martes, 10 de mayo de 2011

una nave industrial aparentemente abandonada, hay cámaras de video instaladas en trípodes, los cables de alimentación se pierden en habitaciones oscuras, en pozos, camino buscando una salida, no me oriento bien

conmigo está una chica que escribe poemas, insiste en enseñarme sus libros, no me interesan demasiado, mi único interés es salir de allí porque debo volver a casa, ella me sigue aunque cree que deberíamos esperar a que vinieran sus amigos, te caerían bien, dice, las cámaras son suyas

(el camino de vuelta es un autobús hasta la ciudad —tengo la certeza de estar lejos— y después otro más, me obsesiona la idea de los dos viajes, de las piezas que encajan, del transbordo, de no poder realizarlo, del fracaso ante algo tan sencillo como eso, suena el despertador y despierto, la primera imagen del día no tiene nada que ver con el sueño: estoy en la estación de tren de santa justa, en sevilla, todavía no han anunciado en la pantalla electrónica de qué andén saldrá mi tren, estoy rodeado de un millón de personas, son las nueve de la noche, todavía es de día, todo es lento, todo vuelve a empezar, todo termina indefinidamente)