domingo, 11 de noviembre de 2007

la mesa preparada con todas las cosas y el mantel de los domingos. comida especial para ellos dos, porque yo tengo mi aburrida dieta. una llamada de teléfono. mi hermano llegará tarde, quizás en una hora. está en casa de los padres de su expareja. ha ido allí a ver cómo está víctor, que lleva días con una tos que no se marcha. se han separado hace poco, algo más de un mes, y mientras los abogados arreglan la situación a nivel legal, el niño vive con su madre en casa de los padres de ella. con suerte le tocará algún fin de semana de cada cuantos

mi madre y yo comemos en silencio. él ya lo hará cuando llegue. así, las previsibles conversaciones se convierten en un qué tal? cómo estás? y poco más. algo sobre un pantalón que se compró hace poco y al segundo lavado ya le salieron agujeros en el culo, al lado de los bolsillos. es aquí que tienes que ponerle la tela. mi madre asiente y deja el pantalón en el respaldo de una silla. él se queda dormido en el sofá. su cara brilla mientras yo enfado a betty con un juego en el que entra su hueso de silicona negra, una pelota gigante de tenis de color malva partida por la mitad y una pelota de tenis convencional a la que le falta la mitad de la tela

cuando él se va, yo estoy durmiendo. he aparcado la lectura del libro de bernice eisenstein para descansar un rato. mi madre me lo dice después, se fue tu hermano y tú dormías. no sé qué decir en ese momento, pero acierto a pensar un bueno, salúdalo cuando hables con él

en el lavabo ensayo caras de espectro con la puerta cerrada y el torso desnudo y los pelos de loca