jueves, 15 de octubre de 2009

(todos los cachorros crecen, todos se acaban convirtiendo en el monstruo que vive debajo de tu cama, de la mía, dentro de tu corazón, en tu boca llena de mentiras)

esta tarde he estado con mònica. un millón de años sin vernos, sin tocarnos, y todavía sigue confiando en mí, como si no existiera la distancia. mònica y su cabello color ceniza. mònica y su abrigo rojo. mònica y sus uñas rojas. mònica y su bolso le coq sportif en perla y oro. mònica y sus vísceras enamoradas, da igual de quién, en qué dirección

una cerveza en la terraza del gaucho, un odioso bar de universitarios en cerdanyola. las pretensiones argentinas de los susodichos universitarios. las palabras de maradona en el último segundo de su vida. hace frío en la calle. hablamos. bueno, realmente es ella la que me cuenta. me gusta escucharla mientras dejo que pase la tarde. fuma, liando los cigarrillos con cuidado. apostaría a que el ritual es siempre el mismo, a que todos son idénticos. pienso en la chica de negro, la de las tetas grandes que estaba pagando en la barra cuando fui a pedir otra ronda más. su nuca rapada. sus labios finos. las monedas en su mano. el monólogo de mònica se queda en pausa mientras la cabeza se me llena de pájaros. es como caer de bruces en un bosque desnudo, nevado al atardecer, lejos, mucho, más aún

todo de color negro, del negro de los lobos, del negro de los monstruos y sus cachorros sonrientes