sábado, 29 de noviembre de 2014

(pedro arrabal jiménez camina desnudo por la habitación del hotel, sus hermanos duermen en la cama más grande, viejos educados encerrados en cuerpos de niño, viejos de cabellos rubios, frente amplia y sonrisa oscura, toda mi ropa cabe en una maleta pequeña, hemos viajado hasta esta ciudad rusa siguiendo las vías del tren a través de campos nevados, tierra helada, encendemos velas blancas mientras bajamos las escaleras, un viaje interminable hacia el salón en penumbra)

lunes, 24 de noviembre de 2014

(remontamos el río guiándonos por las luces de la orilla, es un barco como un edificio con los cimientos llenos de rémoras negras. en uno de los pisos inferiores, mis amigos celebran una fiesta de despedida: la muerte de alguien se reduce a un silencio inmóvil, amenazador, incomprensible, una aventura incómoda, demasiado cercana)

domingo, 23 de noviembre de 2014

(amo a la mujer joven, sin dientes, apenas piel y hueso, un gorrión entre las mesas que vende dibujos hermosos arañados sobre papel, dibujos de personas solas frente a montañas rojas y ventanas cerradas, frente a sillas vacías y escaleras que se clavan en nubes de tormenta. amo su cáncer terminal y su saliva amarillenta, sus ojos azul pálido y las muñecas sucias de cicatrices. amo su enfermedad y cómo desaparece entre las gitanas doradas y sus tacones de vértigo, entre machos orondos y oscuros, sudorosos y trajeados. amo sus pasos cortos de bailarina polaca cuando se clava dentro de mí, anidando en mi vientre hasta dormirme)

sábado, 22 de noviembre de 2014

(corren disfrazados a nuestro alrededor, jóvenes de éxito y despojos humanos reflejándose en un cristal sucio. el olor químico incendia los pulmones, ilumina la tarde, arrastra al llanto las palabras del animal dócil)
(en algún punto en mitad de la nada áspera que es extiende entre la ronda santa maria y la illa bella, una guerra perdida de antemano y la sonrisa de jeremy desde su furgoneta de halcourier. encontrarle allí, cien años después, ahora que me he convertido en una mancha de humedad con la forma de una ciudad desconocida y deforme, es algo hermoso, inesperado, como si cada segundo anterior a ese segundo hubiera tenido un significado verdadero, una vida más allá de la pérdida de tiempo que asumíamos desde que empezó todo. así, dejo de ser, ni que sea por un momento, el lecho de hojas secas que era, calles y plazas escondidas y amontonadas en el fin del mundo por las que caminar arrastrando los pies, para tener otra vez dieciséis años y sentir que soy dios a su lado)

domingo, 16 de noviembre de 2014

(palomas rabiosas, tullidas, peleando por restos de comida en el suelo de la plaza, el sol quemando los ojos y el frío a veces, oscuro, la cara tapada con las manos, un bosque creciendo en la cabeza, llenando la garganta de raíces, ahogando cualquier nombre del futuro)

viernes, 14 de noviembre de 2014

(el agua del pozo brilla, oscura y desafiante, a través de la reja que debería protegernos. dejo caer mi reloj mientras pienso en el día de nuestra muerte: javier y yo compartimos tumor cerebral, nos abrazamos a la salida del trabajo en el taller, caminamos por la misma calle monturiol en direcciones opuestas, despierto, seguimos alejándonos un rato más, esta vez con la boca llena de serpientes)

jueves, 13 de noviembre de 2014

(la clase empieza cuando la excavadora hunde la mano en la arcilla, abre la herida en la tierra, descubre un mapa de vetas blancas, como de algodón. entonces, el doctor nos hablará del proceso imparable de putrefacción de los cuerpos y de cómo el frío en el este convierte a niños y mujeres y viejos creyentes en un fino laberinto de hongos que perfuman el aire de azúcar, un magma en el que reconocer cualquier ciudad, con calles y plazas, avenidas dibujadas con esmero y horror)

miércoles, 12 de noviembre de 2014

(el fuego me empieza en los tobillos y en los pulmones al mismo tiempo, quema invisible en los huesos, consume la grasa durante días y meses, mi cuerpo colapsa a cámara lenta ante la mirada indiferente de los críos en la puerta de la apple store: los que bailan dormidos, los que esperan desnudos el cuchillo entre las vértebras)

lunes, 10 de noviembre de 2014

(la voz martillea durante horas, golpea hasta que deshace la carne y desconecto por pura supervivencia, de vez en cuando dejo caer algún ruido que quiere decir sí, apenas aguanieve o polvo brillando al sol, cierro los ojos y me concentro en mi cuerpo —blando, caliente, enjaulado desde hace años—, en sentir cómo se hunde en la fiebre de flores de plástico que cubre la cama, en cómo esas palabras extrañas siguen corriendo en círculos dentro de mi cabeza como si fueran hormigoneras incapaces de detenerse, animales rabiosos que de repente reclaman cariño y lloran como niños asustados)

sábado, 8 de noviembre de 2014

(me desnudo por última vez, me arde la cara —no es necesario ver para saber que son legión y excavan túneles y catedrales bajo la piel de los pómulos—, alguien sopla, me apaga, toma mi mano, velas y deseos por cumplir, porque todo termina y todo empieza y sólo hay luz)

jueves, 6 de noviembre de 2014

(la enfermedad se hiela en la columna, hierve en la piel del rostro y las manos, recorre el cielo de la boca mientras levanta un incendio, una matanza, una ciudad, un vertedero)

martes, 4 de noviembre de 2014

(aina me regala hojas de tilo que recoge del suelo mientras su madre habla conmigo, alba sonríe, cuatro hojas un poco húmedas por la lluvia, alba me abraza, caminamos cuatro metros juntos —uno por cada hoja, uno por cada vida lejos de aquí— mientras la niña pronuncia mi nombre y coge mi mano y sonríe con dientitos de festón, puño en la garganta)

(mi cuerpo está en otro rincón del ring. allí, sólo golpeo contra mí mismo, moviéndome cada vez más lento, más torpe, más cansado, más viejo, envuelto en una tela blanca y sorda que se empapará en sudor y apestará con el amor de los demás)

domingo, 2 de noviembre de 2014

(marin, hijo de luter, nieto de mattis, hermano sólo de hembras, marin, el niño asesino, ahora duerme en su celda, decorada como una pequeña y confortable casa de muñecas dentro de una casa de muñecas dentro de una casa de muñecas dentro de una celda de puertas abiertas y paredes blancas en las que dibujar el perdón con lápices de colores y cera caliente. es así que funcionan las políticas de reinserción, un segundo antes de despertar en mitad del océano, sin tierra a la vista)
(dormito frente al televisor, bajo la cama, dentro de las paredes, cayendo sobre el techo pintado de humo. pierdo el argumento de la película mil veces vista en el río de gente que me ocupa, estampida de animales tristes buscando la salida en una piel que es pozo y laberinto, un lugar furioso)

sábado, 1 de noviembre de 2014

(el alcohol me aleja un poco de mi cuerpo, me hace vagar por la casa, caer por las escaleras, deformarme aún más en el espejo o la pantalla, en las palabras de los demás)
(el yonqui roberto bolaño escupe en el suelo, forma un charco de saliva que se desliza un poco calle abajo, una gigantesca ola de baba al llegar a mis pies, dejarme llevar, flotar o hundirme, calmarme de todos los síntomas, muerto empapado en el día de los muertos)

(roberto bolaño, que es idéntico a roberto bolaño si no fuera por las piernas hinchadas después de mil años de jeringuilla y coches abandonados y sótanos de puertas siempre abiertas, se sienta en el único banco libre en el parque: niños de todos los colores pasan a través de él, aúllan ecos con la cara pintada de blanco)