acabarás siendo un espectro, dice mi madre. un espectro o algo peor. no contesto. no tengo nada que decir. prefiero cambiar las sábanas y ducharme antes que perder el tiempo dándole vueltas a esas palabras. discutiríamos y no porque es domingo. acabarás siendo un espectro porque, cuando yo no esté, olvidarás que tienes un hermano
domingo de comida familiar. me asquean. no suelo hablar. las conversaciones son poco más que compromisos de los que desconozco los rituales. mi familia es pequeña, exigua, mínima. una madre y dos hermanos. entonces, cuando ella no esté, yo seré un espectro, presumiblemente porque no tengo nada que hablar con mi hermano, aunque hoy me preguntará cómo estoy y cómo va el trabajo. son dos cosas de las que puedo decir algo, sí, aunque sea con la boca llena y a media voz
es mutuo, eso de no tener prácticamente nada que contar, pero él lo disimula detrás de su verborrea y su anecdotario. cuando mi madre no esté, los dos seremos espectros. uno callado y que no mira a los ojos y otro ruidoso y sonriente. espectros que se ignorarán la mayoría de los días y se saludarán con distancia en las fechas señaladas
cuando mi madre no esté, qué eufemismo
mejor sábanas a rayas de color café, con funda de tréboles en el mismo tono. mejor