martes, 9 de julio de 2013

(sueño que me corto las uñas y son recortes blandos llenos de hongos, polvorientos y difíciles en un montoncito que crece y crece a pesar de mi torpeza con el cortaúñas. sueño que me sangran los dedos y antes de eso, la boca llena de amor al respirar)

(y media rodaja de limón en la copa donde me sirvo el vichy, paco vendrá dentro de tres minutos, en la mesa de al lado está esa chica que no sé cómo se llama, camiseta negra de tirantes con corazones de lentejuelas doradas en las tetas, ya tiene dos hijas y un smartphone que toquetea mientras las niñas juegan con una pelota rosa)

(y la muerte de diógenes hace unos días, los vecinos llamaron al ciento doce cuando el calor disparó la podredumbre, desde esta mesa puedo ver la ventana de su habitación, ahí, justo encima de la panadería. pienso en miquel bauçà y en la última vez que nos vimos —ambos cruzábamos el puente— y en esa otra en que me invitó a cenar hace quinientos años, algún día me invitarás tú, dijo, no, no es así, el mundo desaparece cada día un poco más, se convierte en un laberinto del que es imposible escapar a pesar de los muchos vuelos en avioneta, de los viajes a puerto montt, de los vasos llenos de ojos de cristal)

(pero es algo que no sabes, restos de comida en el plato antes de elegir dormir para siempre)