domingo, 10 de mayo de 2009

(sueño, finalmente, con pepe candía. lo veo por la calle, cruzo la acera, lo abrazo, le invito un café. viejo, ausente y serio, su conversación es inconexa, hecha de retales, de pedazos. el alzheimer hará que acabes como yo, me dice antes de desaparecer)

(en la imprenta familiar en la que trabajé durante varios años, pepe candía era el jefe, la persona que me contrató. un tipo emprendedor y agradable con una infinita fe en dios y en la bondad de las personas)

despierto. son las siete de la mañana del domingo. la ropa sucia está en el suelo y abro la ventana. la luz que entra en la habitación dibuja a míriam casi transparente