miércoles, 9 de junio de 2010

en mi sueño había dos muertos, unos muertos viejos, muertos de cien años. muertos que vivían, como yo, en mi propia casa, detrás de una puerta que no existe aquí pero sí existía allí, en mi sueño. sueño de cinco de la mañana, de vejiga hinchada, de agujas en los ojos que nunca podría abrir, de aire fresco por la ventana abierta

daniel me ayuda con esos muertos, los tendemos en mi cama, muertos de huesos rosados y carne seca, piel de pergamino. nosotros no lo sabemos, pero un moho blanco y denso como espuma de afeitar empezará a crecerles en las articulaciones, en los vientres vacíos, en las bocas abiertas. límpialos, dice daniel. no siento miedo ni asco. sé que a nadie le gusta tener el cuerpo sucio

no podemos dejarlos aquí. tampoco pueden seguir detrás de esa puerta. mételos en bolsas. así acaba el sueño, obedeciendo