lunes, 14 de junio de 2010

el lunes suena a lluvia. me miro las manos y recuerdo cada historia detrás de cada cicatriz. cicatrices trabajando, porque las cuchillas olfa eran las que más cortaban, o cicatrices de borracho, aquella noche con david hace cien años o diez vidas. primero las heridas y la sangre y después las putas cicatrices. aquí están todos los caminos blancos que nunca dejaré de caminar. palabras como heridas, heridas como recuerdos, palabras como fosas llenas de corazones y mentiras, surcos en el fango de los cuerpos que me amaron. me resisto a olvidar y por eso los cajones siguen llenos de papeles con palabras escritas, y en cada palabra se ahoga una historia de amor. una caja con llagas que no quieren curar, un trueno a lo lejos, japón y camerún, diez minutos solo para mirarme las manos y resoplar

(tengo veinte años y rené me entrega un juego de cuchillas olfa de mango amarillo, perfectas para recortar ulano. estiletes que caben en el bolsillo y de ahí al cielo de los dedos cortados. serán las tuyas, así que cuídalas, dice. sólo cortan bien cuando están muy nuevas, insiste. con el tiempo aprenderé que no, que realmente cortan mejor cuando están un poco gastadas, no demasiado, sólo un poco. pero eso será más adelante. ahora sólo hay cuchillas olfa en el bolsillo de la camisa, hojas de ulano de cincuenta por setenta, las horas en un cuarto oscuro, la luz roja, la fotomecánica, los tiempos de la repromaster, película, revelador y fijador, opacador en pincel, rotulador. acabo de dejar la universidad y aprender aún me ilusiona)