lunes, 5 de noviembre de 2007

jueves por la mañana. el supermercado está abierto y compramos unas zapatillas de fieltro. por la tarde iremos al cine. en esa terraza de la calle corredera tomamos una cerveza. es primavera, una primavera de noviembre. miro a esas chicas que entran hablando alto. miro a las otras dos. una de ellas lleva todavía dos etiquetas adhesivas con el precio en sus sandalias negras. cierro los ojos por un momento. fuman. el mundo se ha detenido y siento que el sol sólo es para mí en ese instante, para nosotros

(en el cine, me fijo en las manchas de la moqueta junto a las salas uno y dos. un vaso gigante de cocacola se cae y estalla en el suelo, salpicando de algo pegajoso y negro a mil personas que esperan entrar a una de las salas. la escena se reproduce tantas veces como manchas hay, cuatro en el rincón en el que estamos. adolescentes juegan a ser adultos. la chica que sube la escalera tiene un cuerpo hermoso. hace dos días que no tengo una erección y me duele todo sólo de pensarlo. en la película, como siempre, acabo teniendo miedo y llorando un poco. no me gusta que la gente muera. no me gustan muchas cosas y las callo casi todas)