martes, 29 de junio de 2010

hoy ana me mandó una foto con su hijo, el joven pedro, de apenas unos meses

(quemar una barrita de incienso barato, de incienso de bazar oriental, nada que ver con las barritas de incienso que isa compra en tiendas donde se venera a sai baba, incienso que te pinta de flores los pulmones y pica en los ojos al arder)

(grosso modo, siete mil trescientos treinta kilómetros entre donde vivo y salvador de bahía. atardece mientras ana me escribe. después lloverá. después me comeré un partido de fútbol mientras ana aprende la vida de nuevo junto al pequeño pedro, rollizo y moreno cachorro humano)

(la vida junto a su marido y su hijo, un país diferente, una lengua que no domina, los días de invierno llenos de viento)

(en la fotografía, ella mira a la cámara y sonríe. el niño, absorto hacia la izquierda, totalmente lejos de la escena que él protagoniza. pienso en el poliedro de miradas que se cruzan y dibujan sin querer. todos y ninguno, todo el mundo se sonríe. pienso en ana, en la última vez que nos vimos, hace como dos años, en un bar de plaça espanya, en sabadell)

(en la televisión, un documental sobre el tropicalismo. imágenes en blanco y negro sobre la modernización de un brasil que se me antoja irreal. ojalá pudiera dormir toda la vida)

(un tomate a rodajas, sal, aceite, limón, orégano, algo de queso, pan tostado. comer en silencio, casi sin hambre, casi por costumbre)

(sobre la distancia. son mucho más horribles los kilómetros emocionales, los que nos separan definitivamente de lo que hemos sido o hemos amado, los que nos acercan a eso que odiamos. los siete mil trescientos treinta de ahora son sólo, pensándolo bien, gotas de agua, peces, ahogados, nubes y gaviotas, poco más. el hierro de los barcos, las manchas de fuel como una segunda piel)

ha acabado el partido y cristiano ronaldo escupe a la cámara. es un partido más y sí, píntalo de rojo