lunes, 29 de noviembre de 2010

hace frío. la tienda online de etnies me avisa que tengo un descuento de quince dólares en cada pedido y que si éste es superior a setenta y cinco, me regalan un gorrito, adhesivos y los gastos de envío. el kit adolescente a un precio inmejorable. bostezo. he vuelto a activar mi perfil en facebook aunque me tienta volver a borrarlo y desaparecer otra vez

la gente que realmente me importa no tendría problemas para encontrarme, soy de órbita fácil, de pasos lentos y inseguros, de siempre la misma canción y las mismas calles, los mismo cuerpos y palabras, las mismas explosiones de amor vacío en las mismas películas

apretar el botón y volatilizarme. suena el teléfono y no lo cojo. miro la pantalla y el nombre escrito me resulta un completo desconocido. cisco, hemos sido amigos, ha confiado en mí, he confiado en él, ahora sólo somos extraños que apenas tienen nada de qué hablar. me pregunto si me acabará sucediendo eso con todo el mundo, con toda la gente que me importa, la que realmente quiero. pienso en una llamada perdida detrás de otra, una detrás de otra. pienso en el teléfono como una manifestación de amor

canciones mientras bebo té caliente. dentro de un rato estaré disfrazado de persona normal ante el partido de fútbol en pantalla gigante, sin esperar nada, sólo sintiendo el hielo en la espalda, contando los minutos para que acabe todo ese ruido

escribir es una puta losa. escribir con coherencia es una puta losa. sería mejor si sólo vomitase palabras rotas, sin pensarlas demasiado, sin apenas estructura entre ellas. quizás respondiesen mejor a cómo me siento por dentro. debería intentarlo. debería, pero es un esfuerzo que me agota, que me ensucia aún más por dentro

hace frío y el hombre del tiempo dice que lloverá. no puede ser peor que ahora. abro un paréntesis para respirar de otro color: hace una semana que he empezado a disminuir la medicación. en tres semanas más volveré a estar limpio de química por dentro. pese a ello, me siento como si estuviera esperando un cáncer de colon. si me miro al espejo puedo verlo dentro de mí, sonriendo, el último, el mejor

domingo, 28 de noviembre de 2010

el exilio interior. una imagen en blanco y negro, aislamiento, frío recorriendo la espalda, la paz en todas y cada una de mis vísceras, la sonrisa que sólo veo yo

(aquí van pasando los días. quedan heridas en los dedos. quedan ausencias a las que no tardaré en acostumbrarme. queda el calor bajo el edredón blanco y alguna noche con fiebre)

(sueño que mi madre muere, que subo por un terraplén que une una estación cualquiera con un pueblo cualquiera. sueño que hablo con una chica que se llama teresa y que ella me da una libreta de color magenta. irás arrancando las hojas, me dice, y yo me siento como hansel y gretel mientras escribo y escribo, adultos es la única palabra que escribo)

(no es una estación cualquiera porque sé que estoy en mollet del vallès aunque no se parece al pueblo que conozco. es una pendiente que parece no terminar nunca, tierra abierta por la lluvia y seca por el sol y el paso de los días. pienso en teresa y en esas hojas de color color y esa palabra —adultos— que no debe quedar partida, son sólo tres sílabas de largo desigual)

(despierto y pienso que mi madre muere. pienso en las cosas que nos unen, en lo exiguo de nuestras conversaciones, de nuestra relación, en cómo será todo cuando ya no esté, en si sabré enfrentarme a ese vacío, a su presencia como un fantasma)

(mi madre como una fotografía borrosa que irá desapareciendo con el tiempo, alguien en quien apenas reconocer a la persona que era hace diez años, hace veinte, hace cuarenta. mi madre en el momento del parto, la sonrisa de mi madre adolescente, la mirada de mi madre aún niña, sus pasos silenciosos al caminar, lejos, cerca, punto ciego, desvanécete)

martes, 23 de noviembre de 2010

el sueño eterno. martes, fútbol, aburridos movimientos electorales en un país sin esperanza ni conciencia. el domingo, en el palau sant jordi, arcade fire cantaban wake up ante un público en comunión. lamentablemente, por mucho que nos emocione su música ya no estamos a tiempo de despertar

lunes, 22 de noviembre de 2010

el corazón lleno de incendios, las manos frías, los ojos secos, las palabras enfermas, lunes rojo de óxido

jueves, 18 de noviembre de 2010

(una cerveza en el bar de siempre son veinte minutos y dos cigarrillos, cuatro canciones de salsa que suenan todas iguales, una chiquilla correteando mientras su madre —a quien conozco desde que ella tenía diez años— come patatas fritas, una conversación breve con sandra —amigdalitis, trabajo, padre, itv del coche— antes de marchar)

(hurt, una hermosa canción de johnny cash; un montón de videos de fisting y látex y anal y mierdas así; otro montón de correos electrónicos con ruth, la ex de juank; otro montón de trabajo terminado en el montón de los trabajos terminados; cena, película, sueños que apenas entiendo, jueves y ya está)

(sueño que pilar me abraza, que estoy sentado en el suelo de su casa, que hablamos, que me orino encima, que como con mis amigos y ellos devoran carne y me dan asco y vomito y en el suelo están mis intestinos y pilar me dice algo que ahora soy incapaz de recordar)

(me gusta que hayas venido, pilar podría decir eso y sería como retroceder veinte años en el tiempo, pero no, esas palabras se han perdido para siempre)

(podríamos hablar de leyenda y de historia y estaríamos hablando de dos vidas totalmente diferentes, y todo ello sin necesidad de recurrir a lacan y a sus hazañas del yo y a su puta madre. daniel hablaría mucho de mí, convirtiéndome en un ser mítico, un entrañable gilipollas al que querer mucho. yo escucharía, fumaría, bebería, pensaría, me alejaría cada vez más de todo y de todos, como si tuviera una bala en el cerebro y sólo estuviera esperando que se moviera apenas nada y entonces dejar de sentir y abandonarme y ver toda esa escena desde lejos, desde cada vez más lejos, ya sin vértigo)

martes, 16 de noviembre de 2010

tenemos vidas relativamente cómodas, con más elementos en la pantalla de los que somos capaces de gestionar correctamente, como un ordenador con demasiados programas abiertos que convierte nuestra aparente felicidad en angustia

animales insatisfechos, supongo que por una cuestión de química, algo que no podemos controlar y que está marcado a fuego, enquistado en el fondo de nuestras emociones. hacia dónde voy? no lo sé. ayer estuve viendo una película, la pequeña lola, de bertrand tavernier. hoy miro a mis amigos y todas sus ambiciones personales y profesionales me hacen sentir muy lejos de ellos, como si en la jaula en la que vivo apenas hubiese ya espacio para nadie más que no fuera yo

me cuesta respirar, hablo de un río de aguas rápidas, del ahogo inevitable. hablo de no saber nadar, del miedo que me dan los cambios porque soy de natural inmóvil y cualquier cosa que signifique desplazamiento me acaba produciendo vértigo. pese a ello, no he aprendido a vivir sin esos baches, como si necesitase ponerme a prueba a mí mismo constantemente. uno aprende, con el tiempo, a vivir en perpetuo estado de enfermedad

encuentro cada vez más puertas cerradas. siento que he salido demasiado tarde de casa y quiero resolver mi existencia ahora, en los últimos cinco minutos. qué hacer? la sensación de viajar por una cinta de moebius es la única certeza. el resto se acaba convirtiendo en las mismas ideas que se amasan, se reblandecen hasta ennegrecer

lunes, 15 de noviembre de 2010

hoy me he hecho fotos en un fotomatón. por tres euros, seis fotografías válidas para dni electrónico, pasaporte electrónico, carnet de conducir; por dos euros, dos fotografías válidas para pasaporte usa —cinco por cinco centímetros— y cuatro minifotos para currículum. total, cinco euros. total, doce fotos

(me fascina la idea de encontrar un mensaje escondido en la tontería ésta de las fotos y el fotomatón. encontrar las palabras carnet de conducir, pasaporte, currículum tan seguidas, atropellándose las unas a las otras, parece una invitación a huir, una sucesión de puertas abiertas, una clave para entender mi vida y la de los demás, casi como un cero a partir del cual empezar una progresión matemática. hoy juank ha enviado correos electrónicos que he respondido con ironía hasta que han dejado de llegar. el punto cero del que hablaba, supongo)

(porque aquí la película sólo va de ratones minúsculos subidos a una rueda de plástico gris, escarbando túneles en una jaula con el suelo forrado de paja caliente, girando siempre en la misma dirección, sean cincuenta y seis, sean un millón de vueltas)

corro la cortina, sigo las instrucciones, apreto el botón verde cuando se me dice, miro fijamente dentro del óvalo, las fotos estarán en un minuto, fin de la operación

domingo, 14 de noviembre de 2010

la mitad de una película en la televisión, la mitad de una pizza, la mitad de una botella de beefeater, la mitad de una vida

viernes, 12 de noviembre de 2010

jueves, 11 de noviembre de 2010

el frío arde en los tilos, apagando el verde de las hojas, quemando sus ramas, desnudándolas. la acera es una alfombra triste y amarilla, otoño de oro viejo a las ocho de la mañana, lunes a viernes, la misma gente, los mismos días en un remolino

martes, 9 de noviembre de 2010

(es sábado y son las ocho y media de la tarde. bebo una lata de cerveza que he comprado en un paquistaní que hay en ramón y cajal con montmany. en la calle se oye música, una batería, guitarras desordenadas, unas canciones que se alargan y deshilachan en una secuencia de muecas. en un primer piso, en tres ventanas con luz, unos chicos tocan. no hay más luces en el edificio ni en ese tramo de acera, si exceptuamos las tres farolas amarillentas. me quedo allí un rato con la mente en gris. mis amigos no han llegado, el heliogàbal todavía está cerrado, no tengo dónde ir, ahí está bien, ese ratito es una pequeña pausa en la que estar solo y seguro. una chica habla por teléfono unos metros más allá, los músicos dejan de tocar, abren las ventanas, apuro la lata de cerveza, no quiero pensar en nada, no podría, sólo la llama del encendedor)
bajar del podio mientras todos aplauden el esfuerzo realizado. salgo del trabajo y vuelvo dando un rodeo a casa. el camino más largo puede hacerse infinitamente largo, sólo hay que querer una calle más, una esquina más, un parque más. fumo y disfruto de ese momento íntimo mientras camino a cámara lenta entre la gente, un niño se cae, la madre corre, el llanto, el cielo tan oscuro como el mar y el ruido de los coches que salen y entran del aparcamiento del mercado. las conversaciones de la gente se calcan las unas a las otras, como un eco que reverbera incontrolable, cien gigabytes de puro ruido rosa. el momento más bello del día ha sido descubrir a henry purcell como alguien a quien amar en silencio

lunes, 8 de noviembre de 2010

hoy he visto algo hermoso. el viento se llevaba todas las hojas amarillas de los árboles calle abajo, pintándolo todo de oro viejo. después ha llovido y el asfalto mojado era un inmenso espejo negro en el que los coches dibujaban luces color de fuego, calle palomar, calle potosí, siete y media de la tarde

domingo, 7 de noviembre de 2010

(S bebe té con jengibre y pimienta; yo, una cerveza sin alcohol. el aire de la cafetería está lleno de humo y de conversaciones que se cruzan, se anudan, se rompen en millones de fragmentos al estallar, la suma del todo y las partes. me gustaría hacer desaparecer a todo el mundo allí, calle joaquim costa, grandes ventanales, un barrio que es cool little manila en obras. para siempre, nunca más todas esas personas, olvidarlas y que nunca hubieran estado allí. pienso en el poder sobrenatural de lámparas maravillosas y varitas mágicas. pienso en este viernes y miro las manos de S, delicadas, bonitas, pasando con cuidado las páginas de su libro, edición de mil novecientos sesenta y seis, ella es mi felicidad)
la vida en el tren, la vida hasta cansarte. la mujer tiene el pelo ceniza, ralo, fino, corto, peinado con raya al lado, una blusa de viscosa color fresa y vetas oscuras, pantalones amplios y negros, zapatillas de footing marca nike, tres gruesos anillos de oro, dos de ellos con piedras que brillan y los ojos pintados con sombra azul, labios carmín. tiene unas manos blancas, inquietantes, de uñas largas y cuidadas, sin pintar, una bolsa blanca de plástico y fuerte acento maño al hablar

porque habla con su hijo, un treintañero alto y grueso, con el pelo engominado y peinado hacia adelante para disimular una calvicie incipiente, la nariz roja llena de venas, la mirada seria, jersey gris, camiseta blanca, tejanos índigo y zapatos marrones de sport, un ipod que no deja de toquetear mientras contesta con monosílabos a las preguntas de su madre

bostezo, cierro los ojos, tengo sueño, bostezo más aún, un grupo de adolescentes franceses que parlotean y cantan, han subido en les planes, llevan sillas y banderas vaticanas, son las doce de la mañana, me apetece dar una vuelta por el centro mientras espero a míriam. hemos quedado para comer, dos y media delante de la fnac

ella está cansada. lleva una semana trabajando un montón de horas más de la cuenta y, además, el master está en su recta final, con lo que el trabajo a dedicarle es cada vez mayor. tiene fiebre y unas llagas en la boca que no tienen buen aspecto. deberías comer fruta, le digo, y le cuento no sé qué acerca del escorbuto en los barcos y la importancia de comer limón, gilipolleces que no me creo ni yo y que me convierten en transparente delante de ella. deberías comer más fruta, toda una declaración de amor

pasan las horas. míriam se ha quedado en casa y yo he vuelto a barcelona porque esta noche ceno con mis amigos, y es que el cumpleaños de juank debería ser una buena celebración. como, bebo, fumo, hablo, me relaciono con normalidad, o eso creo. puedo aprobar el examen, claro que sí. después de los gintonics ellos volverán a casa en metro y yo en un bus nocturno del que ignoro horarios y ruta, todo salvo una parada concreta. es entonces que echo a andar en dirección contraria

sólo tengo que caminar la calle ramón y cajal hasta torrent de l'olla, subir hasta ros de olano, seguir por cigne hasta via augusta y esperar el puto autobús que me llevará de vuelta a mi exilio. es fácil, no se me exige nada, no hace frío, hay gente en la calle porque es la hora a la que cierran los bares y todo el mundo está intentando encontrar su lugar en el mundo. hablamos de quince minutos a paso tranquilo, las manos en los bolsillos y una pequeña mochila azul en la espalda

precisamente por eso, la dirección contraria. bajar por torrent de les flors, seguir por travessera de gràcia, bajar por bailén hasta aragón y allí, la nada, la cabeza en blanco, preguntándome por qué he hecho eso, qué pretendo, de qué huyo. no existen las respuestas, tan sólo los pasos, las esperas en los semáforos en rojo

regresar. subo por passeig de gràcia hasta gran de gràcia, giro a la izquierda por cigne y esta vez sí, por fin estoy haciendo lo correcto: una parada de autobús con cien borrachos y mil chicas cansadas. ha pasado una hora y media y una vida

pepe se tambalea, sus amigos bromean con él, pepe es alto, con patillas pelirrojas y unas gafas mustias a punto de caer, a saber qué pollas se ha metido pepe en el cuerpo para estar así de asqueroso. una chica me pisa varias veces, no pasa nada, es imposible cuando está tan lleno, sonreímos aliviados. conduce un chico muy joven con infinita paciencia, la ciudad a oscuras, las luces en la montaña, el frío en la calle, el humo del último cigarro del día mientras camino por sant bonaventura. pienso en helena porque al bajar por bailén he pasado por delante de su casa. la polla se me ha llenado vagamente de electricidad recordando su boca y es entonces que he buscado las llaves de casa, seis de la mañana, primer domingo de noviembre

jueves, 4 de noviembre de 2010

(pensar en lourdes se ha convertido, con el tiempo, en la única excusa que puedo identificar con claridad. triste verse tan viejo, tan gastado)
la montaña rusa de la que hablaba hace unos días se transforma, de repente, en un socavón lleno de fantasmas. vuelvo a casa dando un rodeo, silencio y oscuridad, ése sería mi mundo ideal. por el contrario, encuentro a millones de personas que insisten en hacerme partícipe de su felicidad, de su tristeza, de su vacío por los siglos de los siglos, amén

(una estantería negra casi vacía y en ella, un catálogo de las obras de rothko expuestas hace diez años en la fundació joan miró de barcelona. catálogo perfectamente retractilado en su funda de plástico porque nunca nadie lo ha abierto. catálogo que compramos lourdes y yo el último día del año dos mil. similitudes entre ese catálogo y mi corazón, pregunta de examen)

(pienso en lourdes cuatrocientas veces cada día, de una manera casi constante. por qué? sin respuesta, sin aliento. pensar en ella es tener una lanza clavada en el pecho, es obstinarme en respirar hondo, es sonreír y caminar como si no pasara absolutamente nada, negando todo lo evidente, dejando detrás de mí un reguero de mierda que sólo yo puedo ver)
sueño con nicolás, el padre de daniel. quiero morir en tu cama, me dice. sí, y cierro la puerta de la habitación, vago por la casa, pasa un tiempo que no sé concretar en el que hablo con gente que conozco y gente que no, todos insisten en tocarme, vuelvo a mi cuarto, las paredes ahora están amarillentas, húmedas, aceitosas, la cama deshecha, penumbra, mi madre pasa por detrás de mí como una sombra y susurra algo que no puedo entender, sé que también está muerta, despierto, todas las piezas siguen en su sitio, esperando más horas de este jueves

martes, 2 de noviembre de 2010

los colores del otoño son bonitos allí. no soy de montaña, al contrario, de ciudad y de mar, pero el rojizo de los árboles convierte los kilómetros de carretera en algo realmente hermoso. suenan simon and garfunkel y los ojos se me llenan de lágrimas. también hay una extraña belleza, algo fantasmal, en los parques eólicos que cruzamos, aspas que giran lentamente, blancos, gigantescos, fríos
desde la ventana, dos membrillos y frutos caídas en la hierba del jardín. ocupamos la habitación número once, madera y gruesos muros de piedra, cálidos en inviernos y frescos en verano. la vida es tranquila a pesar de una gran familia que ocupa varias habitaciones en el piso superior, también de barcelona, nos saludamos en voz baja y sin sonreír a la hora del desayuno, el único momento del día en el que deberíamos coincidir

me gustan esos membrillos. pienso en víctor erice y en antonio lópez. pienso en la luz de la mañana porque este sábado atrasarán el reloj y dormiremos una hora más. pasamos bastantes horas en silencio, el uno junto al otro, esperando que empiece a llover o que no empiece, tampoco sé. míriam tiene unos pendientes pequeñitos con forma de pez y a mí me da por pensar en san pedro y en la estructura fractal de la naturaleza, gilipolleces
el hombre duerme delante de mí. pelo negro con canas, despeinado, bigote, arrugas profundas en las mejillas, las manos cruzadas en el regazo, jersey gris, camisa blanca, los puños de una camiseta negra de manga larga doblados por fuera, pantalones beige, gastados, sucios, los bajos cosidos con cuidado pero sin técnica, zapatos tipo mocasín llenos de polvo, un maletín viejo de color negro, de los de doble combinación, qué coño puede haber de valioso en ese maletín

el hombre duerme en una niebla que apesta a culo. son las diez de la noche, el vagón está casi vacío, es un tren con destino a la universidad autónoma, tengo ganas de llegar a casa, imagino a ese hombre desnudo y pienso en una cámara de gas

pasan los días y la ciudad sigue siendo la misma. desde la ventana del hotel en akerreta, cuento cincuenta y cuatro ovejas a una distancia de trescientos metros. más lejos, nueve caballos y un pastor vestido de gris que camina lentamente. las nubes oscuras se mueven mucho más rápido que las blancas, más lejanas. la niebla en las montañas se deshace en algodón de azúcar y contamos dieciséis peregrinos antes de coger la autopista. es el camino de santiago

mil doscientos kilómetros en un ford fiesta blanco con matrícula de ibiza, dentro de un triángulo formado por akerreta, iruña y donostia. el desierto de la baja navarra deja paso a las montañas de roncesvalles y éstas, al cantábrico. caminamos por la concha, confundiéndonos entre la gente y la llovizna. hay chicas que pasean perros y chicos que pasean señores en sillas de ruedas, bebemos cerveza antes de comer en bares llenos de gente, los días son increíblemente tranquilos aquí, en el fondo del mar