miércoles, 21 de noviembre de 2007

se acaba la bombona de butano. la estufa hace un clic diferente al clic de cuando se enciende y el piloto azul desaparece. voy a la cocina y me guardo un cuchillo en el bolsillo de atrás del pantalón (uno de esos romos, de los de untar la mantequilla). vuelvo a la estufa, le quito la tapa de atrás, saco la bombona vacía y desconecto la capucha. levanto la persiana, enciendo la luz del patio y cojo con esfuerzo una bombona nueva. hace frío en la puta calle. apago la luz, cierro la puerta y bajo la persiana. con el cuchillo le quito la caperuza de plástico naranja, le coloco la capucha y la meto, con un esfuerzo similar al de antes, en el hueco vacío de la catalítica. le pongo la tapa y presiono el mínimo del gas durante seis segundos que cuento mentalmente. después, aprieto el encendido y, con dos clics más, la pongo al máximo. dejo la bombona vacía junto a la puerta de entrada, para quizás mañana, quizás el otro

porque no sucede nada extraordinario. mi jefe no vino a trabajar y encima de su mesa había tres cápsulas de clamoxyl quinientos. adelanté un montón de trabajo y me vi varias veces a mí mismo como un perro cualquiera sonriendo en la perrera con la esperanza de ser adoptado, jadeando y con los ojitos brillantes de emoción