martes, 20 de noviembre de 2007

uno. esa sensación extraña, la de la molestia en las caderas. como si me estuviera atropellando un autobús muchas veces al día, el crujido y el estallido, la cosa esa roja que todos tenemos dentro. a veces fantaseo y pienso que es un tanque y que yo soy un soldado ruso camino de berlín, alguien a quien alguien —una chica de mejillas rosadas de nombre impronunciable— echará mucho de menos allá, a tomar por culo en los urales

dos. betty, siguiendo su instinto perruno, ladra en cuanto detecta que las cosas no suceden en el orden que debieran. así, ladra cuando la puerta de la cocina se abre sola porque, un segundo antes, no supe cerrarla bien. ladra cuando oye que alguien sube por la escalera a las diez y veinte de la noche. ladra cuando el gato de la vecina se pasea entre las plantas de mi patio. a betty le gustan las cosas en su sitio pero a mí me mueve la colita cuando vuelvo del trabajo. ella con mi desorden no se mete

tres. he comido a una manzana por primera vez en cien años. amarilla y jugosa, se me ha caído al suelo de la emoción, estallando en un charquito mínimo y dulce que betty ha lamido, mirándome después a los ojos, con cara de tenías un secreto

cuatro. el sábado iremos a ver a los explosions in the sky. que sean teloneros de algo tan aburrido como spoon confiere a la noche el aura de tesoro que querría tener en todo lo que hago y siento. hasta ese momento, queda un miércoles, un jueves y un viernes. espero no estropearlos demasiado

y cinco, buenas noches