sábado, 19 de enero de 2008

primero el teléfono móvil, dos veces hasta agotar los timbrazos. bien profundamente, poniendo a prueba mi paciencia. no me apetece salir con jaume (en rigor, no me apetece nada, pero como esta historia es muy vieja, mejor no digo nada). sería solamente una cerveza, pero no quiero. me apetece tanto como que me corten un pie. lo que realmente me hace feliz es tumbarme en la cama y mirar el techo hasta que se desvanece, dormirme respirando contra el cuello del jersey. me apetece ducharme y estrenar los calcetines. no me gusta la sensación de tenerlos caídos. estrenar también uno de los dos calzoncillos blancos. y después, todo lo demás

todo lo demás es que he quedado con juank y marina, con daniel y edurne y les, para cenar en la crepería de sant cugat. tino dice que vendrá cuando cierre el bar (será pronto, por una serie de tonterías, pero eso nunca se sabe). y, mientras, el puto teléfono sigue sonando, pero ahora el fijo. dentro de un rato lo llamaré y fingiré haber dormido profundamente (hijueputa, como si se pudiera dormir muy profundamente cuando te están derrumbando la casa a telefonazos). después tendré la sensación de ser un mierda, ignorando sistemáticamente lo importante que es tener a gente alrededor, alguien que te escuche, que te haga reír, que te quiera, todo eso. contra la mezquindad no hay pastillas, aunque seguro que los opiáceos ayudan a evaporar ese sentimiento un poco negro

inciso. otro efecto secundario de la más-que-famosa codeína es la irritabilidad