martes, 31 de agosto de 2010

una fotografía de toni frissell en la que una mujer flota en el agua, el absoluto silencio de la mañana, el primer día de trabajo después de las vacaciones, martes como lunes como red para el equilibrista que soy, la rutina que salva mis vidas

viernes, 27 de agosto de 2010

(me masturbo contra la pared de la habitación, apoyando la cabeza en la esquina y echando las piernas ligeramente hacia atrás, tensándolas, sintiendo algo eléctrico que me recorre y estalla en una llama blanca que oscurece ligeramente la pared hasta perderse en el zócalo de madera. respiro fuerte, se oyen voces en el jardín y una música que no acabo de identificar, me desnudo, recojo el bañador y bajo las escaleras: en la piscina está la vida definitiva)
sueño. estoy en una fiesta de disfraces en un sitio oscuro y caliente junto a un montón de personas que no conozco. cuerpos sudados que se entrelazan, que se quedan quietos, mirándose, máscaras de animales, vasos con alcohol dulce de color amarillo transparente

laura rosal. ella es mi guía en ese submundo. esta mina es mía, dice, aquí estamos a salvo, ellos son mis amigos, no tienes que tener miedo, nadie sabe quién eres pero deberías ponerte la máscara, y me tiende algo que no sé qué es y que tiene un tacto áspero y grasiento, como de pelo sucio

disfraz. quiero que seas una bruja, me dice. obedezco. camino entre la gente y me siento bien, ignorado por los demás. un grupo de chicas baila, un chico se golpea el pecho y de cada golpe salpica sangre. me siento en unas escaleras y veo, al fondo de la sala, a ruth saliendo de un espejo

un beso. ella viste de negro, muy maquillada. vamos iguales, me dice. no lo sé, respondo, no puedo verme. la abrazo y la beso, ella se aparta violentamente, me grita, me escupe, me tira su vaso de alcohol, me has roto el reloj, me has mentido, me insultas, le lanzo un billete, muérete, me chilla

despierto. son las seis de la mañana. míriam duerme a mi lado en un confortable ovillo de sábanas a rayas y por la ventana abierta entra una brisa agradable que desaparecerá en cuanto salga el sol

jueves, 26 de agosto de 2010

sueño. es martes y he trabajado por la mañana. por la tarde tengo sesión de acupuntura pero le mando un sms a pablo avisando de que no iré. me apetece ir al cine, así que elijo uno que está cerca de casa, de esos de pueblo, de sesión doble y continua. estoy solo en la sala y en la pantalla hay algo así como una fiesta en blanco y negro, aunque no tengo la sensación de estar exactamente ante una película, sino ante una visión antigua, una imagen del pasado

the end. se encienden las luces y bajo por el pasillo central hacia el wc. hay tres urinarios y sólo uno está ocupado, el del centro. no puedo ver a la persona que está allí, de espaldas ante mí, pero sí sé que es mi padre. sígueme, dice, quiero que me acompañes

autopista. mi padre conduce un coche azul claro, grande, americano, de esos de antes de la crisis del petróleo. conduce muy lento, como siempre ha hecho, desafiando el sentido común y poniendo su vida y la de los demás en constante peligro. tengo una gran sensación de miedo

paisaje. bajo la ventanilla y miro el cielo de tormenta, gris plomo y hirviendo de electricidad en su vientre inmenso. al margen derecho hay un río sin agua flanqueado por dos paredes de hierba, con parejas follando allí, ajenas a nuestra presencia y al peligro que intuyo. también hay caminos por los que puede bajar un vehículo hecho de piedra lisa y clara. en los laterales, la hierba está quemada y rala, siendo el terreno muy irregular

has perdido el coche, papá. mi padre dice tomar una salida, pero se confunde y baja por uno de esos laterales. maldice largamente, pero el vehículo no podrá subir, así que tendremos que abandonarlo y seguir a pie. es en ese momento que empieza a llover y veo que a mi lado viaja alguien que conozco pero con quien apenas me une un vínculo, un tal pepet

huida. abro la puerta y sólo tengo la preocupación de salvar el portátil que llevo conmigo. éste cae al suelo, dejando una marca estrecha y negra, como de ceniza, en la tierra seca del lecho. intento subir agarrándome sólo con una mano pero me resulta imposible, así que muerdo con fuerza la funda de gomaespuma y subo sin dificultad. desde arriba veo a mi padre trasteando en el maletero abierto, lo llamo a gritos antes de que una lengua de agua sucia y barro arrastre todo lo que estoy viendo

despierto empapado de sudor. para colmo, me he meado encima. jueves, seis y media, buenos días

viernes, 13 de agosto de 2010

los días de vacaciones van resbalando. vamos al cine, vamos a la playa, bebemos más de la cuenta y le echamos pasas a la ensalada. el lunes estaremos en menorca y pienso en un jersey en la mochila. tengo frío mientras espero el autobús, tengo sueño porque no descanso, recorro mentalmente el carril bici que cruza la ciudad y pienso las heridas que me rompen los talones: hay una mancha roja en la felpa blanca de la zapatilla izquierda

hoy he vuelto a cagar sangre. me he hundido un poco, después de tres meses casi limpio

domingo, 8 de agosto de 2010

rosa estela olvera jiménez. las barras de la bandera son las barras de su uniforme. no, aquí ya no hay estrellas y sí noventa y nueve años en la cárcel
en la imagen, ludwig wittgenstein ante una pizarra llena de tiza. las líneas se han convertido en un laberinto en el que es imposible discernir horror y razón? es posible que así sea. la única y gran verdad es que mingo ràfols —el actor que le da vida en la obra— es un asqueroso que grita demasiado cuando no tiene por qué
mi vida dentro. ayer estuvimos en el caixafòrum, un sitio fresquito, moderno y con cuadros dentro. también había una vomitiva exposición de fotografías de jacques henri lartigue, un burgués ocioso que intentaba retener el tiempo y la felicidad en instantáneas de una alegría quieta y desbordante, bella a pesar de todo. después comimos con rosa en un gallego cerca de la calle comerç y poco más, que el día también era en blanco y negro

la línea que une y separa cultura y barbarie. hubo de todo, sí. por la noche, después de cenar, nos metimos soylent green —cuando el destino nos alcance, según su estreno aquí–, de richard fleischer, una distopía setentera de las que te dejan el espíritu apestando a zyklon b. para redundar en la ausencia de futuro, la noche temática en la segunda cadena hasta las tantas

me cuesta respirar. mi vida dentro, de lucía gajá, es la historia de rosa estela olvera jiménez, una más de las mil seiscientas setenta y nueve mujeres mexicanas que cumplen condenas en prisiones de los estados unidos. hablamos de ausencia de la presunción de inocencia, de irregularidades en la declaración ante un policía más interesado en encontrar un culpable que en discernir la verdad de lo sucedido. hablamos de racismo, de machismo, de exclusión del sistema judicial en la —autoproclamada— democracia más poderosa del mundo. hablamos de una mujer indocumentada y inocente devorada por el monstruo. hablamos de cadena perpetua en una cárcel de máxima seguridad y de una mujer que nunca ha visto el mar y morirá sin verlo

me cuesta respirar. son las cuatro de la mañana y escucho la radio, cualquier cosa que me distraiga del dolor en el pecho, en la piel. pienso en wittgenstein porque el viernes fuimos al romea —cuántas cosas este fin de semana, dios– y cenamos almuerzo en casa de los wittgenstein (ritter, dene, voss), dirigida por josep maria mestres según un texto de thomas bernhard. es la dinámica habitual en estos casos: cuanto más grande, mejor; cuanto más incomprensible y pesado y denso, más valioso. para qué decir algo en una hora si puedes utilizar dos y media? sala a tres cuartos de entrada y deserciones a patadas en el intermedio. una paja mental sobre el individuo, la familia y la sociedad; un avecrem del odio y la podredumbre que sentía el autor por sí mismo y por todo lo que podía ver o tocar. un espectáculo la mar de veraniego, creo

esta mañana he acabado diario de un fantasma, de nicolas de crécy, y me ha gustado bastante más de lo que esperaba en un principio. después he escuchado el réquiem, de alfred schnittke, he deshecho la cama y he cerrado los ojos porque me he quedado sin respiración. en el teléfono había un escueto sms: dos puntos, un guión y un asterisco, algo así como una carita dando un beso con forma de estrella, fin de la función

martes, 3 de agosto de 2010

lo fácil que es escribir un cuento. en la vida normal de una persona normal cabe trabajar en una empresa de extintores, comer huevos fritos con patatas en el bar de enfrente, ser detallista y educado con tus vecinos. cabe también jugar al rugby y tener una novia embarazada. según isabel landa, vocera del diario el país —vocera del psoe, vocera del gobierno— cabe cualquier detalle que humanice al monstruo, que nos recuerde que están entre nosotros, las personas de bien, los demócratas sonrientes y incansables luchadores por las libertades y el estado de derecho, blablablá. isabel landa hace muy bien su trabajo, qué duda cabe que isabel landa cree en el futuro

el valor supremo de la vida humana. busco fotografías de joseba pagazaurtundua en el google images. leo el relato dramatizado de su muerte —el diario el país es todo un ejemplo de objetividad periodística— firmado por pablo ordaz. vomito. busco fotos de su hermana maite. de entre todas ellas, elijo una. en el pie de foto, un listado de nombres. de izquierda a derecha: maite pagazaurtundua, gotzone mora, maite urrutia, un tal garcía francés, rosa díez, edurne uriarte y chelo aparicio. una buena colección, sí: verdaderas personas de bien, navajeros de la pluma y el pensamiento ilustrado

que se jodan. pablo ordaz habla de tres tiros, dos en la cabeza y uno en el hombro. habla también de un cuerpo caído sobre los periódicos que había comprado un rato antes en la librería stop. habla también de que de esa forma unió su destino al de su amigo el periodista josé luis lópez de lacalle, asesinado un domingo de mayo del año dos mil cuando volvía de comprar los periódicos en el mismo quiosco. apunto mentalmente que esa librería es el centro neurálgico del mal, algo que todo el mundo debería saber y que los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado deberían investigar a fondo. apunto también que a pablo ordaz le gusta escribir asesino y asesinar y asesinado y cosas así, de ese campo semántico. pablo ordaz disfruta con ello. apunto también que pablo ordaz tiene que ser un pijo progre y supremacista, alguien encantador en las distancias muy cortas

vacaciones. intento estar bien, así que vamos a la playa un día sí, un día no, llegando muy temprano, y míriam hace fotos dentro del agua con la lomo ésa de ojo de pez —fisheye number two en el catálogo—. le pongo aftersun en la espalda y ronronea y sonríe y me dice algo que no acabo de entender con los ojitos. tengo los pies llenos de arena y un bañador a rayas marrones y azules que compré en el pryca por quince euros. si me tumbo más de diez minutos me duermo y sueño cosas extrañas. despierto agotado porque el sol me incendia por dentro y floto en una sensación agradable de cansancio. para postres, esta noche dan los chicos del maíz en la televisión. me apetece verla aunque sea una mierda de película

domingo, 1 de agosto de 2010

la vida en tiempos de guerra, de todd solondz, es otra puta basura que olvidar rápidamente, los mismos chistes de happiness, la misma galería de personajes ácidos, negros y en descomposición, la autopsia de una determinada clase media que fermenta. no hay nada que me mantenga en la pantalla y no me ayudan las risas constantes en la sala. solondz es un gilipollas —el tarado listo de la clase— y yo estoy aquí, perdiendo mi muchísimo tiempo y mi poco dinero, en la sala cuatro del verdi de los cojones

(sábado por la noche. no me gusta el barrio de gràcia. no me gustan esas dos chicas que caminan delante de mí. no me gusta casi nadie con quien puedo cruzarme. pienso en las puertas cerradas. si míriam pudiese mirar dentro de mí por un agujerito sólo vería oscuridad, una visión sesgada de la realidad, una queja muda por todo y casi todo)

(tú miras por un agujerito a través de un pulmón de acero y los ojos se te llenan de un caleidoscopio de imágenes cansadas de lo que quiero que veas, de nada más)

pero míriam no lo hace, no se atreve o ha aprendido a estar lejos de ese desagüe que soy cuando me abandono un poco. la necesidad de estar siempre en movimiento para no hundirme, algo así debe ser. me quiere en el bar, me quiere en la playa, me quiere con el corazón lleno de vermut y sol a mediodía, me quiere porque me obliga a flotar y así los monstruos están lejos, lejos, lejos. lo mejor de la puta película era el título, sin duda