lunes, 28 de julio de 2008

el bar del hotel gravina es pequeño, de apenas cuatro mesas cuadradas y grises, impersonal y frío. es el bar de hotel más barato que conozco. bebemos cocacola mientras hablamos y reímos. a veces nos besamos. ella todavía tiene el pelo húmedo. en la calle el calor es asfixiante y los turistas forman un río compacto y sudoroso

me noto afónico. no he hablado con nadie durante el día de hoy y ayer tampoco fue gran cosa, así que estoy ronco, sin apenas voz. sus besos son preciosos y suavemente húmedos

begoña compra un vestido como regalo de cumpleaños para su cuñada maria. es negro y corto, un vestido bonito que le quedará bien cuando esté de vacaciones, sentada en cualquier bar, esperando el día de su boda (es el diez de octubre). la felicidad es una cadena hasta el fondo del mar más frío

ella me acompaña a mirar unas sandalias, pero no tienen de mi número en el modelo que quiero. nos abrazamos al despedirnos. lunes y volteretas en el aire a diez mil kilómetros de altura

(en el andén número dos de plaça catalunya, un chico con pantalones amarillos canta y toca una guitarra de aire con la música encerrada en su mptres. miro el suelo lleno de mierda mientras sonrío. al llegar a cerdanyola elijo dar una vuelta por la avenida antes de volver a casa. zapaterías, tiendas de ropa, terrazas que se llenan poco a poco de parejas. una chica con la que cruzar un saludo imperceptible. olga franco a las ocho en punto de la tarde)