lunes, 8 de agosto de 2011

el viejo de la casa de atrás —calle padró, treinta y dos—, el que envenenaba los gatos del patio porque no le gustaban, el viejo que babea en la puerta de la calle con las gafas mustias, arrastrando los pies, con una bolsa de plástico amarillo en la mano, la camisa de cuadros, nos miramos, le sonrío, no le saludo pero le mediosonrío, hueles a infierno, puto viejo de mierda, nos cruzamos, pienso, apenas un empujón

tengo las mejillas calientes, escucho disco las palmeras!, escucho los chikos del maíz, me hago una paja antes de ducharme, aburrida miel blanca a latigazos sobre un trozo de papel, son tiempos de hambruna y indecisión, escribo correos electrónicos con las últimas novedades y mentiras, bombas en casas cuartel que harían del lunes el día perfecto, viajes a lugares que no lo son y sólo tendría que querer verlo, desiertos, estados emocionales de calma y dispersión, nihilismo y economía al máximo volumen que da esta mierda