sábado, 30 de abril de 2011

el sueño se acaba a las cuatro de la mañana, doy vueltas por la tdt, el desierto arriba y abajo, un pared perfectamente circular contra la que estrellarme a toda velocidad, la libertad de elegir contra qué trozo de muro quiero reventarme la boca y sangrar toda la vida

mujeres que se lamen fingiendo deseo ante la cámara; atléticos cuarentones vendiendo instrumentos mágicos para convertirnos en atléticos cuarentones; resúmenes extensos —mapas a tamaño real— de la boda de kate y william, otra droga más con la que tenernos anestesiados, fútbol clásico y una llorosa belén esteban; bucles de noticias y documentales y videoclips sin ningún interés: willow todavía no tiene tetas y ya es un icono de algo

documentales sobre ecología y sobre el cáncer y sobre algo con delfines, posiblemente nada que ver con los delfines de tao lin, claro, aquí no somos tan modernos. ayer salí un rato y me encontré con óscar y hablamos por hablar de algo, también estaba miki y guillem y edu y después vino les y sebas y sa xavi de mallorca y preferí largarme antes de que fuera demasiado tarde, estaba empezando a amarillear en el espejo del lavabo

(tienen un cuadro de un tal hans paus, a saber de dónde habrá salido esa mierda: en él se ve una playa infinita con dos figuras distantes, diminutas y quietas que miran poéticamente el horizonte. un alma caritativa ha quemado con un cigarrillo el lugar donde estaba el sol, ciertamente me parece una metáfora cojonuda de cómo es todo, no sé, no somos otra cosa)