domingo, 18 de noviembre de 2007

ponte la bufanda de cuadros grises. qué he exagerado. ya. un té con limón. gente cenando en el local. farloperos de cuarenta y muchos entrando y saliendo del wc. asco físico. un abrazo por detrás. jose ha vuelto, aunque sólo sea un momento en el fin de semana antes de marchar de nuevo. besos mientras nos contamos. después llega sebas y lidia y la conversación se diluye. una cerveza sin alcohol y otra más. llegan juank y marina. el bar se vuelve a llenar de adolescentes, como la noche anterior y como las últimas noches, según cuenta tino. beben cosas imbebibles y nos ponemos nostálgicos en la conversación, qué tiempos aquellos en los que nos atrevíamos a inventar. en la calle hace un grado bajo cero. al despedirnos, jose dice algo de un café esta tarde, antes de marchar otra vez hasta ni se sabe cuándo. sí, claro, cuando quieras, yo estaré en casa. no tiene ojos. han quedado un montón de cosas pendientes en la conversación. también ha fumado un millón de porros y va por el tercer gintonic. qué sexy, beber gintonics. me besa con cuidado y me sonríe. somos tan parecidos que parecemos un espejo: el de esta tarde es el café más inexistente del mundo porque llamará diciendo que no puede, tarde, que me escribe, bla

y estará bien así, porque no desafiará para nada el cuadrante de certezas que tengo de mi mundo. y eso es algo que siempre está bien, crecer y caminar por calles que no cambian de sitio. así no me caigo