viernes, 30 de octubre de 2009

vuelvo a casa en taxi. me caigo de sueño. el taxista toma un camino innecesariamente más largo. al principio me molesta y después me da lo mismo. miro por la ventanilla y concluyo que no conozco esas calles vacías a las once de la noche. podría decirle que se detuviera en ese semáforo, que ya está bien ahí, pero tendría que andar mucho hasta llegar a casa y hoy no tengo ganas de andar. más tarde se confundirá y se verá obligado a cambiar de sentido en una rotonda cercana, se volverá a confundir y tendrá que dar otra vuelta más a la susodicha rotonda. ese trayecto en taxi —errores, calor, olor a pino y los chirridos de la emisora como pidiendo socorro— acaba siendo lo más cerca que estaré esta noche de la libertad