sábado, 16 de enero de 2010

el bar está lleno, la gente bebe, habla, se ríe, se abraza y se besa. espero a míriam en un rincón de la barra mientras bebo una cerveza. la camarera habla con un tipo de pelo blanco. ella es peruana y él argentino, eso desprendemos de una conversación que recorre toda america latina, desde méxico hasta la patagonia. entre nosotros, un magrebí que se tambalea

(pelo rapado por los lados y sobre los treinta. pantalones vaqueros, chaqueta de piel, zapatos de los que dan el pego. un tubo de cerveza con el meñique levantado, dos anillos de oro y otro winston más. habla solo y no entiendo cómo mantiene el equilibrio)

(tira un vaso de la barra, se disculpa, le vacila al argentino en un idioma que sólo él entiende. podría arruinarme la noche en ese mismo momento, justo cuando me da la espalda y sigue quejándose, con las piernas como si montara un caballo imaginario, puto moro de mierda. una patada en los cojones y un aullido haría que mi vida se convirtiera en una fiesta. empezar una tangana un viernes a las nueve y media de la noche es más que tentador, pero no)

(siempre llego antes a mis citas. divago, fantaseo, vivo aventuras, me hago pajas. ayer cumplí cuarenta años, un número como otro cualquiera que la gente insiste en dotar de una magia especial, como si supusiera un punto de inflexión a partir del cual todo será diferente. una puta mierda será diferente. llevo días tenso, irritable, desquiciado. tengo claros los motivos pero es imposible que pueda verbalizarlos. en ese sentido, la sensación de aislamiento es cada vez mayor, más asfixiante. no lo planteo como una queja, no: es una constatación. buenos días)