámara sin sonreír, con ríos de llanto entre los muslos, sobre las heridas en la frente, con la lanza clavada en el costado)

martes, 2 de junio de 2015

(el vientre de la joven esposa de jake bilardi —niños ambos, niños sonrientes llenos de luz y fiebre, fuentes de tenso sudor negro— como una luna hinchada de amor y grasa y carne virgen mientras él dibuja con detalle la secuencia de desaceleración de una pelota naranja sobre fondo rojo, sobre fondo negro, sobre fondo abismo, sobre la palabra de dios en la pantalla o el cuchillo)

(y sobre el plano, el sol, los sueños, las estadísticas, los lentos movimientos, milímetro a milímetro, del rebaño en la pista de baile)