domingo, 20 de junio de 2010

pensar en alberto alcázar me llevó a la última novia que le conocí, liliana, una chica callada y de ojos verdes de gato. sale bonita en su foto de perfil en facebook, con el flequillo muy corto y sonriendo como sin querer sonreír, no sé. google siempre te encuentra y eso debería darnos miedo

los días se amontonan. del viernes apenas recuerdo nada porque míriam y yo nos emborrachamos mucho, primero en un bar y después en casa mientras intentábamos ver una de las películas —dejad de quererme, de jean becker— que compró por la tarde en el mediamarkt. tampoco nada especial el sábado. un rato de tiendas —ella, ropa; yo, un balón de baloncesto— en barcelona, una cerveza en un bar de camarero antipático en pintor fortuny y otra cerveza más al volver a casa, pizza y poison, de todd haynes, para medio dormir en el sofá. poison, una puta basura cuyo espíritu transgresor ha envejecido tan mal como su estética de la violencia y su rollo gay. después estuve cambiando de canal durante un buen rato y me tragué mataharis, de icíar bollaín. me gustó, supongo que porque hablaba de personas más o menos normales con preocupaciones más o menos normales

después no están josé saramago y manute bol. creo que no he leído nada de saramago, como tampoco he visto nada de manute que no fueran sus series de tapones o esos triples imposibles que lanzaba sin venir a cuento. en contraposición, los que sí están. he pensado bastante en S estos días. hoy nos hemos visto un ratito a mediodía y me ha invitado una cerveza en una terraza más que soleada. el viento la despeinaba y estaba preciosa, pero creo que eso sí es un secreto

y después está la gente del tren. cuatro ruidosos adolescentes magrebíes que escuchan hip-hop en sus móviles. los abuelos que leían folletos de medicina natural. la pareja de guatemaltecos. la hippy cuarentona. la chica rubia que leía der spiegel. los excursionistas que despotrican de los adolescentes magrebíes. la chica morena que leía un nosequé programa de inserción editado por barcelona activa. la gente lee en los trenes y yo miro a la gente que lee, me monto mis películas y compongo sus vidas fuera de ese vagón. jugando a la omnisciencia, supongo

y no hay mucho más que decir. bueno, sí lo hay, pero ya no