miércoles, 9 de enero de 2008

estamos sentados en el suelo del comedor. hay luces amarillas en cada esquina y, a través de la ventana, la ciudad es un latido sordo y tranquilo, del mismo negro azulado que las personas tienen dentro. pero tú haces que todo brille. lees en voz baja a chéjov y en sus palabras encontramos el hilo que lo une, a través de los siglos y los kilómetros de mares, a carver y a ese señor aburrido que es john cheever. algo más de vino, acabar esa botella y otra más, unas aceitunas ásperas y pan caliente, las manos que se buscan, sabiendo que, aunque se apagaran en ese instante todas las luces del mundo, hay un látigo que resplandece cada vez que respiro cerca de

no sé cuánto tiempo ha pasado desde aquel incendio ni por qué lo recuerdo ahora