jueves, 18 de noviembre de 2010

(una cerveza en el bar de siempre son veinte minutos y dos cigarrillos, cuatro canciones de salsa que suenan todas iguales, una chiquilla correteando mientras su madre —a quien conozco desde que ella tenía diez años— come patatas fritas, una conversación breve con sandra —amigdalitis, trabajo, padre, itv del coche— antes de marchar)

(hurt, una hermosa canción de johnny cash; un montón de videos de fisting y látex y anal y mierdas así; otro montón de correos electrónicos con ruth, la ex de juank; otro montón de trabajo terminado en el montón de los trabajos terminados; cena, película, sueños que apenas entiendo, jueves y ya está)

(sueño que pilar me abraza, que estoy sentado en el suelo de su casa, que hablamos, que me orino encima, que como con mis amigos y ellos devoran carne y me dan asco y vomito y en el suelo están mis intestinos y pilar me dice algo que ahora soy incapaz de recordar)

(me gusta que hayas venido, pilar podría decir eso y sería como retroceder veinte años en el tiempo, pero no, esas palabras se han perdido para siempre)

(podríamos hablar de leyenda y de historia y estaríamos hablando de dos vidas totalmente diferentes, y todo ello sin necesidad de recurrir a lacan y a sus hazañas del yo y a su puta madre. daniel hablaría mucho de mí, convirtiéndome en un ser mítico, un entrañable gilipollas al que querer mucho. yo escucharía, fumaría, bebería, pensaría, me alejaría cada vez más de todo y de todos, como si tuviera una bala en el cerebro y sólo estuviera esperando que se moviera apenas nada y entonces dejar de sentir y abandonarme y ver toda esa escena desde lejos, desde cada vez más lejos, ya sin vértigo)