jueves, 4 de noviembre de 2010

la montaña rusa de la que hablaba hace unos días se transforma, de repente, en un socavón lleno de fantasmas. vuelvo a casa dando un rodeo, silencio y oscuridad, ése sería mi mundo ideal. por el contrario, encuentro a millones de personas que insisten en hacerme partícipe de su felicidad, de su tristeza, de su vacío por los siglos de los siglos, amén

(una estantería negra casi vacía y en ella, un catálogo de las obras de rothko expuestas hace diez años en la fundació joan miró de barcelona. catálogo perfectamente retractilado en su funda de plástico porque nunca nadie lo ha abierto. catálogo que compramos lourdes y yo el último día del año dos mil. similitudes entre ese catálogo y mi corazón, pregunta de examen)

(pienso en lourdes cuatrocientas veces cada día, de una manera casi constante. por qué? sin respuesta, sin aliento. pensar en ella es tener una lanza clavada en el pecho, es obstinarme en respirar hondo, es sonreír y caminar como si no pasara absolutamente nada, negando todo lo evidente, dejando detrás de mí un reguero de mierda que sólo yo puedo ver)