miércoles, 12 de diciembre de 2007

una puerta de metal en una calle infinita hacia la derecha (amílcar, nombre de general cartaginés). unas escaleras oscuras, súbelas, y el primer pasillo hacia la izquierda, la puerta con el número que apuntaste (ya no lo recuerdo). dos golpes y dos golpecitos más y la puerta se abre desde atrás. una chica joven sonríe medio escondida y me señala la cama. lleva una falda corta y camina descalza por un suelo de moqueta verde oscuro. me siento en una silla y respiro agitado. hay un armario gigantesco en el que podrían vivir un millón de de personas si quisieran. ocupa una pared entera. me miro en el espejo de la pared contigua y imagino cómo sería follar y mirar el reflejo follando allí, sin pertenecerle realmente a uno. hablo con la chica. no sé qué hago allí exactamente. es un día de diciembre, he comprado regalos de navidad y vuelvo a casa con bolsas de cuatro tiendas diferentes. la chica tiene los labios pintados con un rosa pegajoso y me pregunta si querré quedarme. no, lo siento, creo que no. creo que ya es tarde y debo volver a casa

allí, en la seguridad de mis cuatro paredes, repaso mentalmente la escena, sin saber que, exactamente once años más tarde, la recordaré sin venir a cuento. después, envolví los regalos con cuidado y los guardé porque todavía no era navidad