domingo, 24 de octubre de 2010

es sábado y es hielo, cerveza, tabasco, salsa perrins, sal gruesa escarchando el borde de un vaso grande de plástico, zumo de limón. una araña ha tejido su tela entre las hojas del geranio, una maceta roja en el centro de una mesa de teselas grises y verdosas. el cielo azul y el sonido de un reactor que viene de lejos, se acerca y desvanece en la distancia. fumo, me gusta fumar, el humo se aleja y estalla contra la ropa tendida, contra las hojas del ficus gigante. es sábado y improvisamos, bebemos porquerías, comemos aceitunas y dientes de ajo, grandes tragos de michelada que nos pica en la boca, el calor en el patio, hoy comeremos tarde, hoy no existe la prisa

es sábado y por la noche estaremos en manresa, bailando en la stroika, el gran proyecto de daniel, una sala de conciertos recién inaugurada el jueves pasado. la sala se vacía poco a poco de gente, el calor es denso, oscuro, me encuentro bien, lúcido, despierto, bebo gintonics, el camino de vuelta a casa son cuarenta minutos de niebla en la autopista

me costará dormir. la realidad se confundirá con el sueño y seguiremos allí, en la sala de color rojo y negro y marrón oscuro. adolescentes besándose hasta que se hace de día, marina me abraza, me lame, me llena la boca de sangre y no siento asco, la echo de menos, despierto. míriam duerme a mi lado, son las ocho y algo, sólo he descansado tres horas pero estoy bien, podría ver tres películas y no dormirme, enciendo el ordenador, respondo el correo, borro el historial, apago el ordenador, vuelvo a la cama

es domingo y espero el autobús de vuelta a casa. el calor del mediodía me adormece en la parada. tengo un euro y once céntimos en el bolsillo. existen pocas posibilidades de que haga algo con el resto de horas que le quedan al día, qué poco valor tengo