martes, 4 de noviembre de 2014

(aina me regala hojas de tilo que recoge del suelo mientras su madre habla conmigo, alba sonríe, cuatro hojas un poco húmedas por la lluvia, alba me abraza, caminamos cuatro metros juntos —uno por cada hoja, uno por cada vida lejos de aquí— mientras la niña pronuncia mi nombre y coge mi mano y sonríe con dientitos de festón, puño en la garganta)

(mi cuerpo está en otro rincón del ring. allí, sólo golpeo contra mí mismo, moviéndome cada vez más lento, más torpe, más cansado, más viejo, envuelto en una tela blanca y sorda que se empapará en sudor y apestará con el amor de los demás)