sábado, 10 de noviembre de 2007

barcelona llena de turistas. tren lleno de gente. una chica de tacones imposibles que escucha música a todo volumen. me fijo en la hebilla de su cinturón y imagino cómo debe ser su sexo. un bonito coño de veinteañera que es capaz de arrugarme sólo de pensarlo. miro al tipo que tengo delante de mí. me gustan sus gafas y su pelo gris lleno de remolinos. por el contrario, tantos anillos y tanto oro en las muñecas me desconciertan. es algo poco usual en un hombre. uno de los anillos en especial, con una turquesa enorme, femenino, me hipnotiza. se lo toca y juega con sus dedos. yo me entretengo así: mejor mirarle las manos a ese tipo que estar pendiente del coño de esa chica

me gusta la dependienta del corte inglés. ruth pérez, según figura en el ticket de compra que acabo de mirar, es la clase de tía en la que me fijo. mientras me atiende me siento cansado y me apoyo en el mostrador. habla con una compañera sobre los hombres y cómo es que no saben poner lavadoras. la compañera es más joven, mucho más que yo, y ella es mayor que yo, pero sólo unos años por encima. me gusta el color de su piel, bronceado de rayos uva. me parece violento y sexual. y sus tetas. y los tacones, poco apropiados en la planta de zapatería deportiva de una marca concreta. la miro y hago esfuerzos por no desplomarme. me viene el dolor

porque el dolor no siempre está, pero el miedo al dolor se convierte en el eje alrededor del cual giran todas y cada una de las cosas que hago cada día. como un animal que vive con miedo. cada vez que toco algo, una descarga de electricidad me ciega. así, aprendo a no tocar nada y a tener miedo cada vez que tengo que tocar algo. el dolor se comporta así. aprendo a tenerle miedo y cada vez más miedo, hasta que acabo viviendo una vida que no es la mía, sino que es exactamente la del dolor que vive en mí y que apenas sé cómo sanar

y más. me gusta la dependienta del norma cómics, la que está en la caja y tiene una chapa que dice no me mires las tetas o mírame a los ojos o alguna sandez por el estilo. me gusta porque no le miro las tetas, ni cuando le doy los libros para que se los cobre, ni cuando espero que me diga el importe, ni cuando le doy la tarjeta y el dni para que se cobre, ni cuando espero que me dé el papelito para firmar, ni cuando se lo firmo y recojo mis cosas y me despido con un hasta luego muy poco creíble. me gusta porque no le miro las tetas y, pese a todo, es lo único que querría, eso y llevarme cincuenta libros y cómics más de los que me llevo, hipnotizarlos a todos, desvanecerme como houdini ante sus bocas babeantes mientras deslizo mi lengua por su canalillo, un segundo antes de una explosión que me hará desaparecer durante muchísimo tiempo

y más. arroz hervido y desenfriol. jaume vila en el teléfono. las palabras de mi madre: tu hijo está enfermo? está tan demacrado. se ha hecho análisis? los levi's blancos de esa chica, la de las bailarinas doradas y el pañuelo de lunares. las ganas de follar que tengo dentro. follar como un acto aséptico en el que no entra nunca otra persona, sino sólo un agujero en el que esconderse uno

así