miércoles, 30 de junio de 2010

hoy he visto summer of dolphins, de shahar segal. la sensación de pérdida se ha multiplicado por mucho y, por un momento, me he sentido como una boya a la deriva en mitad del océano, casi como cuando bobby shatford espera a la muerte en los minutos finales de una película de wolfgang petersen sobre tormentas y peces espada. el mar negro, el atlántico sin luz, la línea que los une

martes, 29 de junio de 2010

hoy ana me mandó una foto con su hijo, el joven pedro, de apenas unos meses

(quemar una barrita de incienso barato, de incienso de bazar oriental, nada que ver con las barritas de incienso que isa compra en tiendas donde se venera a sai baba, incienso que te pinta de flores los pulmones y pica en los ojos al arder)

(grosso modo, siete mil trescientos treinta kilómetros entre donde vivo y salvador de bahía. atardece mientras ana me escribe. después lloverá. después me comeré un partido de fútbol mientras ana aprende la vida de nuevo junto al pequeño pedro, rollizo y moreno cachorro humano)

(la vida junto a su marido y su hijo, un país diferente, una lengua que no domina, los días de invierno llenos de viento)

(en la fotografía, ella mira a la cámara y sonríe. el niño, absorto hacia la izquierda, totalmente lejos de la escena que él protagoniza. pienso en el poliedro de miradas que se cruzan y dibujan sin querer. todos y ninguno, todo el mundo se sonríe. pienso en ana, en la última vez que nos vimos, hace como dos años, en un bar de plaça espanya, en sabadell)

(en la televisión, un documental sobre el tropicalismo. imágenes en blanco y negro sobre la modernización de un brasil que se me antoja irreal. ojalá pudiera dormir toda la vida)

(un tomate a rodajas, sal, aceite, limón, orégano, algo de queso, pan tostado. comer en silencio, casi sin hambre, casi por costumbre)

(sobre la distancia. son mucho más horribles los kilómetros emocionales, los que nos separan definitivamente de lo que hemos sido o hemos amado, los que nos acercan a eso que odiamos. los siete mil trescientos treinta de ahora son sólo, pensándolo bien, gotas de agua, peces, ahogados, nubes y gaviotas, poco más. el hierro de los barcos, las manchas de fuel como una segunda piel)

ha acabado el partido y cristiano ronaldo escupe a la cámara. es un partido más y sí, píntalo de rojo

lunes, 28 de junio de 2010

(pienso en el gordo de la canarinha, lo desnudo mentalmente y recorro pornografías a través de su piel sudada después de noventa minutos de fútbol en un bar. pienso en su mujer, a la que abraza como si quisiera marcar todos los terrenos posibles, y la construyo con palabras cerdas hasta encerrarla en un secreto que es una campana de cristal. pienso en el perro, en quitarle la puta camiseta y los putos calcetines y dejarle mis manos para que las lama, en acariciar su cabeza con los ojos cerrados hasta que se durmiera a mi lado. todo es más o menos así, así que está bien que tenga una mordaza)
(nada que ver con el resto del día, en el que la desmotivación se convierte en jornada laboral. eso sí, begoña me ha mandado unas fotos de aitana al correo electrónico y la niña está preciosa. ha sido entonces cuando he dejado de pensar y me he concentrado en lo que estaba haciendo hasta conseguir vomitar en la pantalla)
esta tarde ha estado isa en casa y hemos salido un rato a tomar algo —ella, un vichy con una rodajita de limón; yo, un nestea— a una terraza cerca de aquí. mientras conversábamos, un río de gente iba haciendo escalas en el cajero de la caixa que estaba justo enfrente. me ha llamado la atención la pareja con perro: todos, caniche incluido, embutidos en camisetas de la selección brasileña. el animal llevaba, además, unos calcetines azules. ha sido más o menos entonces cuando nos hemos ido, aunque creo que yo me había ido un ratito antes, pero no estoy muy seguro, no sé

(nada que ver con la chica de los tobillos tatuados, la de la minifalda vaquera y los tacones empire state en zancada larga. nada que ver con el chaval de las sandalias negras que ha pasado por allí mil trescientas veces en una hora. ni con el tipo que esperaba a su puta madre y que me ha saludado con un movimiento de cabeza. ni con la mamá arregladita que se ha tomado un café con hielo mientras le daba un yogur a su bebé. esta mamá ha saludado a un tipo que, a su vez, ha saludado al de la camiseta brasileña, manchándose todos un poco de exquisitez paleta. el premio ha sido que la tarde ha estado bastante bien, si no fuera por)

domingo, 27 de junio de 2010

estos últimos días son calurosos y ligeramente futbolísticos por los bordes. la tarde de domingo es una tarde de sábanas limpias y pantalón corto, con los platos durmiéndose mientras esperan el jabón y el agua tibia. a ratos voy pensando en la yonqui de ayer, la chica italiana que comía arroz con leche en el suelo del vagón. me fascinó que fuera bonita y que tuviera todos los dientes. me fascinaron sus veintipocos años y que leyera el woman sin que le importase enseñar sus antebrazos llenos de heridas. páginas y más páginas rebosantes de glamour de extrarradio para la princesa sin trono

(después pasó que compramos libros y bebimos cerveza y no fuimos al cine y dormimos toda la tarde hasta que me quedé solo y elegí un canal de televisión y después otro y después elegí una ensalada y otro canal y después un vértigo de canales hasta que me calmé con una paja y pude cerrar los ojos)

(también pasó que me sentí frustrado porque me sentí durante muchos momentos del día en un blanco y negro bastante plano, nada que ver con la realidad trinitron que se movía a mi alrededor, una realidad festiva y cambiante, sobresaliente en estímulos y colores, intensa como pocas veces antes. así, lo mejor que podía hacer era acabar escondiéndome y disfrutar de estar solo y estar gris, sin tener que fingirme otro)

domingo, 20 de junio de 2010

(hojeo dublinesca, de vila-matas, mientras arrugo la nariz. leo un párrafo al azar y no está mal. debería darle una oportunidad pero me da una pereza inmensa. bostezo y cambio de canal. me encuentro cómodo en los bucles de noticias: siempre hablan de lo mismo, siempre con las mismas palabras. pienso en mí mismo como un bucle de gilipolleces: siempre hablando de lo mismo, siempre con las mismas palabras. si tuviera valor, me compraría un traje y sería mi propio presentador de telediario)

(sopa para cenar. pienso en la chica morena del tren, la que lee un nosequé programa de inserción editado por barcelona activa. traje chaqueta de color negro, liso, sin estridencias, camisa blanca, zapatos planos de color perla y oro. maquillaje discreto, tan sólo algo de rímmel, una línea en el párpado superior y pintalabios de color granate. la chica morena no es realmente morena: su cabello —recogido en una pequeña cola de caballo— está teñido de caoba oscuro y su piel es blanca y lisa. pendientes de plata rectangulares, verticales, elegantes. lleva una bolsa de plástico de la librería sanz y torres —especializada en bibliografías recomendadas y textos de la uned— y en el dorso del programa ha anotado unas palabras en inglés con letra desordenada)

(tres manzanas de las de oferta en el eroski: cincuenta céntimos. hay otra chica, una morena con cara de fastidio. una chica deportista con zapatillas saucony y bolsa de deportes adidas, mallas y camiseta de tirantes. en mi camisa hay una desagradable mancha de café, una gota océano que contrasta con violencia sobre el celeste de la guayabera. la chica que hace deporte mira la mancha. le podría contar que esa gota tiene su origen en el ménàge à trois —porque es allí donde hemos estado con el café y pensando que estaría bien ir a ver air doll, de hirokazu kore-eda— pero sólo se me ocurre mirarla y imaginármela sonriendo después de haber follado)
(bebo gintonics hasta que el alma se me cae a las estrellas y me quemo en una pira funeraria de la que resucitaré a medias, con la cabeza vacía, la ropa por el suelo de la habitación y las gafas debajo de la cama. camisa verde de cuadritos, boxer de algodón a rayas, pantalón levi's quinientos siete, calcetines negros de algodón, zapatillas etnies de color naranja, gafas negras de ralph lauren. decathlon, dia, humana, el corte inglés, tienda sin identificar del centro de barcelona y vision-prix, por este orden)

(seis latas de tónica de la gasolinera de la esquina, un botella de beefeater, el culo de una botella de giró, tres o cuatro cigarros lucky strike, un limón a rodajitas, una película a la que nadie hace caso. antes de eso, seis cervezas de barril, unos berberechos, unas aceitunas, algo de queso y un frío siberiano en la terraza de un bar en el que no habíamos estado nunca. en la mesa de al lado, una familia de un millón de miembros. los niños comen disciplinadamente y los mayores hablan de sus cosas. te dan ganas de morirte si ser adulto es ser como ellos)

(antes de eso, una plaza, un grupo de mujeres que hablan en corrillo. una de ellas —alta, pelirroja, con sandalias de tacón alto y un vestido evaseè estampado milflores— concentra toda mi atención. la imagino desnuda pero no es una fantasía erótica, no. ella habla y las demás escuchan. los hijos de todas ellas revolotean jugando. una niña hace volteretas y se le ven las bragas de color rosa chicle. un chico pasea un rottweiler, se cruza con unos conocidos a los que saluda chocando los puños y intercambian unas palabras. el perro jadea y el dueño del bar es un tipo agradable con unas gafas de odioso color amarillo)
pensar en alberto alcázar me llevó a la última novia que le conocí, liliana, una chica callada y de ojos verdes de gato. sale bonita en su foto de perfil en facebook, con el flequillo muy corto y sonriendo como sin querer sonreír, no sé. google siempre te encuentra y eso debería darnos miedo

los días se amontonan. del viernes apenas recuerdo nada porque míriam y yo nos emborrachamos mucho, primero en un bar y después en casa mientras intentábamos ver una de las películas —dejad de quererme, de jean becker— que compró por la tarde en el mediamarkt. tampoco nada especial el sábado. un rato de tiendas —ella, ropa; yo, un balón de baloncesto— en barcelona, una cerveza en un bar de camarero antipático en pintor fortuny y otra cerveza más al volver a casa, pizza y poison, de todd haynes, para medio dormir en el sofá. poison, una puta basura cuyo espíritu transgresor ha envejecido tan mal como su estética de la violencia y su rollo gay. después estuve cambiando de canal durante un buen rato y me tragué mataharis, de icíar bollaín. me gustó, supongo que porque hablaba de personas más o menos normales con preocupaciones más o menos normales

después no están josé saramago y manute bol. creo que no he leído nada de saramago, como tampoco he visto nada de manute que no fueran sus series de tapones o esos triples imposibles que lanzaba sin venir a cuento. en contraposición, los que sí están. he pensado bastante en S estos días. hoy nos hemos visto un ratito a mediodía y me ha invitado una cerveza en una terraza más que soleada. el viento la despeinaba y estaba preciosa, pero creo que eso sí es un secreto

y después está la gente del tren. cuatro ruidosos adolescentes magrebíes que escuchan hip-hop en sus móviles. los abuelos que leían folletos de medicina natural. la pareja de guatemaltecos. la hippy cuarentona. la chica rubia que leía der spiegel. los excursionistas que despotrican de los adolescentes magrebíes. la chica morena que leía un nosequé programa de inserción editado por barcelona activa. la gente lee en los trenes y yo miro a la gente que lee, me monto mis películas y compongo sus vidas fuera de ese vagón. jugando a la omnisciencia, supongo

y no hay mucho más que decir. bueno, sí lo hay, pero ya no

jueves, 17 de junio de 2010

ayer me encontré con alberto alcázar al salir del trabajo, más o menos a la altura de la casa de jordi font porque necesitaba dar una vuelta y di un rodeo grandísimo antes de. el caso es que me contó que ya no pinta, que hace un año que está solo y que sigue viviendo en ese local interior de la calle cot. no puedo con la soledad, me dijo. fue entonces que le propuse una cerveza en el bar de siempre un día de estos, algo de lo que me arrepentí casi de inmediato porque alberto y yo apenas tenemos nada que decirnos, de ahí la extrañeza ante una confesión que yo jamás haría

después me encerré en casa y estuve leyendo varias cosas que me llevaron a buscar vladivostok en el google earth. pensé en cómo sería llegar hasta allí y en los inviernos arrastrando los pies por las calles heladas. pensé también en el mar y en las estelas de los barcos y en copos de nieve. después apagué el ordenador y se puso a llover

pero todo eso fue ayer. hoy es jueves y tengo la cabeza gris por el trabajo. me gustan los trabajos urgentes, los que paralizan la rutina y se convierten en el centro del universo en un segundo, porque hacen que deje de pensar. esos trabajos —que por lo general suelen ser verdaderas estupideces, caprichos del político de turno— son como subir unos peldaños más en la escalera y ver que el río de mierda que estaba a punto de ahogarme ahora pasa de largo y ni tan siquiera me mancha las zapatillas. son como un traje de amianto en un incendio o una bala de plata o yo qué sé, pero me gusta imaginar eso, que ojalá todos los días fueran como hoy, a pesar de que he pensado varias veces en alberto alcázar a lo largo del día y en esa puta frase, no puedo con la soledad

martes, 15 de junio de 2010

creo que attends ou va t'en, de serge gainsbourg pero en la versión de paul mauriat, es una de mis canciones preferidas, de esas siempre bonitas. creo también que los días con dentista son más que negros para pensar

(me como mi vida sin mí, de isabel coixet. me como el brasil-corea del norte. me como el partido de baloncesto. me como cualquier mierda y todas las derrotas, hasta las que no me tocan. mañana sí, mañana te contaré el cuento de la sirenita y el taxista)

lunes, 14 de junio de 2010

el lunes suena a lluvia. me miro las manos y recuerdo cada historia detrás de cada cicatriz. cicatrices trabajando, porque las cuchillas olfa eran las que más cortaban, o cicatrices de borracho, aquella noche con david hace cien años o diez vidas. primero las heridas y la sangre y después las putas cicatrices. aquí están todos los caminos blancos que nunca dejaré de caminar. palabras como heridas, heridas como recuerdos, palabras como fosas llenas de corazones y mentiras, surcos en el fango de los cuerpos que me amaron. me resisto a olvidar y por eso los cajones siguen llenos de papeles con palabras escritas, y en cada palabra se ahoga una historia de amor. una caja con llagas que no quieren curar, un trueno a lo lejos, japón y camerún, diez minutos solo para mirarme las manos y resoplar

(tengo veinte años y rené me entrega un juego de cuchillas olfa de mango amarillo, perfectas para recortar ulano. estiletes que caben en el bolsillo y de ahí al cielo de los dedos cortados. serán las tuyas, así que cuídalas, dice. sólo cortan bien cuando están muy nuevas, insiste. con el tiempo aprenderé que no, que realmente cortan mejor cuando están un poco gastadas, no demasiado, sólo un poco. pero eso será más adelante. ahora sólo hay cuchillas olfa en el bolsillo de la camisa, hojas de ulano de cincuenta por setenta, las horas en un cuarto oscuro, la luz roja, la fotomecánica, los tiempos de la repromaster, película, revelador y fijador, opacador en pincel, rotulador. acabo de dejar la universidad y aprender aún me ilusiona)

domingo, 13 de junio de 2010

(ayer tocamos en cal rosal, un núcleo urbano próximo a berga. instalaciones de todo tipo y música y ruido, todo muy arty. de todas maneras, creo que no tenía la cabeza donde la tenía que tener, como si algo dentro de mí se hubiera quedado definitivamente en off)
sesenta kilómetros sin un solo coche en la carretera, el cielo preñado con todas las estrellas y historias de fantasmas para asustarnos mutuamente, ése es el viaje de vuelta

(a vicente le lloran los ojos cuando tiene miedo. hablamos de muertos que aparecen en carreteras solitarias, de ovnis, de programas de televisión, de películas y jung. él conduce tranquilo, sujetando el volante con las dos manos, mirándome de vez en cuando mientras conversamos. a veces gesticula. vicente con una sudadera gris y una cerveza a medias. dentro de nada estaremos en la puerta de su casa, fumando el último cigarro del día, acabando el paquete, riéndonos con cualquier cosa. ha sido un concierto extraño. la ausencia se disfraza de electricidad, de ruido, de eco, de frío en una nave demasiado vacía. hoy he estado realmente lejos de todo y de todos. ha sido como si esta noche no hubiera existido)

miércoles, 9 de junio de 2010

una mierda de huelga para una mierda de país. con un seguimiento que oscila entre el pírrico once por ciento —según la administración— y un optimista setenta y cinco —según los sindicatos convocantes—, el panorama no puede ser más desesperanzador. entre unos y otros han conseguido dividir a la clase obrera entre buenos y malos, entre trabajadores y privilegiados, entre los que sí y los que no. así, la previsión de una próxima huelga general no puede ser más gris. el barco capitalista se hunde con nosotros dentro, peleándonos por si nuestro plato de lentejas está más lleno que el del vecino. menos mal que empieza el mundial de fútbol y podremos seguir durmiendo un ratito más
en mi sueño había dos muertos, unos muertos viejos, muertos de cien años. muertos que vivían, como yo, en mi propia casa, detrás de una puerta que no existe aquí pero sí existía allí, en mi sueño. sueño de cinco de la mañana, de vejiga hinchada, de agujas en los ojos que nunca podría abrir, de aire fresco por la ventana abierta

daniel me ayuda con esos muertos, los tendemos en mi cama, muertos de huesos rosados y carne seca, piel de pergamino. nosotros no lo sabemos, pero un moho blanco y denso como espuma de afeitar empezará a crecerles en las articulaciones, en los vientres vacíos, en las bocas abiertas. límpialos, dice daniel. no siento miedo ni asco. sé que a nadie le gusta tener el cuerpo sucio

no podemos dejarlos aquí. tampoco pueden seguir detrás de esa puerta. mételos en bolsas. así acaba el sueño, obedeciendo

domingo, 6 de junio de 2010

cor de bou es un nombre precioso para un tomate. la lista de la compra también habla de comprar brécol y tomates maduros y pan y queso, suficiente. corazón de buey. pienso en el corazón de las personas, en el de la cajera que me mira como se mira una pared sin nada escrito, en el de esa señora con gafas de sol. pienso en el mío propio y en cómo a veces se atraganta con tonterías, dejando un vacío que tarda en llenarse. corazón de buey, rojo y fuerte, ábrelo por la mitad, siete euros, tres tomates

fumo en el patio antes de regar. en la reja del desagüe hay una araña paseándose. la higuera tiene como doce o catorce frutos diminutos, apenas botones. será lo suficientemente fuerte como para conseguir que crezcan todos? las calles están llenas de mujeres embarazadas y pequeños niños pringosos. el fin del mundo debería empezar aquí y debería hacerlo hoy, sin más preguntas

he vuelto a soñar con lourdes. se acerca y se sienta en la cama, despertándome. me entrega un sobre viejo, de papel marrón. dentro hay fotografías, las polaroids que hicimos hace tres veranos, y una cámara desechable quemada, sin carrete. también es tuyo, dice. a mí se me llenan los ojos de lágrimas y me siento a su lado. la amas? pregunta señalando a míriam. ella todavía duerme. no, no la amo, respondo. tampoco estoy seguro de quererla, añado. siento vergüenza. lourdes sonríe. no hay nadie más horrible que tú, ésas son sus palabras

despierto sobresaltado. no son las siete de la mañana y está lloviendo. truenos, relámpagos y las ventanas abiertas. ciérralas, pienso. intento retener los detalles del sueño. en el sobre hay una nota escrita a mano: escríbeme al apartado de correos cincuenta y seis de altafulla. no he estado nunca en altafulla, ni allí ni en otro millón de sitios más. pienso en mandar una carta y esperar una respuesta. mensajes en botellas y océanos negros y fríos. vuelvo a pensar en la señora de las gafas de sol y el corazón de buey. pienso en lourdes y me viene a la cabeza una imagen: cruzamos san jacinto en dirección a la avenida de coria, es sábado y hace un calor infernal. hace como diez años de esa vez. vuelvo a la cama. ojalá pudiera dormir más. ojalá pudiera volver, porque no hay nadie más horrible que tú

viernes, 4 de junio de 2010

lo mejor de todo es que es viernes y estoy contento, eufórico, casi como recién follado. quedan sólo unas horas antes de disfrutar de la libertad condicional que supone el fin de semana. a ver si no me lo jode el jazz, por ejemplo

he soñado con mapas en pantallas de ordenador. no sé qué buscaba pero sabía que estaba allí y sólo tenía que seguir buscando. píxeles y más píxeles y más pantallas y más y más. después ha habido otra parte más extraña: estaba desnudo y en lugar de polla tenía una oruga que me quería morder la mano si la tocaba. era bastante inquietante y, al despertar, he pensado en los personajes de agujero negro, de charles burns, adultos como seres que enferman. quizás envejecer es eso, enfermar y ver cómo somos en realidad, no sé

ayer bajé un rato al bar de siempre. un montón de cervezas, un paquete de tabaco, hablar de perdidos, del concierto del sábado que viene, de las oposiciones de vicente, de todos los bares que merecen la pena en una ciudad como sevilla. también hablé con pilar. es una putada ver cómo apenas pasa el tiempo y cómo sus ojos azules siguen teniendo las llaves de mi cabeza

miércoles, 2 de junio de 2010

leo que un taxista ha matado a doce personas y herido a otras veinticinco antes de suicidarse. sitúa la acción en lugares anodinos del norte de inglaterra —cumbria, rowrah, whitehaven, seascale, egremont, boot— y búscalos en el google earth para seguir perdiendo el tiempo

(me miro en el espejo. he dejado pasar un día más la visita al dentista y pedir hora para que me limpien la boca. la suciedad se esconde y sedimenta, pero no sólo en los dientes. en el estudio hace demasiado calor y me paso el día huyendo. los mapas son de puta madre para eso)

(perder el tiempo quiere decir plantar judías en un tiesto de quince litros y empapar bien la tierra. quiere decir cobijar la albahaca bajo el naranjo. quiere decir tender las toallas rojas recién lavadas y fumarme un cigarro en la terraza y marearme mirando hacia arriba, hacia el cielo azul amarillento que tanto me gusta. quiere decir desinstalar toda la mierda de adobe del mac y volverla a instalar actualizada. quiere decir pelearme con el correo electrónico y hacerme una paja y coger la guitarra y calentar agua y el baloncesto y el teléfono y la cena y poco más, qué corazón tienes)

martes, 1 de junio de 2010