domingo, 20 de marzo de 2011

pienso en un amigo que tenía hace veinte años, juan antonio —nadie le llamaba así, bien, quizás sus padres o sus hermanos, chico y chica—. jeremy tenía las manos pequeñas, conocía todos los acordes y aspiraba cola. tenía una fender jaguar del sesenta y tres en la que había gastado todos sus ahorros. también tenía una exnovia que era una loca hija de puta

(la cola te fríe el cerebro. es como beber pero mucho peor. ahora casi nadie aspira cola, al menos aquí. ahora todo es mucho más fácil si quieres reventarte los sesos)

el buen gaddafi amenaza con convertir el mediterráneo en otro apocalipsis, una especie de sopa de napalm. el polen entra en mi organismo hasta ahogarme, la rinitis no me deja vivir, comienza a darme lo mismo todo, comienzo a caminar a trompicones, comienzo a no comenzar nada

estoy más que triste pero sólo me atrevo a hablarlo conmigo mismo, en una sucesión de monólogos con mis fantasmas, la gente que quiero y quise, la que me da náuseas, la que no me importa. el juicio final según giovanni papini, el significado del amor, el brillo del sol, las tardes frías, unas tijeras clavadas en el corazón, todas las palabras del mundo rebotando ordenadamente en el interior de mi cabeza, incapaz de verbalizarlas, erosionando la poca felicidad que

compro libros de gente que escribe con valentía. me gusta la chica de la librería, una lesbiana delicada con la que intercambio correos electrónicos de pedido y confirmación. se llama maría josé y todo lo que leo es una puta basura pero no se me nota en la cara cuando paso a recoger richard yates, por ejemplo

como no se me nota lo que tengo detrás de los ojos. imágenes recurrentes: el suicidio de budd dwyer frente a las cámaras de televisión. palabras recurrentes: no sé, repítelo hasta la saciedad. esta mañana debería haber salido con les a tirar un rato a canasta, pero mejor no, no quiero ver a nadie

no sé. la gente escribe con valentía porque aspira demasiada cola. la gente tiene memoria fotográfica, lo absorbe todo y después escribe utilizando un aspersor. la gente consigue cosas si se las propone, en eso somos radicalmente diferentes. no sé, nunca sabes, sí, nunca sé

me gusta cómo viste esa chica, con pantalones de pinzas y camisas de cuello duro, camisas de pedro jota o josé oneto, con el cabello corto y la nuca rapada, morena de piel y un timbre de voz prácticamente inexistente. creo que ella es el único motivo por el que compro según qué mierdas. ojalá pudiera salvar a todo el mundo del infierno

pienso en jeremy y sus borracheras. a veces pasaba semanas enteras sin salir de casa, con una erupción cutánea que le convertía la cara en una llaga primero y una costra después. entonces su vida se reducía a trabajar por las mañanas en el taller de su madre y a mirar el techo por las tardes. coser era una mierda de trabajo, por mucho que fueras el hijo de la jefa, aunque a mí me parecía de lo más excitante: era el único punk que conocía que trabajaba con una overlock y que sabía estrecharse bien los pantalones. no había nadie más imbécil que yo hace veinte años

(cuando aspiras cola la boca se te llena de saliva, los ojos te lloran un poco y todo se vuelve blando y tranquilo. la euforia viene después. cuando vuelves a casa la boca te apesta a industria química y tienes la nariz pelada y mocosa: ya no serás nunca más el rey del mundo)

uno ríe cuando toca reír. han pasado veinte años y dos o tres desde la última vez que nos vimos por casualidad. recuerdo que me gustaba su olor, como de leche caliente y sudor, un olor de bebé gigante. seguía teniendo ese mismo olor, nos besamos las mejillas, bebimos cerveza y hablamos de conciertos y guitarras, él ya no tocaba, era una pérdida de tiempo. estábamos en un concierto y el grupo era la misma mierda de siempre, estribillo, punteo y estribillo