martes, 8 de enero de 2008

he ido a barcelona al salir del trabajo. en el tren, leo todo está iluminado, el libro que carmen me regaló por navidad. me hace reír y me entristece a partes iguales. es muy, muy judío, sí. las emociones tienen forma de gota y todas se tocan entre ellas, formando un mar diminuto de muchos colores diferentes. intento no mirar a la gente que me rodea, así evito saludar a quien conozco (el matrimonio martínez, césar y hortensia). la táctica sueca. escucho su conversación. la navidad es un animal que aún colea, jadeando enfermo y sudoroso. con los árboles haremos abono, dice ella, dulcemente momificada desde la primera vez que la vi, cuando apenas había dinosaurios y yo tenía cresta

pienso en mi árbol. puse un árbol de navidad hace doce años años. pequeño, treinta centímetros de plástico verde y triste, con espumillones rojos y plateados y alguna bola. ahí sigue, sin demasiadas razones para quitarlo, encima de la estantería del comedor, exactamente en el centro. tampoco había motivo alguno para ponerlo en su momento. así son las cosas aquí, pura desidia, imitación