sábado, 21 de septiembre de 2013

(a esas chicas no las conozco de nada pero a albert palomar sí y eso me hace sentir un poco más seguro entre el monólogo de una y el silencio incómodo de las otras dos. el piso es antiguo, de techos bajos, con suelo de madera por toda la casa. albert lleva zapatos con puntera de hierro, pienso en tener unos iguales, la clase de martens rojos que sólo usaba darío, bebemos agua del grifo en vasos de cristal ultrafino antes de salir, ahora ya estamos en la calle y es el centro de manresa, el barri antic, hay una tienda de bicicletas g.a.c., grandes armatostes negros con ruedas amarillas imposibles de ensuciar, hay geranios cayendo por los balcones, hay un bar donde podríamos desayunar)

(otra vez los australianos, han aparecido antes en el sueño, cuando comprábamos medusas para teñir la ropa de azul. él apenas habla y ella me escruta con la mirada porque sabe que escondo algo y que sólo es cuestión de tiempo que cometa un fallo y me descubra. mientras, hablamos de lo que hicimos ayer y de lo que haremos ahora, sucesión de rutinas marcadas por el ritmo horario, qué quieres desayunar, pregunta, algo que me cambie las tripas, el cerebro, los pulmones y el corazón, respondo sin pensar, ella me mira y siento que ahora soy vulnerable porque sonríe y despierto)