domingo, 13 de enero de 2008

el tren viene casi vacío por la mañana. la gente elige los domingos para no viajar en tren. me siento en una butaca de uno, de la que tienen papelera al lado, y cruzo la pierna izquierda sobre la derecha. es entonces que empiezo a pensar en el mundo fantasma, el que se esconde allí, en momentos idénticos, pero separados por la distancia, por el tiempo. mismas calles, mismos bares, mismas horas, distintos días

(una chica que está delante de mí. ambos hemos subido en la misma estación, arc de triomf. ella se sienta de espaldas y se distrae mirando por la ventana o con su reflejo en el cristal)

(minutos más tarde, una chica que está delante de mí, a escasos veinte centímetros de la otra. ella ha subido en montcada i reixac-manresa. al acercarnos a montcada i reixac-santa maria, ambas hacen ademán de bajar. sin esfuerzo se podrían oír respirar a pesar del ruido metálico de la máquina)

(una vez en el andén, un grito que viene de la derecha hace que ambas se giran en dirección a. momento de grititos, de besos y de abrazos: todas se conocen, se reconocen, todas son amigas, no te he visto, pero cómo, tú venías)

(no te he visto. pienso en esa frase mientras el tren arranca. sorprendido, creo que, en el fondo, no es que no te haya visto, sino que no he visto nada. nada. y no hoy, posiblemente es todo el tiempo que no veo nada, que no quiero ver)

estamos todos tan cerca que a veces parece imposible que no nos mordamos sin querer