sábado, 15 de noviembre de 2008

un día bonito, soleado y sonriente. los viejos reviven con días así. reviven y no se callan nunca. en sus conversaciones enumeran nietos o calles, parlotean contentos, me hinchan la cabeza en el tren —procedente de manresa y con destino l'hospitalet— en el que paseo mis miserias

(los viejos se mueren por docenas cuando hace frío. en new york, por navidad, millones de viejos se rompen como estalactitas, con los dientes apretados y las manos agarrotadas. aquí no sucederá eso porque el sol brilla hasta que te duelen los ojos. viejos de todo el globo vienen aquí a vivir un poco más, ronroneando como gatos gordos hasta que revientan)

subo por rambla catalunya hacia el alexandra. me apetece ver nedar, de carla subirana. esperar pacientemente a que el semáforo se ponga en verde peatón. kiko amat camina deprisa en dirección mar. quim lecina camina lento mirando escaparates, también en dirección mar. pienso en los nombres que tendrán la gente con la que me cruzo, en mi mismo nombre

(mis apellidos son poco frecuentes y dispuestos en una combinación menos frecuente aún. puedo apostar con seguridad a que no existe nadie más que se llame como yo en todo el puto planeta. eso es algo que no me hace mejor, sólo faltaría la estupidez, sobre todo cuando uno se siente como un garcía más. un tipo que lleva una sudadera de capucha, los pantalones caídos y unas converse llenas de mierda. una descripción que sirve para un amplio espectro de idiotas con los que me cruzo o comparto una escalera mecánica. para nada algo llamativo como la harrington roja de kiko amat. para nada la colección de foulards y el sombrerito de quim lecina, no. un tipo como muchos más, como todos, peligrosamente gris)

identidad. la película que voy a ver es una reflexión sobre la identidad, la memoria, el somos y el vamos. película que me atenaza y me hace morderme el labio para no llorar. no soy tan valiente como la directora al explorar esas piezas que faltan en su puzzle personal, ni al afrontar cómo gran parte de su puzzle se desvanece por el alzheimer. ella reconstruye la figura del abuelo ausente mientras la enfermedad devora a su madre y su abuela. un abuelo anarquista fusilado por los franquistas en mil novecientos cuarenta. carlota nada para calmar el dolor de espalda, para sanar la carga de vivir. creo que yo no podría. me paso el tiempo huyendo de mí mismo, y así es difícil que pueda mirarme en un espejo, a pesar de que estas palabras mismas sean un espejo

ajuste de cuentas. pienso en mi padre. es inevitable no pensar en él. quizás llegue un momento en el que tenga necesidad de hablarle. quizás ese momento llegue demasiado tarde o no llegue. ver viejos, pensar en viejos, ver esa película me ha hecho abrir algo que pensaba que estaba cerrado. no tengo nada que decirle pero, y si después ya no puedo hacerlo? debería esforzarme en preguntarle, en intentar entender, en acercarme a él, en discernir la verdad y la mentira en su vida? hasta qué punto tengo ganas o necesidad de ello y no es pura empatía ante el espléndido trabajo de carla subirana? remover la mierda con un palo demasiado corto

bebo una pepsi y me dejo la mitad en la botella. no me entra nada. bajo caminando hacia el centro. en una puerta con un rótulo que dice sin salida, hay un sin techo durmiendo, hecho un ovillo mugriento. contrasta con el glamour de las bolsas con las compras de la gente. niños sonrosados que se convertirán, con el tiempo, en clones perfectos de las frustraciones de sus padres. señoras de peluquería y gafas de sol caras. turistas con planos en la mano

miro pantalones, miro relojes, miro zapatos, miro camisas hechas en bangladesh por diez euros. llenando las calles, inmigrantes de un millón de colores diferentes que serán siempre ciudadanos de tercera en un país que se hunde. carteles de las jerc que me asustan por su ingenuidad política: españa es crisis. el futuro es sólo una palabra vacía de significado, una puerta cerrada y un puñado de imbéciles peleando por una llave que no existe. y detrás de ella, todo el aburrimiento del mundo