jueves, 4 de junio de 2009

(dos cervezas y unos calamares en la casa de andalucía. nos sentamos en una de las mesas del porche. a míriam le brillan los ojos y me roba abrazos pequeñitos que me hacen sonreír. hablamos de las vacaciones, de lo que haremos juntos, de lo que haremos por separado. siempre que se acerca a mí tengo la sensación de que lo hace como si lo hiciera a un campo de minas)

(al volver a casa, un camión en la carretera. jaulas llenas de pollos blancos muy quietos. pienso en campos de concentración, en mi bienestar, en la muerte de esos animales, en trabajar en algo así. pienso en una chica que conocí una vez y que trabajaba en un matadero. pienso en sus dientes, separados y sucios de tabaco, amarillos, en su sonrisa amplia, en su beso húmedo y en cómo me comió la polla. el camión sigue ahí, el semáforo está en rojo, no hay nadie más en el mundo y míriam me mira, te encuentras bien? sí, claro, respondo. es sólo que pienso en esos animales, en la vida que tienen así, sin moverse apenas. ni los había visto, dice, y me acaricia la mano)