domingo, 11 de noviembre de 2007

cuando tienes veintiún años parece que te vas a comer el mundo cada vez que sonríes. la chiquilla sigue fumando porros y bebiendo quintos mientras habla con uno y con otro y, a veces, besa a albert, que para eso es su chico. tiene las manos sonrosadas por el frío y un montón de piercings. no puedo evitar mirarla y construirla fuera de ese espacio

(espacio: el bar de siempre, el local, a las dos de la mañana, con ganas de rumba y de fiesta. clientes habituales haciendo planes para el resto de la noche y un montón de chistes recurrentes. el flamenquito se cambia por el reggae y el reggae por el pop. suena el planet of sound de los pixies, hefner, yo la tengo y alguna cosa más. me alegra. está todo tan sucio que mejor apaga las luces, cierra las puertas, bajemos todos la persiana)

y al construirla fuera de ese espacio me doy cuenta de lo viejo que soy, viejo y gastado. y la imagino levantándose mucho más tarde que yo y caminando desnuda por el piso, apenas envuelta en una manta de cuadros, para venir a compartir un ratito del domingo a mi lado, sentándose con las piernas cruzadas, sonriente y perezosa como un gato

y besarle la nariz y ver cómo soy yo cuando no puedo hacerla feliz, ni a ella ni a nadie. buenas noches