jueves, 1 de agosto de 2013

(la mujer china es pequeña, con la cabeza grande y cuadrada, las piernas fuertes, bonitas, musculosas, piernas de gimnasta que recoge las mesas, limpia los cristales, se esfuerza en sonreír. el calor es asfixiante: uno de los árabes de la primera mesa ha derramado un poco de café con leche y lo recoge con un nudo de servilletas, la chica en uniforme de trabajo juega con uno de los dos móviles de carcasa blanca que acaba de sacar del bolso, yo bebo café con hielo mientras espero que sean las once y media y aparezca tania terror como por arte de magia)

(la mujer china saluda antes de saltar, las manos y los muslos blancos de magnesia, dos pequeños saltos, corre deprisa hasta el plinto, su cuerpo se eleva hasta el cielo sobre el potro, describe giros imposibles en el aire, cae, se clava en el tartán, saluda, sonríe, la gran esperanza de la juventud roja cuenta las monedas para no equivocarse en el cambio mientras el calor derrite la calle y el ventilador, por un momento entiendo que ella me lee el pensamiento, entonces siento vergüenza)