domingo, 20 de febrero de 2011

vivo en una casa grande y vacía, oscura, se oyen gemidos desde una habitación al final del pasillo, una mujer se prostituye ahí pero no la veo nunca, ni a ella ni a sus clientes, apenas salgo de mi habitación

(esa casa es una finca regia del eixample pero en mi sueño ocupa el número cincuenta y tres bis de la avenida catalunya en cerdanyola del vallès, viví allí cuando era pequeño, tenía ocho años, eran unos pisos amplios con jardín para la comunidad al que llegabas después de atravesar un aparcamiento subterráneo. había gerberas naranjas y amarillas, también columpios, el río estaba más allá de la valla, antes vivíamos en reus, allí todo era más triste)

mi habitación es pequeña, sin ventanas, al lado de la cama hay una mesita de noche de madera oscura, me quito el ojo derecho y lo dejo allí, no me duele, sólo ha sido un pequeño movimiento, me sorprende seguir viendo tan bien, me quito el ojo izquierdo, puedo ver mis ojos en la mesita, al lado de una lámpara blanca apagada, no entiendo por qué sigo viendo, me pregunto para qué servían, hay un espejo debajo de la cama pero ese hombre no soy yo

escribo una nota en la parte de atrás de un sobre, no volveré pronto, la dejo encima de la cama, se oyen jadeos, cierro la puerta, bajo las escaleras y estoy en una estación de tren, no tengo billete, hay un tren antiguo, con camarotes de madera y butacas acolchadas en granate, el pasillo deja las puertas a la izquierda, hay gente que no conozco y la sensación es de miedo, apenas tengo dinero y no quiero gastarlo en un billete, pienso en míriam y en ben howe y despierto inquieto, son las siete de la mañana

(hay una imagen que se repite a lo largo del día, independientemente de lo que esté haciendo: me veo a mí mismo vomitando contra una pared, apoyado en ella, llevo una camisa oscura y pantalones claros, el vómito me llena la boca y me ahoga la nariz. es difícil avanzar en cualquier dirección con ese fantasma dentro de)