domingo, 10 de julio de 2011

la tarde en suspenso, el domingo en suspenso, los días aplastándose en suspenso. contesto a todas las preguntas que puedo, un hilo de voz que se teje en un lenguaje incomprensible, un lenguaje en el que no existe la salvación, sin más figuras inteligentes alrededor de tanta palabra y tanta perífrasis vacía. se suceden los descubrimientos, mi reflejo aturdido en la pantalla y el esfuerzo por retener en el puño todas las cosas importantes. abrir la mano y ver cómo estalla el mundo contra el suelo

estallan las personas y los afectos, estallan todos o casi todos los vínculos, desaparecen los hogares y sólo quedan los nidos y las madrigueras, todas las personas acaban siendo animales más o menos afortunados y dormidos, animales a los que uno se enfrenta diez días por semana, cien horas al día, dieciséis lugares a la vez, cuánta ceniza

alguien se empeña en arrastrar un mueble por el piso de arriba y son pocas las cosas que suceden antes y después de eso. un niño escribe su nombre en un papel con letra temblorosa, nu nu aprueba las oposiciones, elegimos regalos de cumpleaños, mi madre fríe pimientos, compro queso fresco en bismillah, el paquistaní del puente, sólo soy feliz si bebo alcohol, si como aceitunas. pienso que todavía no me tiemblan las manos y el día menos pensado volveré a vender dibujos. me repito a mí mismo ante el espejo que estoy casi en el mejor momento de mi vida, tantísimo amor apretando las costillas

semen blanco y espeso y fantasías que difieren poco de las basuras de siempre. me gustaría hablar con un poco más de claridad pero siento que todavía no estoy preparado. el aire se vuelve irrespirable a cada día que pasa, no importa, sólo es rock'n'roll, valentía adolescente con la que intento convencerme de mi infinita sabiduría en la fabricación de bombas