jueves, 31 de enero de 2008

corro por la banda izquierda, alguien me pasa el balón y lanzo desde justo la línea de tres puntos. entra sin mover la red, golpeando en el aro

minutos después, jugada idéntica, pero esta vez lanzo con la izquierda. la pelota describe un arco extraño, golpea en tablero y entra limpiamente. es sólo suerte. llevo una camiseta azul radioactivo, ridículamente celeste. es de noche, hace frío y los focos alumbran la pista. tengo dieciséis años y me gustaría que el tiempo se detuviera en ese instante

recuerdo esas imágenes esta tarde, veintidós años después. desnudo en la camilla, las agujas, la luz naranja, la música suave, alguna voz, tan de fondo que resulta imposible distinguirla. pero esta vez —a diferencia de ayer— soy incapaz de relajarme. las imágenes del mar que me asaltan tienen todas un eco triste, lejano, de ausencia, la cabeza se acelera progresivamente y cuando me doy cuenta, estoy subiendo las escaleras mecánicas de la estación de atocha. es el verano del año pasado y hace calor. a mi lado está ana carbó, nerviosa. yo sonrío, mirándola de reojo. es el momento que ambos hemos esperado y del cual ahora apenas queda un recuerdo que me recorre las piernas y el vientre lleno de agujas temblorosas

miércoles, 30 de enero de 2008

aunque cueste, aunque duela, aunque apenas tenga ganas de, aunque todo. sí, buenas noches
conozco mi enfermedad mejor que muchas cosas de mí mismo. eso no me sirve ni para vencerla, ni —tan siquiera— para conseguir unas míseras tablas. pero hoy es diferente. hoy me siento fuerte por primera vez desde hace semanas

(desnudo en la camilla, y con el cuerpo atravesado por veintiocho agujas de acupuntura, respiro relajadamente por la boca. siento el calor de una bombilla anaranjada y el ruido leve del calefactor. con los ojos cerrados, ya no estoy allí. estoy en cádiz y es el sol y es el mar y no hay nada más que yo mismo y mi cuerpo. y esta vez sí, lo sé seguro)

martes, 29 de enero de 2008

un mar de trigo verde aún meciéndose en olas preciosas por el viento. al borde de la carretera, un coche blanco, grande, americano. hay nubes negras y eléctricas que van deprisa por el cielo. una chica juega conmigo allí, entre la cuneta y el sembrado. escuchamos sonic youth. nos abrazamos y nos tocamos, reímos. no sé quién es ella ni dónde estamos. no quiero que nada de esto acabe porque sé que soy feliz. pero despierto y

lunes, 28 de enero de 2008

correo electrónico de ana desde salvador de bahía. en una semana más estará en la selva. pero primero carnavales, noche, olores y colores. me manda un cuento que apenas he leído. ella está entre líneas y yo también. me siento extraño al verme fuera de mí, recreado por alguien que no soy yo. además, dormí toda la tarde. cuando desperté, era viernes y todo había pasado. el teléfono soñó y sonó. ya no quería cogerlo
te veo de puta madre, dice sonriendo la persona que apenas me conoce, acomodando entre sus piernas una bolsa de supermercado. sí, convengo, la sensación que doy es de estar de puta madre, pero como llevo casi un año cagando sangre pues tan de puta madre no estoy. y en la cara de susto de la persona en cuestión encuentro una especie de venganza contra todo en la vida. no es dar lástima, no, por dios. es saber que con algo tan asqueroso como eso puedo poner al mundo de rodillas ante mí. y entonces sonrío mucho para quitar dramatismo a la historia, y hasta me permito hacer algún chiste sobre ello, pero siempre sin entrar en demasiados detalles, buscando cerrar el tema sin más tonterías. después, siento algo feo dentro por ser tan hijoputa y miserable, pero la verdad es que sólo quería que me dejaran en paz, que siguieran saludándome sólo con la mano o, mejor aún, cambiando de acera para fingir una prisa que todos sabemos que no existe, exactamente como antes
momento mágico. todo el frío del mundo, calle apenas sin gente, una visita al ambulatorio para recoger el parte de cobro. cuatro personas en la cola. cuando llega mi turno, he olvidado la tarjeta sanitaria y el dni, con lo que debo volver a casa a buscar algo que me identifique delante de rosa martí galobart, la enfermera de turno. en la calle me encuentro con joan riera y hablamos de nada o de gilipolleces ante las que no sé qué decir. me fijo en su extraña ortodoncia y en sus ojos juntitos. tanto da: una figura grande se acerca tambaleante, sonriendo y sonándose. david con los pelos desordenados y un abrazo de oso que huele a algo perfumado (qué lindo y entrañable es con esas tonterías). somos un trío de enfermos patéticos y variados en la puerta del centro de salud. enfermeras rubias teñidas que salen a desayunar y cruzan el parque de tierra que se extiende ante nosotros. el movimiento de las nalgas como algo tentador y, al mismo tiempo, extraño y lejano. yo no sé, pero tengo la sensación de derrumbe clavada en las articulaciones. vamos a vernos dentro de un ratito, quieres?

(claro que sí. el ratito es el ratito que él tarda en ser visitado y lo que tardo yo he encontrarme con él en el único bar de la plaza. hablamos, me enseña el tatuaje del brazo, se come un bocadillo, reímos mucho y nos quejamos de todo. son sólo veinte minutos, pero es el poco aire puro de estos días. no es un secreto: el correo electrónico, la mensajería instantánea y el teléfono han sustituido las relaciones normales que mantengo con la humanidad. a veces prefiero que sea así. así no tengo que irle enseñando mis miserias a la gente, ni mis amigos tienen que aguantar mis arrebatos de aislamiento o de ira incontrolada. estoy envuelto en una cápsula de electricidad que me distancia y me preserva, mucho más cerca de la reliquia que de la vida real)

domingo, 27 de enero de 2008

un mapa de ucrania. nombres impronunciables en la frontera con polonia. me lleno la boca mentalmente del sonido de letras desconocidas. dibujos de montañas. en la televisión, las imágenes del conflicto interétnico en kenia. así es más fácil, con conflicto interétnico. escondemos la sangre de los muertos y los machetes detrás de palabras políticamente correctas, en hemerotecas donde los gritos se acabarán llenando de polvo y donde la muerte de una persona en directo, al final, sólo servirá para ilustrar un debate confortable a medianoche
domingo frío. dormí antes y soñé que viajaba a estambul. mi madre me encargaba una pizarra y tizas de colores. era un viaje de ida y vuelta en el día, quizás por algo de trabajo, un viaje de los que no puedes esperar nada, pero del que me ilusionaba pensar lo contrario. al despertar, el dolor se confundía en la primera de las dos parábolas pluscuamperfectas que lanzó ayer jaka lakovic desde muchísimos metros, con la cara blanca y mullidita de thora birch en la malísima película de ayer, la de cuatro. después busqué un mapa de ucrania y recorrí la frontera con polonia con la mente en blanco

(en el viaje a estambul había una escalinata que descendía a una calle ancha y colores preciosos. recordé una cara y una manera de besar y entonces supe que tenía que volver)

sábado, 26 de enero de 2008

leo las palabras de juan gelman en el país de hoy. este viejo siempre me sobrecoge. y es bonito que así sea, sobre todo ahora que ya no tengo fe ni en la poesía, ni en casi todas las personas
cansado, sí, miro páginas de porno gay. recorrido de curiosidad, excitación, indiferencia y, finalmente, asco ante tanta polla y tanto aceite, tanto músculo, tanto látex. pero sigo mirando, miro hasta que siento arcadas y siento arcadas hasta que dejo de tenerlas. ella es la costumbre y yo soy un imbécil
días levantándome cabreado, con algo irracional contra el mundo. es algo que descubro en el espejo, con el labio y la barbilla llenos de heridas por el herpes de mierda, o mientras meo, con esa última gota que no quiere salir y que me hace un daño afilado, casi gillette. es algo que descubro entre las sábanas desordenadas, un segundo antes de hacer la cama una mañana más. no sé qué hacer con este enfado. abro la puerta del patio y entra el aire frío. sentirme vivo es que todo me hinche los huevos

viernes, 25 de enero de 2008

el aire frío y luminoso de esta mañana. salgo al patio y camino un ratito entre las plantas. miro hacia arriba, intentando pensar en la vida que se esconde detrás de cada ventana, cada persiana a medio bajar. betty me sigue porque, más que friolera, tiene una curiosidad calentita y perruna por las cosas. el granado enano de mi hermano tiene los frutos secos en las ramas y los pocos limones de invierno curvan las ramas de los dos limoneros. soplo en la fruta que tengo más cerca y me siento contento con ese balanceo. la luz del sol me hace bien, lo sé. vuelvo a entrar en casa y me siento en el sofá sin hacer nada durante un buen rato, hasta que la cartera llama al timbre con insistencia, cualquier carta certificada

jueves, 24 de enero de 2008

estoy rabioso y tenso. imágenes de puñetazos contra la pared, contra un cristal, contra cualquier cosa, contra cualquiera que. necesito calmarme. qué es empeorar? exactamente lo que estoy haciendo
una fecha en grande en la portada del periódico, diecinueve de enero. la cara de josep cuní hablando de esa noticia, la operación policial que abortó un atentado suicida el sábado en barcelona, en la red de transportes públicos. se me hace un nudo de lágrimas en el corazón. inmediatamente pienso en las personas que conozco que se pasan media vida en el metro, arriba y abajo. juank y marina. seguro que hay más gente, sí, pero ellos son los primeros en quienes he pensado. nada es importante a partir de ese momento. no podría soportar algo así. ya no

miércoles, 23 de enero de 2008

treinta días de baja son muchos días, demasiados

la doctora es agradable. me recuerda tanto a lllaura que la abrazaría allí mismo y me la comería a besos en las mejillas pecosas. le preguntaría dónde ha estado tanto tiempo y le diría que aún

hay un perro de mierda que corre por el pasillo. y una chica gorda que se pasea. y un viejo que es clavado a mí. y una negra de piernas preciosas. y un sol precioso que entra por la ventana, limpiándolo todo
la muerte de heath ledger fue accidental, indican sus familiares. un tipo quema viva a una chica en madrid. una mancha negra en el suelo y hierba calcinada es la imagen que se emite en la televisión. garzón, con todas las pruebas reunidas, se declara dispuesto para ilegalizar todo lo ilegalizable, mientras aznar se declara él también víctima del terrorismo. me paso la lengua por el labio inferior. tengo un herpes, de esos que te salen por las defensas o la fiebre o algo así

hora a las diez y cuarenta. buenos días

martes, 22 de enero de 2008

mañana iré a recoger los papeles de la baja. el ambiente deprimente del ambulatorio y el olor a químicamente limpio. la gente amontonada al final del pasillo. dos días enteros durmiendo. creo que mañana el sol me va a partir por la mitad. buenas noches

lunes, 21 de enero de 2008

creo que he dormido todo el día. sueños obsesivos, como un paisaje esférico, con aristas en las que se enredan ruidos. sueños que son sensaciones, no imágenes. sueños como castañeteo de dientes y arañazos en la cara. alguna imagen de vez en cuando

sandra en una terraza. un sitio como la vila olímpica. un niño que se extravía entre la gente. lavabos de fibra de vidrio que pierden aguas fecales. el beso de sandra era una serpiente bellísima cuando la conocí hace tres años. se hace de noche y veo como ella se aleja y el niño me hace adiós con la mano

necesito una ducha y un puñetazo en la cabeza. buenas noches
me he quedado en casa. me encuentro un poco débil, con mucho frío. soñé con laberintos de cemento y montones de ropa. desperté varias veces con la camiseta empapada. no recuerdo los demás sueños. no recuerdo nada. buenos días

domingo, 20 de enero de 2008

sant cugat es un pueblo en el que te salen branquias por la humedad. cenamos en la crepería de las ocasiones especiales. en la mesa, anécdotas, batallitas y chismorreos. estoy con mucha de la gente que quiero y tengo que ser feliz y sí, lo soy. que a veces me quede con cara de asco sólo quiere decir que me desconecté por un momento y no supe volver

regalos en dvd: tan lejos, tan cerca, de wim wenders; magnolia, de p.t. anderson; mi madre, de christophe honoré. una novela gráfica, la tetería del oso malayo, de david rubín. un disco, la edición de coleccionista de unknown pleasures, de joy division. muchas gracias a todos, no hacía falta, besos, os quiero de verdad, aunque sea un viejo quejica y más que gruñón

una cerveza en un bar que es el infierno de lynch. una puerta de madera, otra, un sitio pequeño lleno de gente hiperpuesta. en la planta de arriba -con apenas tres mesas-, un mural alucinado y torpe de conejos jugando a las cartas. enfrente de nosotros, dos tipos se meten rayas mientras conversan. nosotros acabamos hablando de política. dos marujas bailan como strippers. el camarero nos cobra a ojo. otro juega a billar. tiene un ojo de cristal mucho más grande que el otro y desteñido. me lo imagino encima de mí. arcadas

la última en el local, claro, donde tino pudre su juventud hasta tarde. canciones bonitas de josé gonzález en el camino de vuelta. en ese momento de cristales empañados y carretera solitaria se va todo a la mierda

el dolor, mi viejo amigo, viene a sentarse a mi lado. te llena como te llena el amor de una madre. sientes la que la vida se te escapa por el culo y que no podrás hacer nada para evitarlo. hacía días que no me pasaba, días en los que estaba realmente bien. había hablado con isa por la tarde y un trocito de la conversación había girado, precisamente, alrededor de eso, de lo bien que estoy. creo que yo marcharé para casa, digo. les me nota descompuesto y me acaricia la rodilla. siento que esta noche acabe todo así, lo siento de verdad

dolor, uno grande y rojo, tan rojo que es imposible seguir vivo después de. hemorragias bestiales hasta las tantas, temblores por una fiebre que ha venido de improvisto, una sensación de frío atroz. quiero ducharme con agua hirviendo y acurrucarme, como si fuera volver al claustro materno, a oscuras para no ver, no sentir

es horrible. en los calzoncillos nuevos hay sangre. la mancha sobre la tela blanca me recuerda a una flor y a primavera, pero todos sabemos que no es así. no sé en qué momento ha sucedido. me pongo a llorar bajo el grifo. por primera vez en un montón de tiempo tengo pánico, un miedo animal a algo desconocido que ha anidado en mí y que no me quiere dejar. siento explicar estas cosas. buenos días

sábado, 19 de enero de 2008

primero el teléfono móvil, dos veces hasta agotar los timbrazos. bien profundamente, poniendo a prueba mi paciencia. no me apetece salir con jaume (en rigor, no me apetece nada, pero como esta historia es muy vieja, mejor no digo nada). sería solamente una cerveza, pero no quiero. me apetece tanto como que me corten un pie. lo que realmente me hace feliz es tumbarme en la cama y mirar el techo hasta que se desvanece, dormirme respirando contra el cuello del jersey. me apetece ducharme y estrenar los calcetines. no me gusta la sensación de tenerlos caídos. estrenar también uno de los dos calzoncillos blancos. y después, todo lo demás

todo lo demás es que he quedado con juank y marina, con daniel y edurne y les, para cenar en la crepería de sant cugat. tino dice que vendrá cuando cierre el bar (será pronto, por una serie de tonterías, pero eso nunca se sabe). y, mientras, el puto teléfono sigue sonando, pero ahora el fijo. dentro de un rato lo llamaré y fingiré haber dormido profundamente (hijueputa, como si se pudiera dormir muy profundamente cuando te están derrumbando la casa a telefonazos). después tendré la sensación de ser un mierda, ignorando sistemáticamente lo importante que es tener a gente alrededor, alguien que te escuche, que te haga reír, que te quiera, todo eso. contra la mezquindad no hay pastillas, aunque seguro que los opiáceos ayudan a evaporar ese sentimiento un poco negro

inciso. otro efecto secundario de la más-que-famosa codeína es la irritabilidad
he comprado calcetines negros y largos, y calzoncillos blancos de tela de algodón en una tienda de viejos en sant pere més baix. después he empezado a callejear hasta más el centro. un olor a chicle y a periódico, olor a quiosco de cuando tenía siete años. también un olor químico fuerte, olor de fijador pasado, de revelador pasado. olor a meados, en definitiva. también un olor rojo de discusión y uno transparente y denso de yonquis a la salida del mercado, con la cara quemada por la lipodistrofia. me gusta mirar a la gente, cambiar de escaparates de zapatos a una tienda de congelados. el amor eterno que le juro a esa chica rusa con sus piernas de vértigo. botas de tacón alto con llamas subiéndole las pantorrillas. esperamos juntos a que el semáforo se ponga en verde. ella no lo sabe, pero la estoy desnudando con cuidado en un hotel de mierda en una vida paralela (otra más) mientras sonríe pensando en el asco que le doy. calle comtal, portal de l'àngel, lo de siempre: una marea tóxica de gente que quiere gastar dinero. compro el gara para hojearlo a la vuelta y miro unas tiger negras. me gustan esas zapatillas, pero sé que no las necesito, como casi todo lo que tengo

pienso en bárbara. podría llamarla. con los cincuenta euros que me quedan en el bolsillo quizás sea digno de sus nalgas. es una tontería lo que acabo de decir. no necesito follarle el culo a nadie, al contrario. lo que realmente me haría feliz sería sentarme en el alféizar de esa ventana y mirar al infinito, venciendo el vértigo y el deseo de mancharme de la mierda de los demás

y ver pasar los trenes para pedir un deseo cada vez que
creo que tengo las rodillas rosadas y calientes. es algo que me pasa cuando llevo mucho rato sentado en la misma posición. la vía láctea cruza mi calzoncillo en una diagonal húmeda y pegajosa. por fin, buenas noches
más de medianoche y todas las palabras (las desordenadas de joaquín andrada-vanderwilde, las de antonio santos y las mías) se apelotonan alrededor de una, dos, tres, veinte cervezas. contarnos la vida en ese momento es una libertad preciosa. confesiones sobre la vida íntima de cada uno. apenas miro a los ojos. estoy esperando que suceda algo, algo así como un monstruo marino o una explosión de gas. en el bar de siempre apenas pasan cosas y ésta es una noche más, rodeados de jauría. tino, ponme una copa

(cómo me gusta tu beso, tu abrazo, la sensación acogedora de saber que estás, aunque sea vagamente o aunque sea mentira)

viernes, 18 de enero de 2008

islandia es un puto peñasco volcánico en mitad de la nada. además, está lleno de hielo y esas cosas siempre te hacen tener una visión muy trascendente de la realidad. reykjavik me suena a paraíso alcohólico frente al mar. un sitio en el que puedes conseguir —literalmente— morirte de asco, de frío o en un tablero de ajedrez

mejor un brindis por el viejo bobby fischer
día de cosas ridículas. estoy en el trabajo. empiezo a pensar en elefantes por la selva y en la polla de los burros. en burros por la selva, en pollas de elefantes y en la polla de josep. sabía como a quemado y no me gustó. supongo que la imaginaba diferente. hago una pausa en lo que estaba haciendo para apañar un banner (un banner, como si supiera qué es eso) de tantos píxeles por tantos. en un milisegundo, aquí se monta un cristo por vete a saber qué mierda ha pasado. pregunto, nadie responde, debo ser de azúcar o mantequilla. bah. ganas de largarme de aquí y de allí
ayer, antes de irme a dormir, encontré un papel doblado (un trozo de sobre bancario, de esos con los que justifican los robos mes a mes) con no menos de treinta teléfonos y nombres apuntados. a algunos de esos nombres tengo recuerdos vinculados, como un beso precioso en un parque, o una cena en un restaurante árabe, o una mañana para olvidar viendo galerías de arte por consell de cent. otros, por el contrario, me resultan extraños, desconocidos, como si esa caligrafía ni hablase mi idioma ni tuviese ojos o manos

guardé el papel con cuidado en el mismo sitio donde estaba —un libro de paul celan que con el tiempo me resulta, además de incomprensible, pretencioso y mudo de tanto que quiere decir—, con la esperanza de, quizás dentro de años, volverlo a encontrar y poder volver a vivir ese beso brillante, el sabor del cuscús, unos cuadros de mierda. la única certeza es que los sobres seguirán llegando y sedimentando en la mesa del comedor

jueves, 17 de enero de 2008

mientras hablo por teléfono, me fascino con la maravillosa parábola que describe la pelota lanzada por basile hasta entrar limpiamente en la cesta madridista. me distraigo. recuerdo de repente cómo, de pequeño, siempre quería ser steve y conducir una ambulancia. también una calle de sevilla, la avenida república argentina, con sus edificios altos y sus porches con mendigos y viejas como putas-en-visón. también una manita diciendo adiós en el autobús. después vuelvo a la conversación y sólo me disperso cuando el deseo de buenas noches (mi mejor sonrisa)

y después, la música de cuéntame. y las veces que intenté reproducirme un poco en serio. y la primera vez que pensé, también en serio, lo hijoputa que podía ser un oso de peluche
se me hace un nudo en la garganta si pienso por un instante en la cantidad de cosas que tengo a mi alrededor, orbitando como basura espacial. los ojos de esa chica, sus poemas, la montaña de trabajo y de dibujos a plastidecor que tengo que hacer mañana, la música que no quiero poner ahora, lo triste que es hacerse una paja por costumbre y no por necesidad del calor de otra persona (en la foto, ella abre la boca y me enseña, sonriendo, un mar blanquito. yo me acabo así, con lo que no me gusta)

tengo que salir ahora. por fin cobraré los casi seiscientos euros del diseño de aquel logotipo que me ocupó algunas noches hace un tiempo. ha sido imposible cuadrar una fecha antes. siempre que tú puedes, yo no puedo, y viceversa. de todas maneras, está bien que sea hoy por fin: tenía el contador del dinero casi a cero. será una visita informal, con los niños correteando por la casa y nosotros hablando de pormenores técnicos en el sofá del comedor (es de piel y rojo fresa. parece una llaga gigante). me distraeré en algún momento: por la ventana se ven las luces lejanas de la autopista y sé que me sentiré en algún sitio así, a diez horas en coche del próximo árbol (siempre me pasa)

en el correo electrónico, una pregunta: has pagado por sexo alguna vez? claro, siempre se paga
poco a poco, de todas maneras, la cabeza se me va poniendo del revés. la repetición de trabajos mecánicos, en absoluto creativos y con un tiempo limitado para hacerlos, hace que la espoleta me empiece a temblar detrás de la nuca, amenazando con. y eso es capaz de arruinar cualquier cosa
la niña se tumba en el sofá y espera a que venga la poesía a bañarle las tetas, como en una especie de bukkake infinitamente dulce. mientras, ha preparado el disparador de la cámara para inmortalizar el evento. tres, dos, uno, ya está. entonces vendrá perseo y le dirá al oído alguna guarrada y ella sonreirá casi como si estuviera en una película de los años cincuenta

me encanta perder el tiempo en internet, así conozco gente, aunque sólo sea para que al final se acaben cagando en la puta que me parió

en fin, los poetas, esa cosa erótica que tienen. esta mañana, antes de venir a fermentar un ratito más en el estudio, he estado leyendo algo de eso. mientras, en la televisión, hablaban del zapatillazo de esperanza y del mallorca. me he puesto las botas con la decidida impresión de este jueves como un gran día, aunque sé positivamente que nunca tendré las manos llenas de sal (todo el mundo lo sabe)

miércoles, 16 de enero de 2008

hoy soñé con miguel ángel, un tipo con el que me lié hace muchos años. ahora sólo tengo una imagen en la cabeza (el resto se fue desvaneciendo con el día) y la escribo para retenerla: él está arrodillado en el suelo, abrazando muy fuerte a un niño. ambos lloran. sé que al niño le he pegado antes, pero no recuerdo el motivo. le sangra la boca y la nariz y se encoge en gimoteos. miguel ángel le besa, le limpia las heridas, lamiéndolo con cuidado, no pasa nada, le susurra. me dice que me acerque, que le pida perdón, que me arrodille con ellos. así, con esa imagen de una pasión extraña, despierto. miércoles

durante el día pensé muchas veces en él. la última vez que nos vimos, estuvimos un rato mirándonos, fijamente, los dos solos en medio de una multitud en fiesta mayor. me hubiera gustado besarle y decirle sí al oído
imagen de niños peleando en la calle, al salir de la biblioteca. negro, moro, indio, hijodeputa se chillan, se empujan, se niegan, yo soy español, yo sí soy español, un golpe una patada, tú más negro y más moro, más sudaca también. hay algo que hemos hecho mal, supongo que todos. intento caminar más deprisa y dejar de escuchar esos gritos cuanto antes. quiero llegar a casa y hacerme una paja y rascarme los costados —la codeína produce picores, prurito— hasta hacerme el corte de una lanza
angie lleva unas sandalias de farrutx y la chupa rasgándola con los dientes, exactamente cocodrilo. yo me dejo destrozar la polla después de haberlo deseado durante todo un verano. después, ella perderá un pendiente de color naranja, como de bolitas, que nunca encontrará, y yo me acordaré de ella —y de la cicatriz que le cruzaba la cara— cada vez menos, hasta olvidarla del todo durante años

martes, 15 de enero de 2008

después de pensarlo detenidamente durante todo el día (se incluyen también el día de antes y el anterior y, probablemente, varios más desde año nuevo), ya tengo mi regalo de cumpleaños: quemar todos mis libros y matar a todos los poetas. pido de postre irme de putas, pero con helena, la que tiene la lengua de oro, para ver si era verdad

exceptúo de esa feliz hoguera a harkaitz cano y a ese otro chico cuyo padre es pescador allá en ondarroa: a la gente que tiene las manos llenas de sal siempre le acabo perdonando todo
miro a mi madre de reojo. mi cumpleaños es, de alguna manera el suyo también. treinta y ocho años aquí. la imagino. madre primeriza, parto de veinticuatro horas, sietemesino. nací negro y muerto, asfixiado. me pasé ni se sabe cuánto en la incubadora. me he convertido en un tipo taciturno, gastado, alguien que no te salvará la vida

loida dice que un cumpleaños no es más que un recuerdo de que seguimos siendo y que, para ello, cualquier día es válido. sí, supongo que sí. loida dice que le gustaría hacerme fotos y acariciarme. una manera de retenerme antes de que me desvanezca
salir de la cárcel, cuando hablamos del monopoly, es sencillo. esperar unos turnos o tirar unos dados o comprar una carta de esas que tienen la libertad bajo del bracito. algo así era. mientras, puedes mirar, pensar, especular. no es herrera de la mancha, no

salir de la cárcel, cuando hablamos de esa cárcel invisible que, aparentemente, no tiene barrotes ni guardianes ni muros, es infinitamente más difícil. no es una queja, no. és sólo una constatación. allí siempre acaba haciendo frío aunque el sol te ciegue en la playa

(a pesar de todo, el día fue bien. la cosa pesada de trabajo se fulminó sobre las doce y, a partir de ese momento, ya tuve algo de tiempo para irme. nadie lo vio —yo seguía en mi supersilla, tosiendo y tarareando canciones de cuando en cuando— pero me fui. fue, por así decirlo, una fuga a tiempo parcial)
mientras la gente se pregunta —en un pío-pío ensordecedor que todo lo pudre— qué mierda ha hecho sarkozy con su vida, la banlieu arde y arde, anestesiada entre campanas de boda y el dinero sucio del subsidio

hay otra banlieu más cercana, un bosque frío del que no se vuelve al centro de la ciudad. allí están muchos de mis fantasmas esperando mi regreso. no les podría poner nombre: sólo sé que las manos me huelen a coño y eso me pone triste. me pesan las piernas

buenos días. es mi cumpleaños —que es un día que, literalmente, me apesta—, oigo risas en la calle y el ruido de una moto, no funciona el correo y esto promete ser una mierda más grande que el bósforo

lunes, 14 de enero de 2008

la fotografía es de andreas feininger. de una modernidad absolutamente deslumbrante, nada hace presagiar en la mirada perdida de la chica, el grito, el humo, el fuego, el ruido, la muerte que vendrá, convirtiendo europa en cenizas. hamburgo, mil novecientos treinta y uno y ella fuma y las copas y su boca
le escribí a concha esta mañana, contándole de ese sueño y de otros muchos antes de. recordaba su dirección de correo electrónico (era fácil: nombre y apellido separados por un guión bajo, seguidos por la arroba y el hotmail.com de todo el mundo). sé que no recibiré respuesta, pero tampoco es necesaria. la imagino feliz en reuniones familiares y hasta con novio. sé que trabaja —con traje chaqueta— en el pueblo donde vivo y que es alguien a quien quise casi, casi, de verdad
tengo un millón de libros y todos, casi sin excepción, son una mierda que acumula polvo en las esquinas, apilados. una mierda que a veces hojeo y en la que descubro alguna huevada apuntada o un papel o una fotografía amarilleando. por debajo, muy por debajo de la música que escucho*, como una corriente submarina, suena el rumor del horno eléctrico en el que se calienta la cena, una pizza tarradellas tan triste como una semana llena de lunes. un poco más de queso y la cadena de recuerdos: esa chica cruzando un semáforo hace quince años, la mirada de reojo de piedad, la última vez que vi a fernando —fue en un autobús y tenía las uñas sucias—, la primera vez que fume y tosí hasta llorar cuando intenté tragarme el humo

*albinoni o algo así de atroz. richter, steffani, lo que pongan en la radio
el aire es rojo esta mañana, precioso y frío. he soñado con farloperas y gatos que me lamían las manos. también con una chica que conocí hace tiempo, concha. nos mirábamos, nos sabíamos, no nos saludábamos. ahora vivía al lado de mi casa, en la puerta número dos. era la pareja del policía que siempre me saluda. un tipo amable y discreto. daniel venía a recogerme. nos perdíamos yendo a buscar a ruth. el despertador sonaba hasta cansarse. y todo vuelve a empezar

domingo, 13 de enero de 2008

recuerdo. leo anábasis, de saint-john perse, mientras espero que los días pasen para volver a ver a pilar. mientras, el sol me pica en la nariz y me distrae de la lectura. es verano, es un parque y es media mañana. estoy en el paro y llevo una camisa a cuadros. miro a la gente que viene de comprar en el mercado. días antes me he ido de putas por primera vez. incapaz de hacer nada y atenazado por el miedo, hablamos de su infancia en aranjuez. comparto con ella un recuerdo de ese sitio: como fresas con nata con mis padres y veo a mi madre sonreír con los labios llenos de blanco. recuerdo la sombra que había en ese momento, una sombra de árbol, imprecisa y fresca, hermosa. me escucha y me besa con cuidado antes de irme. es un piso de la calle sant pere mitjà y ella es pelirroja, cabellos de fuego. al verla, pienso en paul celan, el austromuronauta

cuánta gilipollez, un austromuronauta, poesía y ganas de follar. no tienes que pagar nada. y sonríe antes de cerrar la puerta
la semana que viene, un día inconcreto entre el lunes y el jueves, veré a ana. ana antes de la amazonia y de otra huida más. a veces tengo miedo de no saber decirle nada

nunca hemos estado por la calle un día que llovía. me gustaría poder retener su reflejo en el suelo de cemento y poder decir que yo estaba allí el día que había dos anas y una no se iría nunca
el tren viene casi vacío por la mañana. la gente elige los domingos para no viajar en tren. me siento en una butaca de uno, de la que tienen papelera al lado, y cruzo la pierna izquierda sobre la derecha. es entonces que empiezo a pensar en el mundo fantasma, el que se esconde allí, en momentos idénticos, pero separados por la distancia, por el tiempo. mismas calles, mismos bares, mismas horas, distintos días

(una chica que está delante de mí. ambos hemos subido en la misma estación, arc de triomf. ella se sienta de espaldas y se distrae mirando por la ventana o con su reflejo en el cristal)

(minutos más tarde, una chica que está delante de mí, a escasos veinte centímetros de la otra. ella ha subido en montcada i reixac-manresa. al acercarnos a montcada i reixac-santa maria, ambas hacen ademán de bajar. sin esfuerzo se podrían oír respirar a pesar del ruido metálico de la máquina)

(una vez en el andén, un grito que viene de la derecha hace que ambas se giran en dirección a. momento de grititos, de besos y de abrazos: todas se conocen, se reconocen, todas son amigas, no te he visto, pero cómo, tú venías)

(no te he visto. pienso en esa frase mientras el tren arranca. sorprendido, creo que, en el fondo, no es que no te haya visto, sino que no he visto nada. nada. y no hoy, posiblemente es todo el tiempo que no veo nada, que no quiero ver)

estamos todos tan cerca que a veces parece imposible que no nos mordamos sin querer
un recuerdo que no tiene nada que ver con nada. hacíamos hogueras en el descampado que estaba al final de la calle, justo al lado de la autopista. con palos removíamos las brasas y mirábamos hipnotizados cada pavesa, cada burbuja de humo que se perdía en el cielo. y el frío en las mejillas y no crecer nunca, peter pan
camino a la salida del metro. eh, tú, perdona, eres de aquí?, pregunta la mujer más bonita del mundo. sí, más o menos, respondo. la calle marquès d'argenteria, sabes cuál es? sí, creo que está por allá, y señalo en una dirección concreta, pasando la parada de metro, quizás la segunda por encima. ella pone cara de duda. también puedes preguntarle a un taxista para estar más segura, no sé, le indico. o en un bar, dice ella. sí, en un bar también está bien

es ridículo desearte suerte, pero sí, suerte

(justo en ese momento, dos calles por detrás, en un piso en el que se prostituyen cuatro inmigrantes latinoamericanas de diversas nacionalidades, michelle, la de las tetas grandes pero-no-tan-grandes, se esfuerza en hacer que se corra un tipo con tirabuzones de pelo negro en la espalda, todo por el ridículo precio de cincuenta euros la media hora de amor. él es un jabalí sin asar y ella tiene frío las más de las veces)
hoy tengo diarreas. supongo que es normal. días de mejoría, días de empeoramiento, subidas y bajadas. he bebido lo suficiente durante el viernes y el sábado como para hoy estar así, quejoso. así que camino con cuidado y pienso en dormir para calmarme

me miro la polla. un amenazador color rosado. no me la toco, sólo la miro. es un enemigo al que tengo que soportar hasta que pueda ducharme. entonces, bajo el efecto liberador del agua caliente y el jabón, volveré a sentirme yo, reconociéndome, reiniciándome
vuelvo a casa. coincido al salir del tren con ángel esteve. una conversación deliciosa sobre zarzuela. adoro la gente que sabe explicar cosas, hilvanando las historias y aderezándolo con un sinfín de anécdotas. él ha madrugado. viene de hacer un programa de radio tipo magazine para todo el estado. y la música, cómo le gusta. mientras cruzamos el puente que nos lleva a casa (vivimos cerca, a cien metros el uno del otro), pienso en lo fácil que me resulta enamorarme de la gente que me seduce con las palabras. lo miro mientras camina. un señor tan normal de más de cincuenta años, con zapatos caros y una corbata —absolutamente indecente— llena de piolines que gesticula mientras salta de tema, de año, de pieza, de autor, de anécdota, de contexto. delicioso. consigue frenar la tristeza que, minutos antes, estaba acelerándose dentro de mí

el té, en la primera toma, con apenas un minuto de infusión, resulta delicado y fragante, con todos los matices y de un brillo dorado como el día

el té, en la segunda toma, cuando ya llevamos un rato hablando y distrayéndonos con besos, se ha vuelto fuerte y amargo, duro, de un color oscuro, sin comparaciones

ambos momentos son un cosquilleo que me acaba arrancando el corazón
en el sueño, conduzco lentamente por un pueblo pequeño, de calles estrechas y casas con balcones llenos de flores. es de noche y hay gente vestida de blanco tendida en la calzada, en posición fetal. paso por encima de ellos sin atropellarlos, esquivándolos. a veces me tengo que subir a la acera con cuidado. me detengo frente a una casa y entro por la puerta entreabierta. en la cocina, cubos de plástico con agua limpia y fría. me agacho y bebo como un perro hasta saciar mi sed

despierto. esta vez sí, ya es de día y la luz empieza a quemarlo todo

sábado, 12 de enero de 2008

cuando estoy medio borracho siempre me da por pensar que esa chica tiene un diez escrito en el coño con un pintalabios negro. tanto da que sea chica de medias de rejilla, o chica de chaqueta blanca (de esas que no debes meter nunca en la lavadora). o chica que obedezca sin sonreír cuando le especificas —porque tu cuerpo es sabio y sabe lo que dice— que el vodka tiene que ser moskovskaya y no otro (no será el mejor, pero es el que menos te destroza)

el caso es que ese número me persigue y ésa y no otra es la vez que estoy más cerca de las matemáticas y del mundo

(la chica sonrió y no tenía dientes. el camarero más ultramarica del mundo había contratado a una yonqui)
me hago una paja para evitar malos pensamientos. leo el periódico. tengo la sensación de que las cosas verdaderamente importantes nunca pasan cerca de aquí. daría lo que fuera por poder dormir ahora, pienso mientras escribo un sms por respuesta a otro sms

al bajar los ojos, me lleno de golpe de la penumbra de la habitación. estoy húmedo, pegajoso y blanco, y los ojos no están llenos de humo, sino de algo mucho más ácido que el amor
volvemos en el metro a las diez y media de la mañana. daniel tiene marcada en la cara la estructura de rejilla del sofá de juank. yo he tenido más suerte y he dormido en la cama de la habitación pequeña. hablamos de cómo se meten los vagones en los túneles, pregunta capciosa donde las haya. yo miro a la chica embarazada de delante mío. ella, con un abrigo de piel de algo, unas botas altas y tetas que están diciendo fóllanos, despierta al tigre que hay en mí. nos reímos, hacemos transbordo, nos bajamos en urquinaona, cogemos el coche, aparcado desde ayer en la zona azul. acceso de tos

nos perdemos inexplicablemente al salir de barcelona. nos perdemos porque, en el fondo, venimos perdidos desde mucho antes. por eso bebemos de bar en bar, tanto que, al final, los ojos son cristales desteñidos y llenos del humo de los cuerpos que arden

de argentinos y mexicanos, que la capital está llena

viernes, 11 de enero de 2008

hoy borré un montón de rastros de personas que han pasado por mi vida. con otros rastros hice una maleta que dejé junto a otras maletas de años anteriores. siempre son buenos propósitos, casi como aprender alemán o volver a tocar el piano. pero todo eso fue antes de la ducha, porque lo de la patada y los cojones y el agua caliente y el dolor desértico fue una consecuencia, digamos que natural, de mi propia incapacidad para asumir estados de felicidad

la chica de la panadería me mira desde muy detrás de sus ojos negros. pero todo eso sucederá dentro de diez minutos y sesenta céntimos de euro
ahora que me he acostumbrado a otros cuerpos es cuando descubro que apenas pertenezco, que ya no sé acariciar ni un coño ni una polla de la misma manera que te acariciaba a ti, cuando lo esperaba con deseo de verdad (no como el de ahora, que es tan de mentira como las monedas de chocolate)

llaman por teléfono. una comercial de fecsa-endesa me habla sin parar de las ventajas de una póliza que y que y que. diez minutos —o siete o cinco, no sé bien— después, le explico que no, que una vez muerto me da todo lo mismo, que gracias de todas maneras, jessica era tu nombre? en la televisión, yo soy bea, mastodóntico éxito de telecinco para las tardes de-entre-semana

pienso en mí mismo como una bolsa de plástico llena de agua y de agujeros, sin más misterios que esperar
eran días de esos en los que nos bañábamos en la playa en ropa interior, días fríos y llenos de niebla hasta casi las doce, con la marea tan baja que parecía que tenías que ir a áfrica a bañarte. sentados en la arena, nos reíamos casi de todo, empezando por lo pesado que me pongo cuando empiezo a quejarme y esos guiris y el vigilante y el camarero de ayer por la noche, qué pocas ganas

a mí me encantaban tus bragas negras, esas que nunca más te pusiste después de aquel verano. no hubiera dejado de mirarte nunca, pero
lo peor de todo es no saber en qué momento puede venir alguien a romperte los cojones de una patada, pensé un segundo antes de meterme en la ducha. allí, bajo el chorro de agua caliente y sin jabón, recordé momentos claves de mis dos últimas semanas, intensos y asimétricos. de repente, empezó a dolerme mucho la cabeza y me tuve que sentar, con un millón de luces oscuras bailándome detrás de los párpados. cerré el grifo y la imagen de los pantanos vacíos y de una españa desértica se confundía con la de la cortina rosa

hoy saldré con juank y con daniel por la noche y por la capital, empezando en el valentino's y acabando quién puta sabe

jueves, 10 de enero de 2008

en esa fotografía, a la chica le pusieron cinta aislante en los pezones formando una cruz. después me miró y me invitó, con el coño enrojecido por un uso indebido, a unirme a ella. yo me cagué en mi puta vida y vi cómo la polla empezaba a desaparecerme hasta convertirse en un charquito mustio que estaba sacudiendo por costumbre, no por ganas ni instinto. pensé inmediatamente en todos mierdosos que piensan en el diseño inteligente de la vida —en contraposición a la cosa ésa de la evolución natural de las especies que propuso darwin el barbudo—, buscando qué clase de vida era ésa, qué clase de inteligencia había ahí, en ese momento, dentro de mis centímetros de perímetro craneal
uno. las libélulas me dan miedo, dije, y preferí bajar a la playa dando una vuelta a través de medio mundo. allí, las calles vacías del domingo se enquistaban de un olor dulce y agrio en las esquinas llenas de meados. había un millón de vasos rotos en el suelo y botellas y algunos chicos que dormían dentro de coches con las puertas abiertas, hinchados y sudorosos. pensé en ron jeremy —algo inevitable— y en las libélulas, que eran rojas como soldados después de una batalla. era el viento que venía de levante que las llevaba y las traía, mar allá

dos. tiré la mortadela con aceitunas. llevaba una semana en la nevera y se había vuelto pegajosa y ácida en su paquete de papel. encendí la radio y me hice una paja, pero lo dejé antes de acabar, visiblemente desmotivado, sin un plano claro de cómo llegar al tesoro. menuda mierda eres, F

tres. como los polinomios y otras cosas matemáticas que se quedaron en cualquier rincón. nunca entendía el porqué de los números que se crecen y se cambian ellos solos, y era una pena, tanto como el pelo aceitoso de ese profesor, jaume se llamaba. imposible ser peor: tenía los párpados caídos y chaquetas de lana de las que no se pondría ningún padre

y cuatro y más cosas. mi culo será siempre para ti, me dijo. ronroneé, emocionado, y algo se puso un poco duro entre mis piernas. años después, me llamó mientras estaba esperando a isa en un bar de mierda. éramos los mismos pero ya no éramos los mismos, creo que eso fue lo que le dije. ella me contó que trabajaba en una inmobiliaria por un sueldo de mierda y que su culo ya no era mi culo porque ya era de otro. sin entrar en más detalles, pensé en todas las promesas que había roto en mi vida y me dio vértigo. cuando la llamada se cortó —porque siempre se acaban cortando las llamadas—, entró isa por la puerta, sonriendo. parece que te acaba de pasar un tren por encima, dijo. sí, es algo así. un larga distancia, uno de esos que ya vienen descarrilando desde ni se sabe
la cabeza del príncipe / es como cualquier otra cabeza, que estalla como una flor / o un huevo contra el suelo / si le disparas lo suficientemente cerca
un error de jueves y apenas ha empezado. tengo nantes —la canción de beirut— metida en la cabeza desde mucho antes de estar despierto. duermo en mi cama. soy un tipo afortunado. a otros los hinchan a ostias hasta que cantan dónde estaba el zulo, quién voló la tcuatro, con un coro de demócratas de mierda cantando las excelencias de su puto estado de derecho. la costilla se la rompió él, alguien dudaba?

por favor, que pase algo, que pase pronto y grande, tan grande que. buenos días

miércoles, 9 de enero de 2008

estamos sentados en el suelo del comedor. hay luces amarillas en cada esquina y, a través de la ventana, la ciudad es un latido sordo y tranquilo, del mismo negro azulado que las personas tienen dentro. pero tú haces que todo brille. lees en voz baja a chéjov y en sus palabras encontramos el hilo que lo une, a través de los siglos y los kilómetros de mares, a carver y a ese señor aburrido que es john cheever. algo más de vino, acabar esa botella y otra más, unas aceitunas ásperas y pan caliente, las manos que se buscan, sabiendo que, aunque se apagaran en ese instante todas las luces del mundo, hay un látigo que resplandece cada vez que respiro cerca de

no sé cuánto tiempo ha pasado desde aquel incendio ni por qué lo recuerdo ahora
bogotá, año setenta y tres. padre, madre, hermano, yo

hay detalles que no se ven en la fotografía. el colgante de mi madre reproduce a sus padres, cada uno de ellos en una cara, grabados en plata. quince días después de esa foto, estaremos en madrid, alquilados en una habitación que huele a pescado. un mes más tarde, mi padre se habrá ido. juan en otro viaje más, cada vez con menos ganas de volver

de un lado a otro del cuadrilátero, con el corazón abollado y los gritos de la gente follándome los oídos: yo sí me quedaré

martes, 8 de enero de 2008

no sé cómo es mi vida. tampoco quiero pensar demasiado sobre ello. me exige un esfuerzo extra que no sería capaz de realizar. sé que tengo certezas, contradicciones, miedos, ambigüedades. juego con todas las cartas con las que puedo jugar. a veces es difícil, pero intento ser feliz

ser feliz es mucho más que meter la polla en un agujero o hacer un trabajo del que quedar orgulloso. también es mucho más que una bonita película, una canción que te emociona, fantasear con una exposición o un domingo en la playa, con unos zapatos de cien euros. ser feliz es mucho más que todo eso y, a la vez, mucho menos

no sé qué es ser feliz, pero hoy sé que lo soy, vagamente, de una manera íntima y inexplicable, pero sé que lo soy, finito y frágil como un papel de fumar, casi transparente y manoseado

sonrío. me gusta la codeína. me gusta sobremedicarme, ultramedicarme, hipermedicarme. tomo ocho pastillas diarias de fosfato de codeína, codeisán, con su cajita naranja y blanca. estoy con la boca seca y más lento de lo normal casi durante todo el día. me gusta. me estriñe. me atonta. me ablanda. me hace sentirme muy yo al mismo tiempo

se me llena la cabeza de nubes y en ellas viajan personas, personas que llueven y me empapan
he ido a barcelona al salir del trabajo. en el tren, leo todo está iluminado, el libro que carmen me regaló por navidad. me hace reír y me entristece a partes iguales. es muy, muy judío, sí. las emociones tienen forma de gota y todas se tocan entre ellas, formando un mar diminuto de muchos colores diferentes. intento no mirar a la gente que me rodea, así evito saludar a quien conozco (el matrimonio martínez, césar y hortensia). la táctica sueca. escucho su conversación. la navidad es un animal que aún colea, jadeando enfermo y sudoroso. con los árboles haremos abono, dice ella, dulcemente momificada desde la primera vez que la vi, cuando apenas había dinosaurios y yo tenía cresta

pienso en mi árbol. puse un árbol de navidad hace doce años años. pequeño, treinta centímetros de plástico verde y triste, con espumillones rojos y plateados y alguna bola. ahí sigue, sin demasiadas razones para quitarlo, encima de la estantería del comedor, exactamente en el centro. tampoco había motivo alguno para ponerlo en su momento. así son las cosas aquí, pura desidia, imitación
un trozo de chocolate envuelto en papel dorado. el bombón cruje y la casa está en penumbra. por un instante, un vómito ácido y tibio me inunda la boca, mezclándose con el sabor dulce y oscuro. pienso en escupir. me siento y, con calma, cierro los ojos. el dolor en el estómago es una nube metálica, un agujero que se hace grande y lento y que sube, anudándose en la garganta

lunes, 7 de enero de 2008

baboso como yo solo, en diez minutos mando la tarde a la mierda. a falta de algo mejor, sigo tomando codeína, añadiendo al cóctel un pepcid para el ardor de estómago. me recreo en los detalles del sueño de esta mañana mientras escucho música clásica. salpimento mi vida con un poco de pornografía en las páginas de siempre. cierro todos los navegadores, harto de leche y de culos y de videos en los que siempre se dice lo mismo, ohyeahs que pretenden deseo y sólo dejan escombros a su paso. busco algo que brille dentro de mí, me hago una foto, saco la lengua, soplo y resoplo, me alejo en todas y cada una de las notas que bach escribió y que ahora llenan las paredes de esta casa de un incendio que sólo puedo ver yo
sueño. vivimos debajo de un árbol negro y infinito. hay una gasolinera cerca. nos comunicamos con notas que dejamos en las ramas. letras de colores sobre papel blanco, sucio de cemento. te enredas en mi pierna y yo me enamoro más y más de ti. suena el despertador. tomo las pastillas. vuelvo a dormir un rato más, buscando respirar un poco de aire frío

un instante antes de, me veo a mí mismo dentro de treinta años como un patético consumidor de prostitución tardoadolescente, buscando en cada abrazo a la hija que no tendré

domingo, 6 de enero de 2008

respirar es un acto reflejo, algo que hacemos sin pensar, no como los delfines, que tienen que tomar la decisión de abrir la boca y llenarse de aire los pulmones. me creo a pies juntillas todo eso de palahniuk: fabricar explosivos con productos caseros, lo infeccioso de la cultura del consumo, bla-bla-blá. me encantaría fabricar algo, una buena bomba, por ejemplo. no estaría mal estallar tan fuerte que eso significara un antes y un después, una especie de hiroshima o de hipercor. cualquier cosa para no llegar vivo al fin de semana que viene y tener que celebrar mi cumpleaños como un pepe cualquiera

me levanto de la siesta dando tumbos y escribo lo primero que se me pasa por la cabeza. ayer vi el club de la lucha. nunca antes —y van unas cuantas— me pareció más lúcida que en la madrugada del día de reyes, con los niños durmiendo y la humanidad entera rendida al dios consumo
meo y una nube de vaho sube hacia el cielo. imagino la escena. soy un soldado que ha dejado hace tiempo de luchar por su pueblo. ahora, con la ciudad en ruinas, mi lucha es llegar vivo a la hora siguiente, al minuto siguiente. meo en la nieve, me vuelvo a esconder, vuelvo a disparar, regreso a mi espera. soy una sombra que apesta a muerte, un francotirador en una guerra perdida

a la pregunta de qué quieres ser de mayor, respondía arquitecto, cura o profesor, según la edad. ahora, sabiendo apenas, me conformo con

sábado, 5 de enero de 2008

me hago un ovillo en el sofá. escuchamos música armenia mientras miramos a la gente que cruza la plaza en mil direcciones diferentes. el mercado de la barceloneta es una ballena negra y gigantesca que se retuerce en arabescos allá abajo. creo que nunca me he encontrado más desnudo que en ese momento, con la luz cambiando el color de los besos y el frío del mar
los reyes magos son los padres y los tíos y los abuelos y un montón de gente a los que, en el fondo, les importáis una puta mierda. me quedo con ganas de decírselo al oído a todos los niños con los que me cruzo, niños que tiraría a un pozo sin deseos y con un millón de fantasmas japoneses nadando dentro. me quedo con ganas de cagarme en la cara de sus abuelas y sus padres. me quedo con ganas de quejarme hasta que se haga de día. odio la noche de reyes y de qué manera el mundo se vuelve idiota con tanta purpurina

compro regalos para mi madre y mi hermano. todos los dependientes de cortefiel son maricones perdidos y yo siempre espero hasta el final para ser buena persona y qué bonito es todo

viernes, 4 de enero de 2008

hoy me he corrido por primera vez en un montón de días. han sido días de pensamientos turbios que giraban alrededor de coños poco peludos y de una boca detrás del quicio de una puerta. en la televisión, la imagen patética de jaime peñafiel y del rey de españa han estado a punto de dar al traste con mi fantasía, que era algo así como una profesora de dibujo relamiendo mi sexo con dedicación casi infantil, muy guarramente. he cambiado de canal y la imagen de mi mano abofeteando a esa mujer ha hecho que estalle en una nube blanca y agria que he notado entre mis dedos como las vísceras de un animal aplastado por un coche

después, me he quedado dormido hasta que ha sonado el teléfono. un millón de timbrazos insistentes en una llamada de alguien que, obviamente, no he contestado
llevo varios días con la tontería ésa: me confundo sistemáticamente en la dosis y en la medicación de la colitis. así, tomo más pastillas de la cuenta de las que no me tocan, o menos de las que sí me tocan, o yo qué sé. el caso es que no acierto ni con el color, ni con el día o la cantidad. no sé qué saldrá de todo ésto. lo que sí sé que no me falla es la codeína: dos pastillas cuatro veces al día, exactamente el triple de lo que pone en el prospecto

jueves, 3 de enero de 2008

demonios, fantasmas, recuerdos. los tatuajes de ana carbó, sus besos, lo mucho que quise a esa chica y lo lejos que está ahora

lo lejos que estoy yo, que me fui a la deriva y ahora debo estar ya más al sur de nueva zelanda, con la cara pintada y todo mi amor clavado en un trozo de madera que brilla como el mar

sin duda, el error más grande de mi vida. hecho, es simple: buenas noches
ya no llueve. no tengo planes para mañana. me apetece follar la noche entera. sé que, llegado el momento, querré estar solo, yo con mi microondas, yo con mi ordenador, yo con mi televisión, yo con mi teléfono, yo conmigo mismo y con mi millón de recuerdos, demonios y fantasmas. así es difícil follar. es como ir por la vida con una ristra de ajos colgada del cuello. o con un crucifijo en el bolsillo. he estado con daniel esta tarde. se me caían los ojitos y también las palabras, con un tintineo amarillo que no hace presagiar nada bueno. iría al médico y le diría: señor médico, no sé qué me pasa, pero cada vez hablo menos y peor. es como si tuviera la cabeza pegajosa y resplandeciente por dentro. puedo hablar durante horas sin decir nada, siempre las mismas estructuras de palabras ya dichas con anterioridad. son frases de político, frases que no quieren decir nada, frases que son lejanas y llenas de aristas y que no comunican nada. qué puedo hacer, señor médico? qué puedo hacer, daniel?

quizás sea cuestión de unas pastillas, unas que tapen con cuidado los agujeros esponjosos que se me hacen en la cabeza a cada paja que me hago

miércoles, 2 de enero de 2008

estoy supercontento. hace un ratito, cuando he salido del trabajo, lloviznaba. he comido mandarinas, aprovechando mi decimoséptima mejoría. llevo unos tejanos negros que me quedan ridículamente cortos, casi como una reencarnación de johnny ramone. pienso en la chica ésa que subió a toda prisa una montaña, desnudándose antes de decidirse a morir. mi jefe se ha ido a media mañana. un resfriado que se encadena a otro resfriado no le deja levantar cabeza y, por extensión, al resto de nosotros nos acogota en un moqueo constante. después me volverá a tocar a mí. casi todos los trabajos se han quedado a medio hacer. no importa. los tengo totalmente terminados, pero eso es sólo un secreto detrás de los párpados, un secreto sólo para mí y para la tontería que soy cuando canto en voz baja
el primer día de trabajo del año. bien, vuelvo a sentirme útil, a ponerme dos jerseis, las mismas converse con agujeros en los lados. aquí todo el mundo está resfriado, tose, estornuda, comparte virus, mierdas y chocolatinas. volveré a caer. lo noto en algún sitio dentro de mí. una música de piano tranquila me acompaña en mi descenso por el trampolín más grande de garmisch-partenkirchen

saludos al mundo y el frío en las mejillas

martes, 1 de enero de 2008

llevamos un montón de horas en la fiesta. apenas bebo. veo cómo se desmorona el mundo para la gran mayoría de personas que están allí. también hay gente que me da náuseas, como la guarra de la hermana de maría, y yuca, con los ojos como pelotas incandescentes y saltonas. hay un momento en el que no tiene sentido seguir allí. todo el mundo es de puta madre, el pescado está vendido de antemano y mis amigos son unos monigotes simpáticos a punto de estallar después de un millón de litros de alcohol. la fiesta seguirá hasta que sea bien entrada la mañana, hasta que casi se acabe la droga. una victoria a tiempo es una retirada

estás asustado / tu vida va en ello / pero alguien debe tirar del gatillo (grita bien fuerte el estribillo): feliz año nuevo