jueves, 22 de noviembre de 2007

el gato es gordo y redondo, un gato de fantasía de color morado, tirado sobre un lecho de flores, sin querer moverse. tengo ganas de acabar ese trabajo, uno de esos que hago cada año y que ya sale casi con los ojos cerrados. sólo tengo que concentrarme y dibujar el gato que me gustaría ser. el año pasado fui un gato con una cola más que antena y sonrisa enigmática, de cheshire. el anterior, uno pelirrojo que jugaba con las letras a y b y c, dándoles saltitos. el anterior, uno que miraba turbio desde arriba y con las patitas te decía que vinieras. y seguro que hay más, pero se me cayeron en la parte de atrás de la memoria y hasta allí no llego casi nunca y ellos tampoco saltan, cómodos y afelpados, durmiéndose entre todos los fantasmas

gatos que se quedan allí hasta que quieren escaparse y entonces los encuentro balconeando en la mesa de trabajo. como siempre pasa, las cosas que me habitan suben de la nuca a los ojitos, aprovechando las mareas del corazón y cuando me doy cuenta, estoy con algo peludo y tramposo ahogándome la boca, ya sea una habitación de hotel o una canción que o la vez aquella contigo (por ejemplo)

o peor aún, algo que sea la suma perfecta de todo: una canción de esas que saben a hotel y a la vez aquella que contigo (por ejemplo), exactamente como alone again or. una canción de esas tristes y arenosas que huelen a una madrugada más, a por favor hasta la extenuación, a sábanas sucias, a tú me dijiste y yo te dije, a no te vayas-nunca-más, a ya no te recuerdo pero quiero recordarte siempre. una canción que me araña un mucho y con la que lloro un millón de magdalenas negras cada vez que la canto, su puta madre, a oscuras, mirando fotos de arthur lee y bryan mclean y todas las veces que amaron antes de que el cáncer, el invitado que faltaba