martes, 16 de noviembre de 2010

tenemos vidas relativamente cómodas, con más elementos en la pantalla de los que somos capaces de gestionar correctamente, como un ordenador con demasiados programas abiertos que convierte nuestra aparente felicidad en angustia

animales insatisfechos, supongo que por una cuestión de química, algo que no podemos controlar y que está marcado a fuego, enquistado en el fondo de nuestras emociones. hacia dónde voy? no lo sé. ayer estuve viendo una película, la pequeña lola, de bertrand tavernier. hoy miro a mis amigos y todas sus ambiciones personales y profesionales me hacen sentir muy lejos de ellos, como si en la jaula en la que vivo apenas hubiese ya espacio para nadie más que no fuera yo

me cuesta respirar, hablo de un río de aguas rápidas, del ahogo inevitable. hablo de no saber nadar, del miedo que me dan los cambios porque soy de natural inmóvil y cualquier cosa que signifique desplazamiento me acaba produciendo vértigo. pese a ello, no he aprendido a vivir sin esos baches, como si necesitase ponerme a prueba a mí mismo constantemente. uno aprende, con el tiempo, a vivir en perpetuo estado de enfermedad

encuentro cada vez más puertas cerradas. siento que he salido demasiado tarde de casa y quiero resolver mi existencia ahora, en los últimos cinco minutos. qué hacer? la sensación de viajar por una cinta de moebius es la única certeza. el resto se acaba convirtiendo en las mismas ideas que se amasan, se reblandecen hasta ennegrecer