martes, 1 de febrero de 2011

sueño que vuelvo a estudiar y vuelvo a no ir a clase, llego tarde, me salto las horas, me siento culpable pero no soy capaz de salir de casa, me encierro en el lavabo a oscuras, tengo diarreas, no puedo limpiarme bien porque apenas hay papel, me ayudo con los dedos, entra algo de luz por una ventana diminuta, en la penumbra se adivina una planta de hojas largas y algo que se mueve entre ellas, un pequeño loro gris, un insecto de patas largas, tengo miedo y todo se detiene de golpe

sueño que suena el teléfono, son las diez y diez de la mañana, hablo con les y me pregunta algo sobre pepe, algo que no sé responder con claridad, noto su contrariedad, pienso que si me doy prisa todavía puedo llegar a las clases de después del patio, camuflarme, pasar desapercibido entre la gente, disimular, pienso en mi madre, en todo lo que tiene que trabajar para que yo esté allí, vestido tan sólo con una camisa blanca y vieja, enfermo y cansado, ya no sé qué edad tengo, sólo sé que llego tarde, que no puedo llevar libros ni papel, nada para escribir, que sólo puedo fiarme de mi memoria y escuchar

una imagen antes de despertar: tres filas de siete mesas cada una, la mía está justo en el centro, el sol entra por la ventana y rafael moyano —mi profesor de literatura española en cou— escribe en la pizarra, siempre me gustó su letra hermosa, cómo movía las manos, poesía